Capítulo 35 El Club Lirio

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-Con esto, se inicia la segunda temporada-

Todo el mundo es desechable y, aun así, el mal es interminable.

Conocemos Ningún Lugar, la zona más baja, donde debes cuidarte de absolutamente todo, para que no te quiten el pan de tus dedos muertos; también ubicamos Los Suburbios, zona de clase media donde se puede escapar del caos, aunque es donde las tragedias más atroces suceden, por lo mismo que nadie espera el peligro. En seguida, tenemos el centro de La Gran Ciudad, donde tu vida cuesta menos que una cartera barata, pero es más probable sobrevivir porque nadie baja la guardia. Y finalmente, tenemos La Lomas, colinas que rodean el centro, lejos de la chusma. Ya se imaginarán qué tipo de lugar es.

—¿Ya casi llega? —resopló una ronca voz.

—Sólo falta ese idiota. Definitivamente se le salió todo de las manos —gruñó, mirando su costoso reloj.

—Carlos está bien muerto por sus descuidos. —Rio un tercer hombre—. Aunque bueno, en defensa del gobernador, empezaba a ser un dolor de trasero, como si su compañía realmente fuera útil.

—¿Sigues enojado porque te reclamó? No lo culpo, mira que empezar a comerse su mercancía, es asqueroso —se burló un cuarto hombre, a la vez que acomodaba sus anillos.

En esa ostentosa habitación, con vista a toda La Gran Ciudad, se encontraban el Secretario de Relaciones Exteriores, el de Seguridad, Azcárraga, dueño de una de las televisoras más importantes, y Duarte, propietario de la empresa farmacéutica principales a nivel internacional.

—No iba a desperdiciar mercancía —resopló Duarte, relamiendo sus labios—. Admito que saber de Hambre, me hizo sentir curiosidad, y estaba demasiado aburrido.

—Saben qué, empecemos. Después de todo, nosotros somos los que realmente mandamos. El gobernador sólo hace nuestra voluntad —suspiró el Secretario de Seguridad.

Fuera de lo que piensan, este cuarteto de hombres, no eran viejos, ni feos. Tal vez sí de aspecto maduro, pero bien cuidados. Sabían qué, para dar confianza, debían ser atractivos, y de ojos bondadosos. Al final, representaban áreas muy importantes como: seguridad, salud y entretenimiento.

—Sabemos cómo lucen los cuatro jinetes —balbuceó Cienfuegos, el secretario de Seguridad.

—¿Seguros que tenemos que matarlos? —preguntó Azcárraga, clavando sus profundos ojos verdes, en la foto de ellos—. Podríamos repartírnoslos, y divertirnos con ellos. No sé, son lindos, excepto por esa cosa. —Arrugó su nariz, refiriéndose a Balaam.

—Vamos por partes, Jonathan nos metió en este problema —suspiró Casarín, Secretario de Relaciones Exteriores.

—Ah, la decepción amorosa —se burló Duarte, sonriendo ladinamente, para volver a una sepulcral seriedad—. De todos, no imaginé que él fuese a ser el traidor. Debe ser el primero en la lista a eliminar.

—¿Pero a dónde? Estuve al pendiente del cateo de su hogar, pero evidentemente era señuelo —resopló el Sr. Cienfuegos.

—Estoy seguro que nuestro ayudante, podrá decirnos. Hiciste bien en reclutarlo. —Sonrió Duarte al Secretario de seguridad—. Si nos logró mostrar a caballo blanco, seguro el verdadero hogar de Jonathan quedará al descubierto.

—Lo sé, lo sé. Es bueno, e hizo bien en calmar a Hinojosa. Ese idiota se creía dueño de la mercancía, como si él la consiguiera —resopló Cienfuegos, tamborileando la mesa. Relamió sus labios, y dio una pequeña mordida, pensativa—. Ahorita están en terreno de Duarte.

—Así es, se le dio un buen aviso al agente Fernando. Ese idiota, no sabe cuándo parar con la investigación —contestó Duarte, un poco irritado.

—¿Acaso es su culpa? Si el gobernador se hubiese puesto firme sobre la ejecución de esos lunáticos, no tendríamos este problema, pero no, el Alcalde pudo más —gruñó Azcárraga, tallándose la frente con los dedos.

—¿Hay manera de asesinarlo en el hospital? —planteó Casarín, sonriendo ladinamente.

—¿Y manchar a mi hospital? Los medios están encima de ellos, gracias Azcárraga —resopló sarcásticamente—. Si quieren matarlos en mi área, deben hacerlo sin manchar su reputación, ni a mis doctores. Hemos logrado mantener todo a raya, no seré el segundo en caer.

—Honestamente, creo que hay que tomar un nuevo rumbo —una juvenil voz se hizo presente.

Los cuatro hombres voltearon a ver a éste nuevo personaje, alzando sus cejas.

—Tú, ¿qué haces aquí? — Sonrió ladinamente Casarín, algo divertido.

—El gobernador era un sospechoso obvio, necesitamos que él sea la cara de éste problema —contestó el "desconocido", tomando el control para prender el televisor.

"Últimas noticias, el Gobernador de La Gran Ciudad, ha sido hallado muerto en su domicilio a horas de haberse anunciado el asesinato de Carlos Hinojosa. Se estima que fue un suicidio, dado que, junto con la noticia, se revelaron fotos que relacionan al político con la trata de personas.

El gobernador interino tomó la palabra hace unas horas, frente al restaurante más afamado de La Gran Ciudad, mismo donde se sospechaba, era centro de prostitución infantil. Vamos con la retransmisión..."

—Vaya, entonces... ¿qué haremos? —preguntó Duarte, genuinamente.

—Esperar que las aguas se calmen. Cienfuegos, quiero que empieces a hacer cateos, necesitamos que todas esas personas sean liberadas. Necesitamos que la gente crea, que la trata de personas ya no existirá aquí.

—Pero, de ahí financio mi hospital, y...

— Tranquilo, la gente sólo requiere verlo en televisión, y después volveremos a la normalidad, sin embargo, quiero algo que beneficie nuestra economía. La trata de personas está bien, pero seamos honestos, sólo la élite se puede permitir de eso. Pero, ¿qué piensan de extender nuestro mercado?

Los hombres voltearon a verlo con completa atención, inclinándose para escucharlo.

—Las drogas pueden llegar a más personas, Duarte sólo necesita que sus doctores receten más analgésicos, se volverán adictos e irán a las calles a conseguir más, Azcárraga, las campañas antidrogas, entre más exageradas, más ayudarán a que los jóvenes se animen, al ver que las drogas no se sienten tan mal como las pintan en la tele. Y ustedes dos —señaló a los secretarios—. Ya saben qué hacer. La Gran Ciudad tendrá un cambio.

Los Cuatro JinetesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora