Capítulo 21 Devuelta al Trabajo

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"Si las nubes se van a dormir, podrás vernos en el cielo. Estamos solos, y tenemos miedo"

—Dios sabe que no quiero ser un ángel —masculló una tranquila voz, casi por diversión.

Un silbido, que anunciaba el terror, resonaba en las cuatro paredes de una casa en los suburbios.

Las inquilinas, una mujer y su hija, se arrinconaban dentro del armario, cubriendo sus bocas con la esperanza de que no las escuchara, y se fuera.

—Esto es sólo una advertencia, no es personal.

La niña intentó ahogar su grito de terror, observando cómo el intruso se paraba frente a la puerta.

—Me sorprende que deje tener a mis muchachos armas —comentó Jonathan, quien acompañaba a los agentes a la nueva escena del crimen.

—Ni siquiera sabíamos que tenían esas cosas —resopló Fernando, mismo quien regañó a los mocosos por andar escondiendo los cuchillos—. Yon, Keita, ¿qué es lo que tenemos?

—Podemos decir que es el mismo imitador, pero ha decidido enseñar su método —comentó Yon, quien alzaba la cinta que acordonaba el área.

—El padre y esposo, no estaba. Claramente esto es una advertencia —suspiró Keita, quien limpiaba su frente con su brazo.

—Vaya, golpeó estratégicamente con un martillo a sus víctimas —dijo Jonathan, apenas logró ver a las dos mujeres—. He hizo que la madre viera cómo le reventaba el cráneo a su hija —comentó con cierta apatía—. Podría decirse que fue un encargo de última hora.

—Eso es posible. —Se acercó Keita, sintiendo un poco de escalofríos por el semblante de Jonathan. Y es que, aunque él se emocionaba con estos casos, y descubrir a manera de juego el cómo habían sido asesinados, sentía incomodidad por la indiferencia del otro—-. En los demás casos vimos cómo se tomó la molestia de imitar algunos elementos, pero por los golpes, podría decir que le rompió las piernas, los brazos, después golpeó su abdomen y pecho, provocando una distención, y al final, la mató reventándole el cráneo.

—Fue sádico, pero no como le hubiese gustado, si tomamos en cuenta el tiempo que se tomó con las víctimas pasadas —suspiró Yon, observando la escena del crimen—. Ellas eran familia de...

—¡¿Qué carajos está pasando aquí?! —gritó el padre de esa pequeña, y esposo de aquella mujer.

—Carajo, ¿es el alcalde? —jadeó Jonathan, viendo a qué venía la advertencia—. ¿Por qué vive en un cuchitril así?

Cabe aclarar que era una casa de alguien clase media alta, no muy ostentosa, algo simple, por lo que hacía casi imposible pensar que ahí viviese el alcalde de la gran ciudad.

—Iré a calmarlo —dijo Yon, retirándose de inmediato, para sostener al hombre que ni de pie podía estar.

—Hay ira en esta escena del crimen, ustedes llegaron a mencionar que hay un traidor en la casa, ¿no? —preguntó Keita, quien revisaba a más detalle la escena del crimen, pero lamentablemente estaba demasiado limpia, en cuanto a evidencias se refiere.

—¿A qué quieres llegar? —Se acercó Fernando, poniéndose en cuclillas.

—Tal vez sí haya un traidor, pero el asesino puede que sea alguien más. El tipo de la tele, quien delató a los cuatro jinetes. Su forma de expresarse, una persona narcisista. No sólo puso énfasis en que dos de ellos nacieron en cuna de oro, debe ser una persona proveniente de una familia pobre, lo cual le hace sentir el derecho de hacer lo que él quiera, como si el mundo le debiera algo...

—¿A dónde quieres llegar? —preguntó Fernando, sintiendo un claro escalofrío.

—Este podría ser su primer crimen donde no imita, hasta donde sabemos, si ese es el caso...—Miró a sus espaldas, justo a las ventanas donde se colaban los flashes de los reporteros—. Podría jurar, que debe estar aquí, observando cómo descubrimos su obra de arte.

—¿Crees que sea Jonathan? —cuestionó, pues su llegada era demasiado conveniente.

—No lo creo, su reacción no fue la mejor, pero no es ese tipo de asesinos.

—¿Cómo lo sabes?

—Esto es desordenado, a pesar de que la persona sabía qué hacía, hay demasiada rabia aquí. Esto es un trabajo demasiado impulsivo. Incluso en sus imitaciones, a pesar de todo, se podía ver vestigios de eso mismo. El Sr. Jonathan es demasiado limpio, incluso sus navajas siempre están sin sangre, y por su manera de expresarse, sospecho que tiene conocimiento de medicina como Sky, en un sentido más quirúrgico.

—El asesino igual, ¡no? Lo mencionaste con los anteriores asesinatos. Sabía dónde cortar y golpear.

—Sí, pero sigue siendo muy sucio. Lo que acaba de hacer con esta mujer, fue una mezcla entre tortura física y psicológica. No impresionan sólo los cortes estratégicos para infringir dolor; el tipo, quiere hacerlo caótico y grotesco, para quebrar mentalmente a sus víctimas. Sky y Jonathan sólo quieren dar dolor, la psique no les importa.

—Sé que sonaré como cuando dicen que el agua moja, pero...estamos tratando con un sádico —balbuceó Fernando, profundamente pensativo.

—Y aunque aparentemente las víctimas son ellas dos, fue un trabajo rápido. La verdadera víctima es quien no pudo hacer nada —dijo Keita, volteando a ver al Alcalde, que pedía que lo mataran, a su vez que berreaba. Yon intentaba calmarlo, pero... ¿cómo calmas a un hombre que acaba de perder su sentido de vida? —. Pero qué carajos —jadeó Keita, al ver cómo Jonathan tomaba al hombre y le abofeteaba.

—¿Señor Jonathan? —gimoteó impresionado.

—Deje de llorar, no va a solucionar nada chillando.

—Jonathan, acaba de perder a su familia —pidió Yon con suavidad, intentando separarlo, pero el otro era muy grande.

—Y por eso, debe ponerse en custodia, con protección y ayudar a resolver el qué carajos está pasando aquí. —Miró por el rabillo al chico, analizándolo fijamente.

—Jonathan —le llamó Fernando con severidad, logrando que soltara al hombre—. Señor Alcalde, lo lamentamos mucho. Prometo que solucionaremos esto, tenemos aún a los federales con nosotros. Lo cuidaremos, y pediremos que nos diga todo lo que sabe. ¿Está bien?

—¿Quién pudo hacer esto? Sólo era una niña —sollozó, sin poderse sostener del todo aún. No pidan tranquilidad, ni que se enfoque. Todo se sentía y olía tan fresco.

—Es lo que averiguaremos. No hablemos aquí —dijo Jonathan, seguro de sus palabras—. Si me permiten, creo que es mejor llevarlo a mi hogar. Sólo confío en usted —miró a Fernando fijamente—. Así que será usted quien me acompañe.

—Con el debido respeto. Este caso les pertenece a los federales, el Sr Fernando sólo está como un asesor más y...—intentó interferir Yon, para que se hicieran las cosas de forma correcta.

—El joven Popov no está aquí, ¿alguien lo ve? Entonces, tendré que llevarme al segundo al mando, y evidentemente no eres tú —resopló Jonathan de forma altiva.

Yon apretó los puños, sintiendo que nadie lo tomaba en serio ni en cuenta. Estaba en la nada. Ni siquiera su placa, sus estudios, ni experiencia, le aseguraban el respeto de los demás.


Los Cuatro JinetesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora