Capitulo 17

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Inuyasha decidió alejarse, no echaría todo a perder como años atrás, le había costado mucho encontrala, como para alejarla una vez más, estaría dispuesto a aceptar al bebé que estaba esperando, solo tenía que regresar a su hotel, calmarse y esperar unos cuantos días.

Por otro lado, Aome voy varias veces, pues sentía que alguien los estaba siguiendo, aunque después lo dejo pasar, creyendo que solo se trataba de su imaginación.

Mu: Estaba pensando en algo. - llamo su atención mientras esperaban por sus helados - Regresar a la casa aquí en el pueblo, solo en lo que tienes al bebé, cada día te cuesta un poco más moverte.
Aome: Había pensado lo mismo, pero... - lo miro con algo de dudas - ¿No te causará problemas en el santuario?
Mu: Tranquila, me puedo teletransportar para hacer las guardias y los entrenamientos.

Dos meses después

Para fortuna de Aome, Inuyasha había tenido que regresar a Japón para atender una emergencia, por lo que ella no se llegó a enterar que estaba en el pueblo.

Sin embargo, el sello de los 108 espectros se rompió, algo que ella también sintió, pues, sus poderes como sacerdotisa le advirtieron que algo malo estaba pasando.

Mu: Aome. - apareciendo frente a ella -
Aome: ¿Qué haces aquí? - pregunto mientras se acercaba a él - Creí que hoy por la noche tenias guardia en el santuario.
Mu: Yo... De verdad lo siento. - abrazandola - No quiero dejarlos, pero si hago esto es por garantizar el bienestar de ustedes.

Cuando Aome se separó de él para mirarlo a los ojos, lo pudo entender, la guerra santa de la que Mu le había hablado, ya había estallado, ahora entendía porque incluso ella había sentido ese extraño poder.

Amor: Por favor dime que no es cierto. - sollozo mientras se volvía a abrazar a él - Por favor.
Mu: Haré todo lo que esté en mis manos para sobrevivir. - besando su cabeza - Pero si no lo hago, recuerda que te amo, que los amo.
Aome: Mu... No te puedo pedir que no vayas pero... Por favor, trata de regresar a mi, a nosotros.
Mu: Haré todo lo que esté en mis manos. - respondió y luego se arrodilló hasta estar a la altura del vientre de Aome y empezó a hablar con su hijo. - Pequeño Shion, trataré de volver, pero siempre recuerda que te amo, y que si no llego a estar presente, todo lo hice por amor a a ustedes.

A esas alturas, Aome ya se encontraba llorando, pero no quería que Mu se detuviera, pues ella también sabía lo mucho que Mu amaba a su hijo.

Mu: Tendrás dos hermanos mayores, aunque eso ya lo sabes. - continuo hablándole al bebé - Tu madre y yo te amamos mucho, se que creceras y te convertirás en un gran hombre, y espero estar aquí para verlo, pero si no, cuida de tu madre, así como estoy seguro que ella cuidara de tí.

Cuando Mu se puso de pie, le volvió a repetir a Aome que la amaba, y después se fue de ahí, ya había hablado con Kiki anteriormente, por lo que ya se había despedido de él.

Cuando Mu se fue de la casa, a los pocos minutos tocaron la puerta, y está se abrió de inmediato, dejando ver a Kagura y Kanna, quienes tenían los ojos rojos de tanto llorar.

Kagura: Ya lo sabes. - afirmó en cuanto entro y la vió. - También se vino a despedir. ¿Verdad?
Aome: Se acaba de ir. - respondió mientras limpiaba sus lágrimas - Si no vuelve no sé que voy a hacer.
Kanna: Volverán. - abrazandola - Se que ellos volverán.

Esa noche, desde el pueblo se podían ver las grandes explosiones que habían ocurrido en el santuario, y Aome no lo soporto más, menos al ver cómo esos tres destellos habían salido del santuario, con dirección a alguna parte, y casi cuando llegó el amanecer, sintió como si le hubieran arrancado algo del pecho.

Ahora entendía que eso era lo mismo que había sentido Kagura, pues horas atrás, ella había comenzado a llorar desconsoladamente mientras se tocaba el pecho, a la altura del corazón.

Dos semanas después.

Las tres se encontraban en la casa de Aome, Kiki estaba ahí con ellas, pues desde ese día que los caballeros dorados habían muerto y los de bronce se habían ido a enfrentar a Hades, el pequeño lemuriano muy pocas veces dejaba sola a su madre.

Aome: ¡Ay por dios! - exclamó con sorpresa al sentir que algo corría por sus piernas - Ay no.
Kanna: ¿Te sientes mal Aome? - pregunto con preocupación al ver que se estaba quejando -
Aome: Ya viene.

Fueron las únicas palabras que Kagura y Kanna necesitaron para empezar a movilizarse, y antes de que Kiki las teletransportara a la clínica, la puerta se abrió, dejando ver a Sesshomaru, quien en cuanto sintió ese ligero olor a sangre, cambio su semblante relajado por uno serio, y se dirigió hacia ella para alzarla y llevársela.

Sesshomaru: ¿En dónde esta Mu? - pregunto mirando a Kiki -
Kiki: Él no... Él ya no está.

El pequeño no dijo nada más y entro a la habitación para llevarse la maleta en dónde estaba la ropa de su madre y su hermano, y tomado de la mano de Shippo, siguió a los demás hacia la clínica.

Aome: Sesshomaru. - tomando su mano - Por favor quédate.

Sesshomaru solo asintió, pero Kanna lo hizo salir para que se cambiara, y después regresó, fue él quien sostuvo la mano de Aome mientras daba a luz.

Kagura: Vamos Aome, falta poco. - la ánimo aún concentrada en su trabajo - Ya puedo ver su cabecita.
Sesshomaru: Vamos Miko, eres una mujer fuerte.

Un último grito fue lo que se escuchó en la sala de parto, y después el llanto de un bebé, un bebé que para sorpresa de los ahí presentes, desde ese momento se podía ver qué era idéntico a su padre.

Sesshomaru: Desgraciado. - susurro cuando vió al bebé y refiriéndose a Mu - Tenías que hacer que tu hijo fuera idéntico a tí. 

Cuando le entregaron al bebé, Aome no hizo más que llorar, de felicidad y también de dolor, pues si, estaba feliz de tener a su hijo en sus brazos, pero le dolía que Mu no estuviera ahí con ellos.

Kanna: Debemos llevarlo a la incubadora, aún es prematuro. - acercandose a ella - Cuando te pasemos a la habitación lo llevaremos para que le des de comer.
Aome: Está bien. - entregándole a la bebé - Solo... Cuídalo, por favor.

........

Shippo: Tenemos que hablar. - llamando la atención de Sesshomaru - Kiki ya me contó todo lo que pasó.
Sesshomaru: Andando.

El verdadero amor no es el primeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora