Capítulo 20 Hilos

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En mi anterior obra se habló del hilo del destino, y cómo una sola persona puede cambiar tu existencia. En este caso, quiero señalar que estos mismos hilos están entrelazados, una cosa lleva a otra, lo que se traduce en: Estás destinado a conocer a ciertas personas. Justo donde se enreda el hilo, es la gente que conocerás.

—Vamos, mi 'jito. Tu puedes —pujó una voz masculina.

—No puedo papá, la corriente es muy fuerte.

—Y lo será más, si esa tormenta nos alcanza —logró alzar la voz, para que se escuchara a pesar de la fuerte tormenta eléctrica.

—Estoy cansado. ¿Papá? ¿Papá? ¿Dónde estás?

—¿Tas bien? —Se acercó Luke de forma sorpresiva, dándole un buen susto al mayor.

Fernando estaba descansando en el sofá, mirando de forma distraída el gran ventanal y la tormenta que se aproximaba.

—Uh, no me gustan los truenos —dijo sorpresivamente calmado, mirando un poco al menor.

—Oh, entiendo. ¿Lo quieres? —Le ofreció su máscara de la felicidad, al menos así le llamaba.

—No gracias, estoy bien —respondió un poco ido.

—...—Luke rechinó un poquito los dientes, sin entender por qué parecía tan triste. No estaba seguro si el recién incidente, y que ahora los reporteros estuviesen encima de ellos, tenía algo que ver—. ¿Puedo abrazarte? Los abrazos son felices...

—Yon...—le llamó, achicando su único ojo—. Quítame esto de aquí.

—¡Ya dale un abrazo, maldita sea! —se quejó sin querer, casi vomitando esas palabras—. Quiero decir, lo siento, estoy dándome una ducha—. No era mentira, era su único momento en paz.

Fernando resignado y asqueado, abrazó a Luke, quién por alguna razón, siempre estaba pegajoso. Sin embargo, no esperó que su gesto fuera reconfortante. Se sentía el sincero cariño de este...asesino. No olvidemos la naturaleza de nuestros chicos.

—Te felicito por no querer arrancarme la cabeza —carraspeó algo tenso.

—¿Por qué haría eso? —Rio tontamente, recordando sin querer a Fernando, que el menor no era consciente de las cosas que hacía. Eso era tan peligroso.

—No importa, te prepararé algo de comer y veremos unas películas. ¿Está bien? —dijo resignado a que tendría que pasar la noche con él.

Por otro lado, Sky estaba a lado de Keita, sentado en una silla mientras el otro se encontraba recostado. No parpadeaba ni un solo momento, incluso se ponía gotas para humedecer sus ojos.

—Sky, estoy bien —dijo enternecido. Los ojos del chico seguían rojos e hinchados de lo mucho que había llorado.

—Lo estás, porque te vigilo. —Y ahí estaba, esa nula gestión de emociones que le provocaba ser tan extremista. Al menos los impulsos asesinos bajaban un poco.

—Sky, estás...

—No estoy exagerando. Eres la primera persona normal que me ve bonito —le interrumpió con un notable puchero—. No dejaré que te mueras. Ellos prefirieron lastimarte a ti, antes que a mí. No lo entiendo, y no me gusta. Tú eres inofensivo, tú no matas todo lo que tocas, tú no eres feo, tú...

—¿Sientes que todo lo que tocas, lo matas? —dijo al lograr sentarse, llevando sin saber por qué, su mano a la mejilla ajena, para limpiar esas traicioneras lágrimas.

—...—Sky asintió tras apretar sus labios—. Siempre he sido brusco con mis manos —admitió por primera vez en su vida—. Mis papás me decían que no había remedio, así que preferí resignarme.

Los Cuatro JinetesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora