Capítulo 25 Sugar Rush

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**Nota: Quiero agradecer de antemano a Qraion por prestarme su personaje de Mary. Se actualiza capítulo casi todos los días. En redes anuncio otras obras, como datos curiosos, dibujos y cosplays de personajes mios. Me ayudan compartiendo y leyendo.

Hay una sensación etérea difícil de describir para esta situación. La amargura que invade tu corazón por la muerte de un ser amado, se pelea con la ternura que domina tu cuerpo al sentir una gentileza desconocida. Así es como Mary se sentía. Era un bombardeo de sensaciones.

Él por unos momentos la hizo emocionarse, no quería pelear contra el sonrojo, pero la sensación de pérdida, seguía en su corazón.

Mary se encontraba recostada en la solitaria cama de Balaam, misma que él le había cedido. Ella sólo miraba el techo, a la vez que cerraba poco a poco los ojos, intentando que la brutal imagen de Saga, fuera sustituida por ese momento que tuvo con el pelirrojo.

Ella recordaba lagrimear, a la vez que se escondía bajo el perfumado saco ajeno. Fue en ese momento que sintió una excesiva amabilidad cargarla, y acunarla, a la vez de una tímida y torpe tarareo.

Mary se asomó, observando cómo Balaam, sonrojado de pena, y con miedo de invadir su espacio, la intentaba consolar. Ella sintió su corazón en un fuerte golpe en su pecho, junto con su estómago ponerse de cabeza. Era tal la emoción, que no pudo contener sus manos, mismas que fueron a tomar con gentileza su rostro. Deseaba acercarse y besarlo, pero él la detuvo para sorpresa suya.

—N-no...no es necesario —musitó el pelirrojo, sintiéndose mareado por la extraña sensación de que alguien tocara su rostro sin maquillaje ni prótesis. Incluso su cuerpo tembló por unos momentos, bajando su mirada con algo de miedo.

Ella intentó insistir, hasta que sus orejas retumbaron con la tonta pregunta de Balaam. "¿No le doy asco?", fue lo que escuchó de su parte. No podía creer semejante cuestionamiento.

—He aprendido —logró decir en un hilo de voz—, que el físico es tan insignificante. —Soltó una risita entre dientes, llena de amargura y desolación—. En ti...—susurró, encimándose un poco en Balaam, llevando sus manos para acariciar cada detalle de su rostro— un alma hermosa, gentil y dulce. —Mary estaba embelesada con su amabilidad, sobre todo en esta situación.

Balaam le miró algo absorto, incluso sus orejas se ponían rojas y calientes. Estaba mareado de tan bonitas palabras, nunca había escuchado algo así. Y no, el puerco de Sky no cuenta.

—Yo...yo hago esto porque quiero, no espero nada a cambio. Lo juro —dijo Hambre, sintiendo una dura necesidad de aclararlo.

Mary a pesar de su dolor, logró sonreír de forma triste. Tomó las mejillas ajenas, y le plantó un suave beso, algo simple, casi como un pico. Percibía la timidez ajena, no quería asustarle, aunque...si ella hubiera querido más, no habría podido, ya que el llanto comenzó a ganarle otra vez.

—Tenías razón, es alguien gentil. Siempre tuviste buen ojo —musitó la chica, observando el techo, tras recordar ese momento con Balaam.

Apenas balbuceó esas palabras, los sollozos aparecieron nuevamente, obligándose a cubrir el rostro con su antebrazo.

—¿Puedo entrar? —Se asomó Balaam. Era de mañana, y tenía en sus manos un delicioso desayuno. Al no oír respuesta, sino un par de sollozos, no pudo evitarlo, y entró de lleno— ¿Está bien, le duele algo? ¿Sky vino, y le hizo una grosería? Hablaré con él —jadeó, tras dejar la bandeja y acercarse para revisarla.

Antes de poderse ir, Mary le jaló para plantarle un suave y necesitado beso. Para alguien que había crecido de esa forma, no conocía otra manera de comunicarse o mostrar gratitud.

Balaam se sonrojó suavemente, separándola un poco. No quería verse abusivo.

—Demonios, le lastimé los labios —susurró apenado, viendo cómo sus afilados dientes la rasguñaron—. Deja le...—Se quedó callado, observándola—. Es tan bonita, en tantos sentidos — dijo queriendo contener la emoción. El contacto humano, le hacía muy feliz.

—Lo sé, suelen decírmelo mucho —musitó, aún algo ida.

—Pero seguro no de la forma correcta —sentenció, sentándose a su lado—. Mira, le traje esto. No sé qué prefiera, si dulce o salado, así que traje ambos. Lo más balanceado. Me gusta mucho cocinar, no hay carne humana, lo juro...no es algo que esté en mi dieta común, aunque la gente cree que sí —balbuceó notablemente nervioso.

—Eres muy dulce —susurró al oírle, seguía sintiendo la ironía de que este monstruo fuese alguien demasiado suave.

—Gracias, no suelen decir...

—Mi amor, ya está el desayuno. —Se asomó Sky, moviendo las cejas.

—Sky, por el amor a cristo, estoy en algo importante —gruñó, con su usual arrogancia.

—¡Blah! —respondió emberrinchado—. Se lo daré a Keita, él sí me aprecia —dijo, para sacarle la lengua en una trompetilla.

Balaam volvió con Mary, regresando a esa aura rosa y gentil, que era genuina, no lo mal entiendan. El pelirrojo, por naturaleza era cruel, arrogante y burlón, pero sabía fingir perfectamente amabilidad, gentileza y dulzura; como un lobo con piel de cordero, sin embargo, con Mary, genuinamente le salía esa bondad. Había algo en ella que simplemente respetaba y admiraba.

—Le dejo el desayuno, no quiero que sientas que invado demasiado —suspiró como el perro enamorado que era.

Él ya se estaba levantando para irse, cuando ella le tomó, y jaló un poco.

—No te vayas, no...quiero estar sola —admitió. Una parte de ella estaba resignada a morir, y que daba igual lo que le pasara, pero por otro lado, el razonable miedo humano de sentir dolor, desaparecer o sus derivados, le carcomían por dentro. Mary era una chica demasiado frágil, si la comparamos con los matones con los que se vio envuelta.

—...—Balaam le miró desde arriba, y asintió, sentándose nuevamente a su lado—. Sabe, cuando era niño —carraspeó un poco, algo nervioso—, mis papás me tenían encerrado en un cuarto que apenas tenía una ventanilla. Me aburría mucho. Así que procedía a morderme los dedos para sacar un poco de sangre, y dibujar en las paredes, así fue como perdí algunos de mis dedos —aclaró su garganta entre algunas palabras, poniéndose rojo—. Con esto no me refiero a que mastique sus dedos, hablo de que...si quiere puedo traer cosas para dibujar, y podemos distraernos así.

Mary le miró por unos momentos, aún con sus ojos hinchados y rojos. No tenía muchas ganas de hacer cosas, simplemente estar recostada, pero asintió. Tal vez se limitaría a verlo.

Los Cuatro JinetesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora