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En lo profundo de su consciencia, mientras estaba sumergido en el sueño y su cuerpo se sentía cálido, escuchó gritos; gritos de dolor. Los truenos resonaban al fondo, junto con la lluvia y la madera crujir al ser quemada. Una respiración agitada, jadeos, más gritos... y luego el llanto de un niño.

Cuando Naruto abrió los ojos no supo si aún estaba dormido, pues en el lecho que ocupaba Sasuke y sobre él, estaba la imagen borrosa de una mujer dando a luz. Retrocedió en el suelo y luego se puso de pie. Cuando se frotó el rostro, confundido, la visión desapareció. Entonces esa misma mujer apareció sentada delante de la hoguera, dándole el pecho a la criatura, luego caminó por el lugar como una sombra, cantaba, mecía sus brazos; talló en la pared...

Naruto veía todo con la respiración retenida, y tras la visión pasar, llevó una mano a su pecho ante una punzada de dolor. Las runas que encontró talladas en la pared de madera decían "Sarada", y aunque el pensamiento que vino a su cabeza iba en contra de todo lo racional, algo muy en su interior le dijo que no estaba equivocado.

¿Se había vuelto loco igual que su madre?

Tuvo tiempo para pensar, calmar sus temores, pues Sasuke presentaba signos de mejoría al día siguiente. Solo se afanó en cuidarlo, limpiar su piel con un paño húmedo y darle de beber con su propia boca, evitando que se deshidratara.

La pregunta que quería hacerle se había convertido en una verdad irrefutable ¿Por qué los dioses los habían elegido? Quién sabe, pero ese lazo que mantuvo durante tanto tiempo era más fuerte de lo que imaginó. Ya no era solo amor, sinó la sangre de una criatura la que los unía. Sasuke no lo había engañado, solo le ocultó el hecho de que fué víctima de un milagro de la misma Freya.

Esa noche el conde abrió los ojos, para encontrarse con unos azules que ya conocía perfectamente. Él dolor de su cuello apenas lo dejaba tragar, pero estaba vivo, y Naruto con él. No lo había perdido como temió durante días. Sonrió apenas el recibir una caricia en su mejilla de parte del príncipe.

—Sarada es mi hija— afirmó con seguridad y la barbilla de Sasuke tembló —¿Por qué no me buscaste? ¿Por qué no me dijiste?— exigió.

—No... no me... creerías— frunció el ceño ante el dolor de las palabras que acababa de raspar.

—Sí lo hubiese hecho— confesó, tomando su mano —Siempre sentí que éramos algo más. Encontrar a una persona por la que lo daría todo y tenerla siempre en la cabeza... en cada momento, día y noche. Sufrir, reír... Los momentos que tuvimos juntos se sentían tan mágicos. Sasuke, yo te amo en contra de todo y todos, nunca dejé de hacerlo y nunca lo haré. Eres mi par, eres mi mitad, la oscuridad que necesito para que mi luz brille, la llama que nacerá con mi viento, la Luna que mi Sol perseguirá. No tengo dudas de que las nornas¹ entrelazaron nuestros hilos, que los dioses nos bendigan con un hijo es solo otra prueba de ello— murmuró lo último sobre sus labios —Gracias por darme a una niña tan hermosa.

—Es nuestra...— balbuceó, el alivio que sentía, el desahogo, provocó que llorara sin medida y sin importarle el dolor.

—Lo es— concedió Naruto, tomando sus labios en un beso. Agarrando su mano entrelazó los dedos y la llevó a su pecho —Ella no sabe...— Sasuke negó —Hay que decirle.

—¿Sarada...?— preguntó, mirando a su alrededor y extrañado de encontrarse en ese lugar.

—Se quedó con su cuidadora, pero nada más que me recupere un poco iré por ella— anunció —Es una berserker, Sasuke...

—Sí...— murmuró bajo.

—Tienes que hablarme sobre mi hija, contarme todo; cómo fué verla crecer, su primera palabra...— rogó —Recupérate pronto para poder escucharlo— el pelinegro sonrió y asintió una sola vez.

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Las trampas que Sakura había puesto funcionaron a la perfección, y a Naruto, a pesar de su estado, no le resultó difícil descuerar dos liebres blancas de invierno. Como Sasuke no podía tragar, hizo un caldo poco espeso con unas legumbres que encontró por los alrededores. La otra la asó y colocó en un plato de madera.

Sasuke se sentó en un banco junto a él, se sentía extraño estar en esa cabaña con Naruto después de lo que había pasado allí, y sintió aún más la falta de Sarada; pero todavía la noticia de que él estaba vivo lo seguía alegrando.

—Tus hombres se amotinaron— dijo el rubio, alcanzándole un cuenco de sopa.

—No importa...— bramó —Iba a dejarlo... todo... irme contigo a donde fuera...— tosió adolorido y Naruto colocó un dedo en sus labios.

—Entonces no hay que sufrir por ello— mencionó, apretando disimuladamente la cuchara de madera cuando recordó a su padre.

Minato había obtenido su castigo, nunca pensó que su muerte viniera de sus propias manos, pero decir que lo sentía sería una mentira. Su hermana también había mostrado sus verdaderas intenciones; deshacerse de Sasuke para quedar al mando del condado. Sin duda la ambición fué algo que heredó.

—Sasuke...— llamó luego de un rato de silencio —los otros hijos de Karin...

—No son míos— respondió a su pregunta no hecha —No dormí con ella— Naruto no pudo evitar sonreír con alivio.

—¿Quién es el padre?

—No sé, nunca... me interesé por eso— llevó la mano a su garganta y Naruto se levantó y retiró el cuenco de sus manos.

—Será mejor que te acuestes y descanses— señaló la cama.

El conde asintió, pero no hizo lo ordenado, sinó que sacó todas las pieles del armazón de madera y las arrojó el suelo. Naruto sonrió al adivinar su intención, y no resistió el acostarse junto a él. Sus cuerpos eran demasiado grandes para ocupar los dos la cama, y tampoco insistiría porque Sasuke durmiera allí, cuando lo que más quería era abrazarlo. Y así lo hizo, permitiendo que apoyara la cabeza en su brazo y cruzando las piernas.

—¿Le cantaste?— preguntó en un susurro. Sasuke asintió en su pecho —Quiero escucharte alguna vez.

—Yo a tí— confesó y se movió un poco para sacar algo del interior de su camisa. Dejó el collar con tres garras de oso y Naruto lo levantó en el aire, observando las puntas con la luz de la hoguera —Tampoco... dejé de amarte.








Nornas¹: Son tres seres divinos que se encargan cada una de ellas de tejer el pasado, presente y futuro.

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