Capítulo 49 Hambre

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Cuando la guerra azota, el hambre acecha. La cuestión es... ¿hacia dónde se inclinaría la balanza? Yon más que hambre, sentía una profunda gula y lujuria por destruir. Ver las muecas de esa gente con la que convivió, y tanto le desagradaban, hundirse en dolor, sería su mayor placer. Mientras que Balaam, era una genuina hambre de justicia, donde el fin justificaba los medios. No dejaría que la falta de, llegara a sus territorios.

—Hush, ya estoy en posición. Mary está entrando —anunció Balaam desde las alcantarillas, preparando todo su equipamiento.

—Entendido, yo estoy con Noa. Por seguridad, cortaré nuestra comunicación, no quiero correr el riesgo que nuestro canal se empalme con las radios de los guardias.

—Sí, está bien. Cualquier cosa, ya sabes cómo me comunicaré —dijo tras cortar, observando la pequeña pantalla que tenía en la mano, misma que se enlazaba a la cámara de Mary que, aunque no guardaba nada de lo grabado a diferencia del equipo de Hush, así vigilaba a su preciosa.

Tomó una bocanada de aire, irguiéndose un poco, dejando que su deforme cuerpo tronara. Estaba estresado, aun así, no dejaría que esto arruinara el plan.

Mary por su lado, entraba al condominio en una lujosa limosina, misma donde era acompañada por algunos guardias, que no dejaban de comérsela con la mirada. Si no fuera porque Cienfuegos pidió que no tocaran la mercancía, en ese momento ella estaría siendo utilizada como un simple muñeco.

—Es usted muy hermosa —habló finalmente uno de ellos, relamiéndose los labios.

Mary inexpresiva, no dijo nada. Estaba enfocada en cumplir su objetivo, y destapar toda esa porquería; por ende, no estaba obligada a ser amable, mucho menos con ellos que no eran parte del plan.

—Vamos, te verías más bonita si sonrieras —insistió, sin embargo, Mary desvió la mirada para observar el tranquilo paisaje.

Se podía ver que ahí vivía mucha gente adinerada, dando la falsa sensación de ser un lugar tranquilo, e incluso familiar, pues no sólo las lujosas viviendas resaltaban, sino también edificios que eran dedicados a ser clubes. Algunos deportivos, para las madres y sus hijos, y otros, proclamándose "ejecutivos", para hombres de negocios, que necesitan escapar de la cotidianidad.

Mary llegó justo a uno de esos clubes, que destacaban por una sobria arquitectura, donde el negro y gris resaltaba. Bajó del coche apenas le abrieron la puerta, y extendieron la mano. Ella dejó caer su elegante vestido de lentejuela color vino, que era adornado por unas cadenas doradas con pedrería, misma que enmarcaba sus hombros, pechos y cintura.

La muchacha dio algunos pasos, para subir las elegantes escaleras de mármol, y apenas entró, un guardia le detuvo.

—Por seguridad, le pediremos que se quite toda la ropa y accesorios —indicó el hombre en una sepulcral seriedad —. La guiaremos al baño, el Sr. Cienfuegos nos pidió que se aseara, y usara la ropa que le dejó, él lo esperará en la habitación.

Mary se quedó tranquila, mirando fijamente al guardia, parecía decir la verdad. Así que, con calma, deslizó las cadenas sobre su cuerpo, seguido de ese hermoso vestido. Le había durado tan poco el gusto de usarlo. Quedó totalmente desnuda, incluso los zapatos, tuvo que entregarlos, y apenas obedeció las órdenes, el guardia le guio al baño, mismo que estaba alado de la supuesta habitación.

Le abrieron la puerta, haciéndole pasar, observando que el muchacho se quedaría afuera a cuidar la entrada. Al parecer no estaría ni un solo momento sin compañía.

Balaam por su parte, podía ver que la cámara de los ojos de Mary, eran los únicos en funcionamiento. Esperaba que acabara pronto, y que no hubiese la necesidad de que ella se acostara con él. Mary iba a tener la vida que merecía, pensaba Balaam, sonrosándose hasta las orejas, suspirando tan enamorado, mientras se imaginaba cuántos vestidos le compraría. Por ella, regresaría a su vieja y abandonada mansión, para remodelarla. Vivirían lejos de todo y todos.

Los Cuatro JinetesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora