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Después de su encuentro con el berserkers del río, no demoró en regresar a su pueblo. Pasando las atalayas que flanqueaban la puerta de la muralla, fué recibido de inmediato por un muchacho que se llevó su caballo a un establo.

—Tenemos visitas— le anunció a su segundo al mando, quitándose la capa de piel y dándosela a una esclava.

—¿Los Uzumaki?— preguntó Suigetsu, un hombre flacucho y de cabello blanco, pero muy buen luchador.

—Sí...— dijo Sasuke, subiendo el rellano que alejaba el piso de madera de su casa, del suelo fangozo y húmedo.

Los condes se alojaban en un edificio central, el más grande del condado, y el cual poseía una enorme sala de banquetes en el que se celebraban todas las reuniones y fiestas del lugar, detrás de ésta sala, estaban sus aposentos.

Él se dejó caer en la silla que antes fué de su padre, y que ahora ocupaba como conde; recibió un cuerno de hidromiel y bebió, sonriendo sin querer ante los recientes recuerdos.

—Haz los preparativos para la celebración de hoy. No sé cuántos sean en su caravana, pero traen un berserker, así que no creo que muchos hombres vengan. Con tres cerdos será suficiente— ordenó.

—¿Y la princesa?— preguntó Suigetsu.

—¿Qué hay con ella?

—¿No la vió?

—No...

Justo al terminar, sintió los golpes de alarma en la muralla, anunciando la llegada de sus invitados. Sasuke se puso de pie y caminó hasta la entrada de su recidencia; allí, apoyado en el marco de la ancha puerta de madera, esperó.

Solo entraron tres corceles en fila; en el primero iba el guerrero que había visto antes. Muy rubio y de ojos celestes, resaltaba increíblemente yendo vestido con pieles de lobo gris. En su cintura llevaba un hacha de guerra, detrás de su espalda un escudo azul y blanco. En otro corcel iba una mujer con una capa de fina manufactura, que cubría su cabeza y parte de su rostro, solo dejando ver unos largos mechones rojos sobre su pecho. Detrás de ella venía otra, pero ésta era muy alta, sin duda una berserker, la primera hija del trueno que llegaba al condado, provocando que los habitantes que los observaban la señalaran. Su cabello era de un rosa muy extraño, con múltiples trenzas entrelazadas; sus ojos verdes estaban maquillados de un negro profundo y su ropa, también de cuero, mostraba una figura fuerte sin dejar de ser femenina.

Ella fué la primera en bajar, su altura sobrepasando a casi todos los hombres a su alrededor, pero aún más alto era el rubio, incluso superando por par de centímetros al conde Uchiha. La mujer encapuchada se veía diminuta en el centro de ellos dos, cuando se acercaron al edificio central.

Los ojos de Sasuke se encontraron con los de su invitado, y ambos rieron en complicidad ante la ironía.

—Bienvenidos a mis tierras— dijo con formalidad, sin cambiar su cómoda pose —Soy Sasuke, conde del clan Uchiha.

—Él es el príncipe de Noruega, Naruto Uzumaki, y su hermana Karin— presentó la mujer de cabello rosa.

El conde respondió con un asentimiento, pero ni siquiera miró a la princesa cuando ésta se quitó la capucha. Sus ojos no se apartaron del príncipe, quién por su parte, no demostró estar nada incómodo.

—Mi padre me envía para entregarle la mano de mi hermana en matrimonio— dijo con voz ronca —Espera que la boda se celebre pronto.

—Ese fué nuestro acuerdo, el compromiso se hará oficial en el banquete de hoy, pero me temo que la boda tendrá que esperar hasta la peregrinación de la primavera— explicó Sasuke.

GUERREROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora