ESTOY DE VUELTA

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Martin conducía a una gran velocidad por la autopista, tras haber pasado por varias rutas alternas.
Únicamente faltaban tres kilómetros para llegar al cementerio.

Ned por su parte, estaba en los asientos traseros abrazando a la muñeca (ambos con su cinturón de seguridad colocado) mientras sollozaba en silencio.

Ni Martin, ni Lisa y mucho menos Jennifer jamás podrían imaginar que era lo que había visto Ned cuando la falsa Moze lo observó.

(El mismísimo Infierno)

  Ned, ¿estás bien?— preguntó Martin viendo por el retrovisor.

Ned solo dirigió su mirada a los ojos de su amigo, y asintió. Aunque su rostro daba a entender todo lo contrario, pues sus ojos lagrimeaban, y se había puesto pálido.

  Llegaremos en unos minutos— avisó Martin.

Nada podría detenerlos, hasta ese momento no habían visto a la Moze malvada.



























Lograron llegar al cementerio, cinco minutos después. Martin detuvo el auto y se estacionó, para posteriormente salir del auto. Ned hizo lo mismo y cargó en sus brazos a la muñeca.

El cementerio se encontraba cerrrado, pues recién acababan de dar las tres de la mañana.

  ¿Cómo podremos entrar?— cuestionó Martin.

Ned pasó su vista por toda la fachada del cementerio, en busca de algo que los pudiera ayudar.

Vió una posible entrada.

  Mira ahí— masculló Ned señalando con su dedo la maya ciclónica que rodeaba el perímetro del Camposanto, había un hueco justo a nivel del piso.

  Cabemos por ese lugar— dijo él y rápidamente corrió hasta allí.

Martin lo siguió, y ambos chicos trataron de entrar por el hueco de la Maya Ciclónica.

Ned primero empujó dentro a la Muñeca Jennifer, la cual logró pasar sin mucho esfuerzo. Después él mismo se arrastró por debajo, intentando no rasgarse la camiseta.

Pudo entrar al Cementerio, pero su camisa estaba rasgada en tiras por la parte trasera.

  —Ven Martin, es tu turno— animó a su amigo.

Martin se introdujo por el agujero (pese a no ser muy grande, los chicos podían pasar por ahí mismo) y tras hacerse un corte ligero en la espalda baja, pudo entrar.

Él se frotó la herida, sentía mucho ardor.









Y algunos momentos después, los chicos ya se hallaban corriendo por entre los árboles y matorrales secos de aquel escalofriante lugar.

Ned recordaba donde se encontraba la tumba de la Abuela de Lisa, y sabía que no era nada cercano.

Después de cierto tiempo, dejaron el camino recto y se internaron entre los arbustos, corriendo a todo lo que sus piernas les permitían. Tan solo hacía día y medio que habían estado en ese sitio, y ahora de nuevo debían ir a la Tumba de la muñeca.

  —¿Sabes por dónde era el camino?— cuestionó Martin al poco tiempo de ir entre ramas secas.

  —Sí, es por aquí, estoy seguro— respondió Ned.

(¿De verdad lo estaba?)


Fue entonces que lograron llegar al Claro despejado, donde no había más que un camino de terracería, y unas cuantas lápidas a los costados.

DESPUÉS DE LA ESCUELA: EL MANUAL DE NED Donde viven las historias. Descúbrelo ahora