Capítulo 6: El titiritero

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-2 días antes de la captura de los cuatro jinetes-

"Con monedas compro un dedal

Si hay más, una aguja

Aunque dinero debo ganar

¡Ahí va la comadreja!

Corre y corre por el moral

Tras una comadreja

Un mono al que le gusta jugar

¡Ahí va la comadreja!"

Era pasada las ocho de la noche, y un hombre de traje llegaba a su ansiada casa, deseoso de ser recibido por su esposa, y acostar a su precioso hijo.

Estacionó su coche, que bien no era del año, era aparentemente lujosos; bajó de éste y cerró, logrando escuchar aquella infantil canción venir de su hogar, limitándose a bufar una risa, creyendo que como era usual, a su esposa se le había pasado el tiempo jugando con el niño. Sin embargo, al entrar, vio que no había presencia alguna de su familia, mientras que la música sin pena ni gloria seguía suene y suene en un bucle que comenzaba a tornarse infernal.

—Amor, ya regresé —anunció el hombre, aflojando su corbata. Su mirada se paseaba por el vestíbulo, buscando el origen de la melodía que comenzaba a cansarlo—. ¿Bebé? —insistió, comenzando a ir escalera arriba, encontrándose al filo del piso superior la figura de lo que parecía ser un hombre delgado que lucía aquella famosa máscara que identificaba a Muerte.

El trajeado palideció un poco, sintiendo su corazón latir y su sangre irse hasta sus pies; podía observar cómo el intruso ladeaba la cabeza, acechándole con la mirada, siendo acompañado de ahogado gritos femeninos que provenían del fondo de la casa. Lo primero que pasó por su mente fue, su familia, corriendo sin meditarlo escalera arriba para taclearlo y quitarlo del camino.

El depredador pujó un momento, clavando un cuchillo en el omóplato del hombre, quien sorpresivamente estaba siendo víctima de la adrenalina y desesperación de ver su esposa e hijo, provocando que no se diera cuenta, cuan profundo había entrado el filo del arma, aunque en esos momentos era lo de menos.

—¡John! —gritó su esposa, quien logró quitarse la mordaza.

Ante el llamado, el hombre se apartó del asesino, corriendo lo más que pudo. El peso de sus pisadas y los gritos eran fuerte, pero no lo suficiente como para sobrepasar la estridente música. Una vez pudo llegar al cuarto de su hijo, observó cómo ambos estaban no sólo amarrados, sino disfrazados de una manera extraña; su pequeño lucía como un extraño Pinocho, y su esposa como el hada madrina, era un escenario tan retorcido y confuso que su estómago se revolvía.

—¡Cuidado! —chilló la mujer, observando al asesino venir detrás de él.

-Un día después de la investigación del senador Robles-

—Noup, esto no lo hizo Luke —dijo Sky, quien volvía a esta nueva escena del crimen, que recién había sido descubierta gracias a que habían reportado la ausencia del hijo en la escuela y del padre en el trabajo.

—¿Qué opinas? —musitó Lukyan, mientras observaban.

—Bueno, creo que todos concordamos que hubo pelea, cosa que nunca verás en nuestro trabajo. Esto es un poco desastroso, y sinceramente... —dijo Sky, observando los cuerpos de la familia no sólo decapitada, sino colgada por medio de los tendones, pareciendo un grupo de marionetas—. Luke será lo que sea, pero sádico no es. Al menos no se tomaría la molestia de hacer esto —confesó tranquilamente, dejando ver la retorcida compasión que tenían sus compañeros.

—¿Quiénes serían los sádicos, entonces? —preguntó Lukyan con un deje de ironía, claramente era una pregunta retórica.

—El señor Balaam y yo —suspiró Sky, realmente enamorado de pensar en su alma gemela.

Los Cuatro JinetesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora