Capítulo 33 La Princesita

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Había una vez, en un lugar muy lejano, una reina. Ella lloraba oro y diamantes cada vez que estaba triste, por ende, era tan deseada, que día a día, sus tierras sufrían saqueos en busca de ella.

Un día, un malvado y codicioso dragón, la tomó; ella era muy pequeña, por ende, día y noche lloraba, y lloraba, logrando enriquecer y satisfacer a las horribles criaturas que la visitaban cada qué podían.

Pasaron los años, creció, y tuvo una hija, producto de uno de esos dragones. Para mala suerte de ellas, no había heredado nada de esos monstruos, ni siquiera su fuerza, sólo la belleza y lágrimas de su madre, mismas que no tardaron en secarse en la reina, provocando que fuera desechada.

Fue así, que la princesa tomó su lugar, siendo su falsa y amable cara, la nueva riqueza del lugar. Tenía que portarse bien, si no quería ser tirada a la basura. Pero tranquilos, de ley, cada triste historia, donde una princesa es raptada, debe terminar con ella siendo rescatada.

Hombre tras hombre, aparecían en su vida, queriéndola sacar de ahí por su belleza; sin embargo, terminaban siendo dragones disfrazados que codiciaban sus lágrimas de oro y diamantes, no fue hasta que un monstruo, llegó a su verdadero rescate.

Los dragones, malvados pero majestuosos, contra una abominación de buen corazón. Es ahí donde empieza verdaderamente esta historia.

—Es la primera vez que venimos a tu mansión sin que nos tapes los ojos —jadeó Balaam, pegando la cara al cristal, observando lo hermoso que era el camino.

—Si algo sale mal, sabrán hacia dónde huir. Después les indicaré qué partes de mi jardín, y sus alrededores, están prohibidos.

—¿Prohibidos? —musitó Mary, bastante intrigada.

—Soy una persona paranoica, tengo mucha seguridad en mis terrenos, y lugares aledaños. Trampas, cocodrilos, bardas, objetos electrificados, etc.

—Entiendo —susurró para sí misma, observando los verdes caminos. Era la primera vez en su vida que salía de La Gran Ciudad, o al menos a las cercanías de su frontera. No conocía el bosque, más que por lo que veía en la televisión.

—Cuando lleguemos, te llevaré al invernadero del Sr. Jonathan —susurró Balaam a Mary, pues sabía que ella tenía que distraerse.

—¿Qué pasa? —jadeó Sky, aún alterado, observando cómo Jonathan a consideración de él, prendía todas las luces al interior del coche, fue ahí que observó cómo el suelo de la solitaria carretera se iba abriendo, dejando ver un túnel que se cerraba tras de ellos.

—Como dije, soy paranoico.

—Y rico —se burló un poco Balaam, dejando ver un poco, lo malcriado que era en realidad.

—Mira quién habla, don: uso la riqueza de mis padres muertos —resopló Jonathan, sonriendo ladinamente.

Sky hizo una mueca, intentando no ver el exterior del coche, la oscuridad le ponía muy nervioso. Así que volteó con Mary, observándola fijamente, sin entender por qué ya no sentía envidia de que Balaam la viese a ella, y no a él.

—Entonces...eres prostituta, ¿no?

—No empieces —gruñó Balaam, achicando la mirada.

—Eres muy vieja para ser prostituta, pero eres muy bonita. Supongo que por eso no te han desechado, y... ¡Ay! —se quejó, sobándose la nuca por tremendo zape que le había metido Balaam—. No dije nada malo, es prostituta, yo un asesino, y tú un caníbal. ¿Ontá la mentira?

—Lo era, no creo volver a eso. Antes muerta —respondió Mary con suma tranquilidad, y una mirada algo vacía.

—¿No te hacía feliz? —preguntó con incredulidad.

Recordemos que Guerra no tenía distinción en las muertes, él sólo obedecía órdenes de Hambre sobre quién matar. No comprendía por qué hacer algo que no querías.

—No conocía más, esa es la vida que me tocó ¿no? —respondió, ladeando la cabeza. Al oír a Sky reírse, se extrañó.

—Oh, lo dices en serio —dijo sorprendido, de ver que no se reía—. Creo que todos pensamos lo mismo —dijo siendo empático, sin darse cuenta—. Yo pensaba que vivir encerrado, era lo que me había tocado —musitó, recargando su mejilla en el respaldo del asiento.

—¿Qué fue lo que cambó? —Se inclinó, curiosa.

—La muerte, no quería morir —susurró algo ido—. Ninguno de nosotros queríamos morir. Morir significa estar a oscuras, la oscuridad da mucho miedo. Un mal día puede convertir a cualquiera en un asesino —dijo tras una risa amarga.

—No quisiera que tuvieras un mal día —intervino Balaam, sonriendo con una suavidad, que tranquilizaba el alma de cualquiera, a la vez que acariciaba su nuca.

—Creo que ninguno queremos que más personas tengan un mal día —dijo Noa, desde el asiento del copiloto. Los chicos, estaban conscientes a mayor o menor medida de su locura.

—Creo que me hubiese gustado tenerlo, tal vez habría evitado...—susurró Mary para sí misma, al final, no tenía nada que perder.

—Te puedo enseñar, para que mates a quien le hizo eso a tu amiguito —dijo Sky como si nada, encogiéndose entre sus hombros—. Si tienes ganas de hacerlo, ¿por qué no intentarlo?

—Sky, recuerda lo que te dijo Keita —reprendió Balaam, al menor.

—Me dijo que, si la libertad era tan importante para mí, no podía privar a otra persona de la misma. Sin embargo, si esa persona le quitó la libertad a alguien más, ¿no podemos hacer lo mismo? Sobre todo, si se trata de ese bastardo que nos ha complicado la existencia. Deja que ella decida, ¿quieres matarlo? —Sonrió ladinamente, pasando sus ojos de Balaam, a Mary.

—Estamos llegando, Noa, amor —suspiró Jonathan, tan enamorado de sólo decir su nombre—. ¿Te puedo encargar al Alcalde? Sé que lo mimarás, pero...—Hizo un puchero fingido, acariciando su mejilla con su pulgar—. No más que a mí.

—Son repugnantes —resopló Sky, genuinamente asqueado. Claro que les tenía envidia, quería tener un romance así.

—Y tú, morirás solo, mocoso de porquería —gruñó Jonathan—. Anda, bajen. Debo ir por los demás.

—Déjame ir contigo —jadeó Sky, casi abalanzándose al asiento del copiloto, sacando a empujones y patadas a Noa, desde atrás.

—¡Ten cuidado! —gruñó, jalándole las orejas y mejilla—. Noa, mi amor, ¿estás bien? —gimió, preocupado.

—Duerme con un ojo abierto —contestó Noa, levantándose con una dulce sonrisa, sin dejar de ver a Sky.

—¿Para qué quieres ir? ¿No tienes algo mejor que hacer? Tienes cosas que analizar de la escena del crimen.

—No puedo hacerlo sin Keita, quiero ir a verlo. Llévame con él —ordenó.

—...—Jonathan se quedó callado, observando cómo Sky estaba dispuesto a pasar nuevamente por el oscuro túnel, con tal de ver a ese tipo—. Está bien, necesito a alguien que me cubra la espalda, en caso de necesitarlo —musitó, llevando su mano para acariciar su nuca de esa forma paternal que sus muchachos necesitaban—. Balaam, instala a Mary, y cuando regrese, quiero una lista de los clientes que ella recuerde. En mi oficina tengo una lista de mis compradores y conocidos, seguro reconoce rostros —dijo como último, antes de irse con Sky.

Una princesa fue rescatada de su torre, tras el asesinato de su única familia, mientras que otra, tuvo que salir de su confinamiento, y encontrarse con su príncipe. Esperemos que esto sea Romeo y Cenicienta, y no Romeo con Julieta.

Los Cuatro JinetesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora