Capítulo 5: Chicos de Juguete

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Advertencia: Esta novela no glorifica ni romantiza las escenas que se presenta, tampoco justifica a los criminales, y como autor creo profundamente que las patologías o enfermedades mentales deben ser tratadas con la importancia que merecen. No se está a favor de la violencia ni mucho menos de despreciar dichas condiciones mentales. Agradezco a Laura Mejía por ayudarme con la investigación inicial.


-Una semana antes-

Los suburbios, un lugar pintoresco que rodeaba la Gran Ciudad, donde familias enteras vivían para poder criar como era debido a sus hijos. Ya saben, casas semejantes en colores blancos, con tejados rojos, grandes jardines que cercaban el bosque, calles tranquilas con diversos letreros de: "cuidado, cruce de niños", escuelas grandes y su respectiva iglesia.

La tranquilidad se respiraba, y las personas vivían en paz, lejos de la ajetreada ciudad, pero lo suficientemente cerca para que los padres de familia fuesen a trabajar y traer el sustento de cada día; todo bien, hasta que esa noche lluviosa llegó.

—Por favor, por favor deja ir a mi familia —gimió un hombre regordete, de mejillas coloradas y cabeza donde apenas le crecía pelo. Su imagen era la viva forma de una persona bonachona, el cual mueve su pancita al reírse.

El intruso de la casa le "miraba" fijamente, a través de aquel saco de tela que usaba como máscara en la cual tenía dibujada la cara de un payaso; fácilmente podían identificarlo como "Muerte", para esa familia era evidente que se aproximaba el fin.

—Por favor, piedad... te daré lo que sea, tómame a mi si lo deseas, pero no le hagas daño a ellos —suplicó una vez más el señor.

El enmascarado, se paseaba por el comedor, donde los tenía amarrados. Saltaba de vez en vez sobre los juguetes que estaban tirados, y acariciaba las cabezas de sus víctimas sin dejar de clavar sus ojos en el hombre. Era una escena donde se podía mezclar el aroma del terror, con el sudor y el salado llanto con el dulce hedor de los pastelillos recién horneados que se encontraban en la mesa, la fuente de chocolate, el azúcar y el té que se había servido. Daba un aire al país de las maravillas por el festín y adornos que le rodeaban.

La madre de los niños temblaba, trataba de no llorar para poder consolar a sus dos hijos, quienes mojaban sus pantalones de terror.

—¡No, por favor detente! —berreó la señora, viendo cómo el tipo jalaba de los cabellos del hijo más pequeño y sacaba a su vez un cuchillo de sierra.

-Actualidad-

—Qué emocionante, ¿a dónde iremos? —chilló Sky sin ocultar su cínica alegría.

—Atenderemos un nuevo caso —contestó tranquilamente Lukyan, sin querer con un acento marcado.

—Uh, ¿y por qué los estoy acompañando? —resopló entre divertido y curioso.

—Porque dado el trato, ustedes comenzarán a ser nuestros asesores y eres el único mentalmente estable disponible —dijo Keita de manera amable, sonriendo ampliamente.

—¿Lo soy? —dijo Sky realmente extrañado pero halagado.

—Contemplando que Balaam debió quedarse a responder las preguntas de Fernando respecto a la nota que dejaron el día de ayer, que Luke habla con una cabeza decapitada y que Noa no quiso asistir por pereza...sí, eras el único disponible y cuerdo —añadió Lukyan fríamente, arqueando una ceja a la vez que asomaba sus claros ojos del periódico que leía.

—Imbécil —bufó Sky entre dientes, cruzándose de brazos bastante ofendido —. En realidad, de aquí no sólo soy el más cuerdo... si no el más honesto, par de idiotas.

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