Capítulo 12: Pinocho

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"Sin hilos yo me sé mover
yo puedo andar
y hasta correr.
Los tenía y los perdí
soy libre y soy feliz."

Érase una vez, una pareja tan, pero tan hermosa, que era casi imposible describirlas. Las fotos no les hacían justicia, así como las palabras. La familia Vakker, le hacían honor a su apellido.

Éstos eran el matrimonio más adinerado. Con un hombre filántropo que se dedicaba a la medicina, siendo competencia directa de la farmacéutica Duarte, entrando en el top 3 de servicios público y privado. Era alguien que salía en decenas de revistas, junto a su esposa, quien no se quedaba atrás.

Su mujer era parte de la industria de la moda, y no sólo eso, sino que era una activista en pro-derechos de los trabajadores, luchando por la sobre-explotación de obreros en el "fast-fashion", creando su propia marca que apoyaba a pequeños artesanos.

Así que, ya imaginarán lo célebre que fue la notica de su maternidad. Los medios enloquecieron, la gente le aplaudió, y ellos...llevaron todo el embarazo a un medio público, pues promoción, es promoción. Ahora tenían la carta de: hacer un mundo mejor, para su hijo.

Pero hay un dicho. Caras vemos, corazones no sabemos. En un mundo donde hasta las buenas causas son capitalizables, no hay que aplaudir la mínima decencia que deben tener la gente de alto poder adquisitivo, porque el interés, tiene pies; mismo que convirtió el día más feliz de sus vidas, en una pesadilla.

Sky Vakker nació, mismo que se traducía como "cielo hermoso", pero a ojos de sus padres, estaba lejos de ser eso. Ojos grandes y azules, con una pupila negra y profunda que se asemejaban a la mirada de un tiburón, piel blanca y algo transparente, pues sus venas se veían claramente, pero éstas, no tenían un color azul o morado, sino negro, como si su sangre fuese demasiado espesa y pesada. A pesar de sus rasgos exóticos, como esa cabellera tricolor, era un bebé que exudaba la maldad, a palabras de madre específicamente.

Sin embargo, eso no los detuvo para seguir vendiendo la fantasía de familia perfecta. Nada que un poco de maquillaje, lentillas y tinte, no arreglase. Su hijo debía verse lo más normal posible.

—Denle la bienvenida a Sky, hoy se unirá con nosotros. Por favor, sean amables —presentó la maestra, al pequeño de tres años.

El menor lucía ahora, una cabellera negra que emparejaba todo su pelo, unos ojos azules intensos y una piel con una sub-tonalidad rosadita. Su mirada se paseó por sus compañeritos, y con una dulce sonrisa, agitó su mano para saludarlos.

—Me iamo sssskai —gimoteó de forma torpe, balanceándose sobre sus tobillos—. Me gustan las...flo-flodes, y las...este mariposas —dijo como presentación.

Los niños le saludaron gustosamente, provocando que nuestro pequeño se sintiese bienvenido. Peló sus dientes en una gran sonrisa, para unirse a ellos al sentarse. Claro que su felicidad no duró mucho, pues la lluvia en el receso, hizo de las suyas.

—Es la sexta vez en la semana que agrede a sus compañeros —suspiró la directora—. Esta vez tendré que expulsarlo.

La maestra no hablaba con los padres de Sky, no, sino con dos de los trabajadores que se encargaban del aseo y cuidado de su hogar. Sus padres a veces no tenían tiempo de lidiar con estas cosas, y peor, no querían ser quemados por estos escándalos.

—La vez pasada no se pudo comprobar el incidente de los alfileres, pero esta vez, la maestra sí lo cachó rompiéndole los dedos a una compañerita. Necesitan decirles a sus padres que su hijo necesita atención con urgencia.

—Uh, sí. Nosotros le diremos a nuestros patrones. ¿Nos podemos ir? —carraspeó la empleada, algo nerviosa. Y es que, en casa, todos temían al niño.

Los Cuatro JinetesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora