Cerca al pueblo de Lille, reino de Ekios - Varlett Mansion
El cuerpo del gran Fabrizio Varlett fue lavado y preparado para el velorio el día siguiente a primera hora, pues cuando el doctor acudió al castillo para deducir cuál fue finalmente la causa de su muerte, descubrió que además de la hemorragia interna que padecía el comerciante a causa del ataque con caballos que sufrió días atrás; también tenía un hematoma en la cabeza que no vieron antes, por lo que les recomendó enterrarlo pronto, a menos que quisieran ver cómo el cuerpo se descomponía a gran velocidad.
La verdad era que el viejo había estado muerto desde el preciso instante en que Maylea recibió la carta de su madre, dada la gravedad de sus heridas, sus posibilidades de sobrevivir eran escasas y casi todos sus hijos lo sabían, aún cuando se negaran a aceptarlo. Incluso Lucien, que no lo conocía de nada pero que llegó a platicar con él durante horas, supo en algún momento que no lo lograría.
—Amo a todos mis hijos —Le había dicho el viejo en una de sus charlas —. Los dioses saben que lo hago, pero a mi May... A ella la amó aún más porque su carácter es casi tan fuerte como su corazón, sin embargo voy a romperle el corazón, así que tienes que estar ahí y cuidarla muchacho, es tu responsabilidad ahora —Le advirtió con seriedad.
Y no se equivocó, pues la familia Varlett entera quedó destrozada con su partida, pero Maylea fue la más afectada.
El sol se colaba tímidamente a través de las ventanas de la habitación aquella mañana, iluminando la espalda desnuda de la reina, que se encontraba sentada al borde de su cama mientras un par de doncellas se encargaban de arreglarla para el velorio. Grandes personajes de todo Ekios asistirían, personas que ahora sabían que ella era una reina y que esperaban verla lucir como una, aunque en su corazón se sintiera tan diminuta como una hormiga.
—De pie majestad, por favor —Le pidió la más joven de las criadas, una muchachita de 16 años llamada Isle.
Entonces Maylea se levantó del colchón de forma casi automática, como si fuera una simple marioneta que actuaba sin conocer las razones. El par de doncellas la hizo levantar los pies, primero el derecho y luego el izquierdo, para poder ponerle unos bombachos que hacían de ropa interior, justo antes de seguir con el corset negro.
Y es que fue cuando se encontraban comenzando a tirar de los hilos de este, que alguien giró sin previo aviso el pomo de la puerta principal y vieron el rostro lastimado de Lucien asomándose.—Majestad —Saludaron con una reverencia.
—¿Que hacen? —Frunció el ceño el muchacho ignorando su recibimiento —. Ayer casi se ahoga, no va a usar corset hoy —Dijo con un atisbo de enojo en la voz.
—Pero excelencia... La reina no...
—Vendrán todos los nobles en Ekios —Decidió hablar Maylea, sin ninguna emoción en la voz —. No puedo usar una bata —Dijo con los ojos clavados en el suelo.
—Regresen en diez minutos —Ordenó Lucien señalando la puerta con la cabeza para que el par de doncellas saliera de la habitación.
La puerta de madera se cerró tras ellas y los reyes de Eskambur quedaron a solas en medio del profundo silencio de esas cuatro paredes. Lucien mirando a Maylea y ella mirando a la nada.
—Lo siento —Soltó él de repente —. En verdad lamento que muriera, pero no creo que sea necesario que mueras con él.
—El vestido —Murmuró ella evadiéndolo —. Anoche dañaste mi vestido y estaba nuevo, era la primera vez que lo usaba...
—Maylea no me importa el vestido —Dijo acercándosele con cierta cautela —. Ey —Llevó la mano izquierda hasta su mentón para hacer que lo mirara —. Te compraré cien vestidos iguales o mejores que ese si quieres. Pero ahora, tienes que concentrarte en lo importante.
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OSBORNE: El destino de una dinastía
Historical FictionMaylea parte de casa con dos objetivos en mente, el primero conquistar a un hombre noble y el segundo salvar a su familia de la desgracia, mas pronto descubre que su camino al altar estará lleno de obstáculos y trampas; que la capital es un lugar ho...