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Acomodó las pieles de la cesta donde había dejado su bebé. El agua del riachuelo estaba helada, incluso tuvo que romper la superficie endurecida para poder lavar, así que procuró no tocar la piel de su pequeña directamente con sus manos.

Después de un rato empezó a llorar nuevamente, era algo que hacía con mucha frecuencia, y a causa de prueba error y también por puro instinto, Sasuke fué aprendiendo de su pequeña y conociendo lo que deseaba.

—¿Tienes hambre ya?— preguntó —Pero si comiste hace poco. Eres una glotona— rió.

Y aunque la soledad de su retiro a veces parecía agobiante, Sarada era todo lo que necesitaba para darle fuerzas. Se frotó sus manos y las calentó con su aliento antes de tomarla en brazos y con cuidado sacar uno de sus senos. Ya el dolor inicial había pasado, y se encontró disfrutando un poco de su nuevo e increíble estado, pues observar y ser capaz de alimentar a su hija era fascinante. Su lazo crecía en momentos como éstos, y largo rato se dedicaba a mirarla mientras mamaba.

Con los ojitos negros buscaba su cara, como para asegurarse de que era él quién estaba ahí, y apretaba su dedo índice cuando se lo ofrecía.

—Me pregunto que diría Naruto si te conociera— murmuró con sentimiento —Seguro dice que eres hermosa. Pero quizás nunca lo sepa... ¿Cómo le explicaría?— Sarada soltó su pezón y le regaló una sonrisa sin dientes —¿Te divierte lo que dije?— preguntó con dulzura —¿De qué te ríes, eh princesa?— sacudió su manita y luego acarició su mejilla con un dedo —Estoy seguro de que los dioses te me obsequiaron para menguar mi tristeza.

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Con la noticia de que habían espías groenlandeses cerca de la villa, la alarma se extendió rápidamente y la mayoría de los ciudadanos, principalmente mujeres y niños, se escondieron en sus casas. Varios guerreros y guerreras se prepararon para defender, y otros siguieron la orden que había dado Suigetsu.

Cuando el peliblanco entró a su cabaña en busca de sus cosas, Karin lo interceptó en la puerta antes de salir.

—¿Qué es lo que ocurre?

—Enemigos en la montaña. Sasuke ordenó ir tras ellos— explicó rápido, colocando un puñal y su hacha en el cinturón.

—¿El príncipe va?— preguntó en voz baja.

—Sería extraño que no lo hiciera— respondió sarcástico.

—Tienes que hacerlo ahora.

—Sí, claro— resopló.

—Se nos acaba el tiempo; Sasuke está raro desde ayer. Va a terminar rindiéndose, Suigetsu, lo sé. Si me pide el divorcio puedes olvidarte de todo.

—Están los dos juntos en el mismo lugar ¡¿Cómo carajos se supone que voy a matar a tu hermano?! No quiero que me revanen el pescuezo.

—¡Busca la manera! Yo ya he hecho suficiente y aún me va a tocar hablar con mi padre y convencerlo. Es la oportunidad perfecta, no la puedes hechar a perder. Hemos esperado mucho por ésto— siseó antes de marcharse.

Los hombres se reunieron en la puerta de entrada, y sin perder tiempo, se dirigieron a trote ágil hasta la muralla de árboles. No llevaban caballos, pues en el bosque era difícil conducir a los animales. Pronto ya se habían adentrado hasta donde divisaron a los espías, que por supuesto ya no se encontraban ahí.

—Hay que peinar la zona— ordenó el conde.

—Sería mejor dividirnos y abarcar más terreno— aconsejó Suigetsu, viendo la oportunidad perfecta. Sasuke asintió.

La división más inteligente fué que en cada grupo hubiese un alto mando, por consiguiente Naruto y Sasuke quedaron separados y la facción del príncipe fué guiada por el traidor, pues conocía bien el área.

Solo una mirada se dedicaron, sin despedirse; la tensión era evidente entre ellos y no se quitaría hasta que no aclararan sus asuntos. Naruto apretó el hacha en su cinturón y le dió la espalda, dirigiéndose hacia la cima de la colina, mientras el grupo de Sasuke iba a la derecha.

No pasó mucho hasta que encontraron un río y decidieron seguir el causante a contracorriente, esperando que los invasores necesitaran agua en algún momento. Suigetsu le indicó a Naruto subir aún más, y ya el río estaba en lo profundo de un desfiladero, casi helado en su totalidad debido el clima.

Por el peligro se mantenían lejos del borde, mientras buscaban alguna huella que hubiesen dejado los groenlandeses en un descuido.

—Separémonos un poco— ordenó Naruto —Busquen en ésta área y si encuentran algo me informan de inmediato— los hombres asintieron y se dispersaron bastante.

Poco rato después, fué Suigetsu el que se acercó a Naruto.

—Creo que veo marcas de botas en la orilla del río, pero no estoy seguro— dijo, procurando que ningún otro lo escuchara.

Naruto lo siguió y se asomó, frunció el ceño intentando enfocar, pero aún con su buena vista no veía nada.

—¿Hacia dónde debo mirar?— preguntó, pero el aliento se le perdió al sentir un puñal clavarse en la parte baja de la espalda.

Con un gruñido fiero tuvo la intención de voltearse, ignorando el dolor, pero una segunda y luego una tercera puñalada, lo hicieron tambalearse. Suigetsu solo necesitó una patada para que el príncipe cayera al desfiladero, rompiera el hielo del agua y fuera arrastrado por la corriente.

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Horas buscaron, y ya de noche Sasuke se había rendido en encontrar algo, pues la falta de luz lo hacía aún más difícil. Dió la orden de regresar, esperando que Naruto hiciese lo mismo; pero cuando llegó a la villa él no estaba.

Ansioso se quedó en la entrada de la muralla mirando hacia el bosque, y respiró aliviado cuando vió a sus hombres acercarse. La alegría no duró, pues aunque traían dos prisioneros de los Hyuga, el príncipe no estaba entre ellos.

—Conde...— raspó Suigetsu con dolor fingido.

—¿Dónde está Naruto?— preguntó, aún buscándolo. Su segundo levantó su gruesa capa de invierno y mostró una cabeza de cabello largo, la cual arrojó a la nieve.

—Murió, éste desgraciado lo apuñaló y arrojó al río. Todo sucedió delante de mí, pero no pude hacer nada. Corrí a buscarlo, pero cuando bajé, ya el cause se lo había llevado— explicó.

Sasuke sonrió y negó.

—Suigetsu... ¿Dónde está Naruto?— volvió a preguntar con voz quebrada.

—Lo siento, conde.

Miró la cabeza a sus pies y retrocedió un paso ¿Muerto?

Sus manos comenzaron a temblar de forma involuntaria y pronto el aire frío se hizo demasiado pesado para respirar. Llevando una mano a su corazón, apretó sus ropas oscuras y bajó la cabeza.

—¡¡BÚSCALO, MALDITA SEA!!— gritó repentino, aterrorizando a los presentes —¡Búscalo porque mataré a cada uno de los Hyuga y a todos los que permitieron que ésto pasara!

—Sasuke...— murmuró Suigetsu con voz temblorosa.

—¡¡BÚSCALO!! ¡¡AHORA!!— raspó sin aliento y cayó de rodillas —Tengo que decirle...— balbuceó y ni siquiera se percató cuando dos de sus guerreros se acercaron y lo sujetaron antes de que se desvaneciera en la nieve.

GUERREROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora