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La llama de la vela se movía de vez en cuando con los hilos de brisa que entraban por las rendijas, entre los tablones de la ventana. Aún se podía escuchar la lluvia nocturna y de vez en cuando ver el resplandor de un relámpago por debajo de la puerta.

Naruto apoyó la cabeza en el borde de la bañera y cerró los ojos, forzádose a despojar de su cuerpo la adrenalina que todavía mantenía.

—¿Limpiaste bien la herida?— preguntó Sakura, acercándose y agachándose a un lado, inspeccionando las tres largas y profundas marcas, sin darle tiempo a contestar —Hay que coser— anunció seria.

—¿Sigues enojada?— raspó Naruto, con una media y forzada sonrisa.

—¿Enojada? ¿Qué derecho tiene una hija de campesinos a enojarse con el príncipe de Noruega?— inquirió sarcástica y caminó hasta alcanzar una manta de lino blanco que le arrojó.

Naruto negó, resignado a su mal carácter y salió de la bañera, cubriendo su desnudez con la tela; haciendo un nudo en uno de sus costados. Aún estaba mojado cuando se sentó en el lecho de pieles. Sakura alcanzó una vela que colocó en una mesa cercana junto a un carretel de hilo de seda y una aguja. El berserker tomó un trago largo de la hidromiel que le ofreció, antes de sentir el primer pinchazo.

—Podías haberme avisado, hubiera ido a cazar contigo y quizás ahora no estuviera curándote— reclamó.

—No es gran cosa...

—Sí lo es,— interrumpió —siempre has sido igual; cuando no tienes el control de lo que sucede, te autodestruyes. No te importa arriesgar tu vida, te conviertes en un ciego.

—¿Acaso me ves destruido?— ella levantó la vista de la herida, para observar su rostro.

—¿Lo estás?— preguntó con tono acusatorio y la mandíbula apretada. Naruto abrió la boca para contestar, pero la cerró con un chasquido y bufó impotente. Su amiga lo conocía demasiado bien —No entiendo tu obsesión repentina con ese hombre, acaba de meterte en esa cabeza terca que él no es para tí.

—Ya lo sé— raspó y luego siseó al sentir a la berserker tirar del hilo para cortarlo con los dientes y pasar al próximo corte.

—Creo que sería mejor que vuelvas, yo puedo quedarme en tu lugar— ofreció, pero Naruto se quedó en silencio —Sabes que tengo razón.

—Estás exagerando las cosas,— rió de manera repentina —puedo deshacerme de ésto cuando quiera. Conozco mis prioridades, y Sasuke no es una de ellas.

Sakura torsió la boca en una mueca incrédula, pero luego se dedicó a su trabajo por otros largos minutos.

—Ya está, buscaré un ungüento con la verdulera para que no se infecte— anunció antes de ponerse de pie y vió a Naruto tirarse de espaldas a la cama. Tomando de vuelta la capa que se había quitado al entrar, se la colocó en sus hombros antes de salir para no mojarse, pero al abrir la puerta vió al conde con la mano levantada, listo para llamar —El príncipe está descansando— anunció, haciendo que Naruto se incorpora debido a la curiosidad.

—Necesito hablar con él— dijo Sasuke, pero la mujer no se apartó de la entrada.

—Sakura...— llamó el príncipe y ella lo miró enojada —déjanos solos.

—Naruto...— se quejó, pero la mirada severa del berserker no permitía rebatir la orden.

Sasuke cerró la puerta tras ella salir, se quitó la capa y sacudió su flequillo húmedo antes de entrar. El rubio bebió otro trago largo de hidromiel, esperando por lo que fuera que iba a decir.

—La herida...— murmuró, señalando su pecho desnudo.

—Nada que no pueda controlar— respondió frío —¿A qué viniste?

—¿Regalo de compromiso?

—Fué una petición de tu queridísima prometida. Solo cumplí, como buen hermano— sonrió malicioso.

—¿Ahora eres buen hermano?

—Acaba de decirme qué quieres, estoy cansado— reclamó y el conde apretó los labios en una fina línea.

—¿Ya se acabó?— inquirió, y Naruto levantó una de sus cejas.

—No se puede acabar lo que no empezó, Sasuke— habló, poniéndose de pie para alcanzar la jarra y rellenar su cuerno —Fué intenso, sí, tan rico... pero solo eso. Te follé justo como quería, la pasamos bien, de ahí en más...— un golpe contundente en el rostro lo hizo retroceder y tropezar con un banco de madera, hasta caer en el suelo de tablas con un estruendo. Se sobó la mejilla y luego observó la sangre en su mano, de su labio partido —¿Contento?

—Eres un mentiroso de mierda— siseó colérico el conde —¡¿Ahora finjes que no te importó?!

—¿Por qué me habría de importar?— preguntó, poniéndose de pie —Solo eres otro más...— ésta vez esquivó el golpe que Sasuke le lanzó y se lo devolvió directo al rostro.

Con ojos rabiosos y las emociones revueltas en un torbellino, ambos descargaron su frustración en una pelea que estaba destruyendo muebles y desgastando sus cuerpos. Naruto había comenzado a sangrar de sus heridas y ya la tela que rodeaba sus caderas se encontraba manchada, pero no se detenía.

—Desaparece...— gruñó bajo, cuando ambos forsejeaban para derribar a su rival.

—Yo no pedí entrar a tu vida.

—¡¿Dime qué mierda hago entonces?!— exigió con desespero —No quiero ésto.

—Tampoco quiero,— bramó, empujándolo, con la respiración agitada y sujetándo sus rodillas —pero... aunque no eres tan importante como para dejar de lado a mi gente... yo te...— Naruto lo interrumpió, tirando de él y atrapando sus labios con rudeza, percibiendo el sabor metálico de su propio corte.

Sasuke sujetó fuerte su nuca con ambas manos y respondió, su pecho quemándose desesperado por el alivio, y sus músculos temblando de agotamiento. Cuando se separaron, Naruto juntó sus frentes antes de hundir los dedos en su túnica y rasgarla, dejando su torso tan expuesto como el de él.

—Estás herido...— jadeó el pelinegro.

—Olvida eso ahora— gruñó atacando su cuello a besos y mordidas —Dime que me deseas tanto como yo a tí...

—Me estoy volviendo loco, Naruto— confesó y el príncipe, apoyando la frente en su hombro, soltó una risita angustiada.

—Maldito el dios que te puso en mi camino... maldito yo, por ser débil y no resistirme.

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En medio de la oscuridad, solo iluminando sus cuerpos sudorosos y jadeantes, unas cuantas velas; daban riendas sueltas a su pasión desenfrenada. Cada vez buscaban más contacto, clavando las uñas en la piel de su amante, los colmillos, frotándose entre sí, como queriendo fundirse y dejar de existir como individuos.

Sasuke se subió a su regazo y disfrutaba con el roce del miembro del príncipe en su interior, moviendo las caderas muy lentamente, mientras éste sujetaba sus nalgas y hurtaba sus labios. Ya no existía la tormenta, la villa, el compromiso, las personas... tal como en la cascada, su entrega fué total, mientras las sombras se movían a su alrededor de formas extrañas.

 tal como en la cascada, su entrega fué total, mientras las sombras se movían a su alrededor de formas extrañas

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