Capítulo 11: El Viudo

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"Con esta triste y maullida serenata

La noche es una lata, no duerme el más gallón

Salió una vieja con cuetes, crema y bata

Y le pidió a la gata tuviera compasión

Pero la indina se hace la remolona

Pos' dice la patrona que ya no dé jalón

El pobre gato está pagando el pato

Allá va otro zapato y allá va otra canción"

—¿No ha salido de la cama? —la voz de Fernando resonaba afuera del cuarto de Sky.

—No era broma cuando mencioné que le tenía miedo a la oscuridad —respondió Keita, tallando su tenso cuello. Se notaba preocupado.

—¿Luke ya dijo por qué hizo esta estupidez? —cuestionó Lukyan, sin saber por qué estaba inquieto.

Las voces parecían alejarse de los oídos de Sky, quien, recostado de lado, miraba fijamente la lámpara de noche.

—Balaam —llamó el peliblanco—. ¡Balaam! —gimoteó suplicante.

El mencionado sin tocar, entró de inmediato. A pesar de actuar repelente con su compañero, al final era el hermano mayor que ninguno de ellos tuvieron.

—Aquí estoy —susurró el pelirrojo, quien acurrucó al menor—. Dejen la puerta abierta, por favor —pidió a los hombres, quienes se asomaban.

—¿Está todo bien? —preguntó Keita, quien entró de lleno.

—¿Puede quedarse él también? —dijo Sky a Balaam, jalando como pudo al oficial, para que también le abrazara.

El líder de los cuatro jinetes, asintió algo extrañado. Soltó una risa que sonó más como resoplido. Se sentía feliz de que Sky tuviese a alguien de confianza. Sólo se limitó a dedicarle una gentil y agradecida mirada al hombre.

Sky finalmente durmió, pero sólo cuando la luz del sol se asomó por el gran ventanal de la habitación. Ambos muchachos salieron, algo tensos y rígidos. Balaam estaba algo preocupado por sus muchachos, no sabía si había algún avance.

—¿Cómo han visto a Luke y Sky? De Noa, ni pregunto. Sé que es el último en atenderse por ahora.

—En mi caso, ya no ha intentado arrancarle la cabeza a Lukyan por ser un limón agrio —contestó Yon, sintiéndose victorioso.

—¿Qué no ha querido qué? —jadeó el mencionado, asomándose desde la cocina.

—No seas chismoso —regañó Fernando al rubio, jalándolo de vuelta.

—¿Cómo ha lidiado con eso?

—Bueno, aún no ha sido del todo exitoso, pero es un paso. Se tapa los ojos —carraspeó un poco Yon.

—¿En tu caso? —Miró Balaam, fijamente a Keita.

—Bueno, se ha abierto un poco conmigo. Es una mezcla entre daño del lóbulo frontal, y una educación...ausente —carraspeó un poco, para hacer un leve silencio—. Primero trataremos esos problemas emocionales, y después recomendaría ir con un psiquiatra para analizar si necesitará medicamento, o incluso cirugía. Es buen muchacho, sólo que no controla sus impulsos.

—Entiendo, agradezco sus atenciones con ellos. De verdad.

Yon asintió, sonriendo cálidamente. Balaam correspondió, para retirarse hasta que Keita le detuvo.

—Quería ver si podía hablar contigo —dijo algo nervioso, pues nunca había hablado a solas con Hambre—. Es sobre él. Necesito...

—¿Quieres que te ayude a comprender su nulo control de los impulsos?

—Por favor. Es a quien más confianza le tiene y...por cómo lo adora, me da la impresión que tú lo...

—¿Salvé? —completó, sonriendo suavemente—. Ese chico —suspiró, negando con la cabeza—. Me da demasiado crédito. Está bien. Vamos a la terraza, quiero ver el sol mañanero.

—Entonces... ¿Sabe algo sobre Sky? —musitó Keita, acomodándose en uno de los camastros, encorvándose para poner toda la atención del mundo.

—¿Conoces la historia de Rapunzel? — contestó Balaam, aparentemente de la nada—. Bueno, no Rapunzel, pero el cliché de la princesa atrapada en un castillo. Sonará cursi, pero...lo conocí mientras vagaba por el bosque, encontrando una de esas costosas y alejadas casas, donde gente millonaria vive. Vivía en la torre más alta, donde su única fuente de iluminación, parecía ser una ventana.

—¿Por eso le teme a la oscuridad? —pensó en voz alta el moreno, cuestionándose si Sky sufriría también de claustrofobia.

—Sus padres, eran lo que llamaban: "parejas modelo". Atractivos, exitosos, y con mucho dinero... uno esperaría que su primogénito fuera toda perfección. —Balaam soltó una risita, sin poder evitarlo—. La gente de dinero tiene costumbres muy medievales, ¿no? —dijo a la vez que reía con amargura.

—Supongo —musitó Keita, bastante pensativo, dirigiendo su mirada al horizonte al perderse en su mente.

—Parece que tienes otra opinión. Ah, me quitaré esto si me permites, que me está incomodando— dijo Balaam con tranquilidad, sacándose su dentadura, y esa molesta peluca.

—Los seres humanos a veces son muy medievales. Los pobres para sobrevivir, y los ricos por el qué dirán —se le salió a Keita finalmente, recordando cómo era ser un hombre negro.

—Es por eso que las minorías debemos cuidarnos, ¿no? Esa tontería de que todos somos humanos —resopló divertido—. No lo parece. Nos rebajan a animales —dijo, para mirar por el rabillo del ojo a Keita, atento a su reacción.

—Sí, tienes razón —sonrió con las cejas curvas—. Sky... ¿sería como un perrito mal domesticado?

—Asustado, diría yo. Siempre oía gritos en su torre, no sé qué era lo que hacía, pero al parecer, siempre lo hacía mal. Al igual que los míos, sus padres lo intentaron matar, pero...igual que los míos, fueron muy lentos —dijo con una expresión muy sombría—. Sin embargo, a diferencia de él, yo no esperaba nada de mis papás. Ya me imagino la decepción. Intentaron incendiar su habitación. Qué manera más cruel, ¿no? Tenían tanto dinero, que podían fácilmente cubrir todo como un accidente. Podría darte más detalles, pero tendrás que preguntarle a él. Dile de mi parte, que no hay problema que lo cuente.

—Muchas gracias, tal vez no es mucho, pero sí suficiente —dijo Keita, aún preocupado por el menor—. Ha avanzado mucho, las tarjetas de las emociones lo han ayudado.

—Seguro que sí, eres la primera persona en la que confía, además de nosotros. Eso me alivia. Supongo que aún tendrán pena de muerte cuando todo esto acabe, pero...siento la seguridad de que sus últimos momentos, serán felices.

—Me aseguraré que sea así.

—Me alegra —contestó al ponerse de pie—. Bien, iré a preguntarle a los señores si irán al burdel donde trabaja esa doncella—suspiró don intenso, saliendo de ahí, casi flotando.

Keita abrió ampliamente los ojos, sintiendoextraño el ver esa tierna mueca de Balaam, preguntándose de quién rayoshablaba.

Los Cuatro JinetesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora