12

1.4K 288 84
                                    

Con poderosos hachazos rajaba cráneos, cortaba manos y rompía escudos. Su cuerpo ya estaba cubierto de sangre de pies a cabeza, y con la adrenalina y la furia deformando sus rasgos, Naruto parecía un ser endemoniado. Sus enemigos dieron retirada, pero el berserker no se detuvo, los siguió sanguinario hasta que solo un puñado pudo escapar hacia el barco en el que habían venido.

Sus guerreros cayeron agotados y de rodillas sobre la grava de la playa fría, pero él se mantuvo erguido y después dejó salir su furia con un grito poderoso. Cuando sus músculos se relajaron después de un rato, fué que ordenó regresar al puesto que habían creado en la costa Norte.

Hacía siete años que Minato le dió la orden de proteger las costas de los insistentes groenlandeses; y tal como le pidió, Naruto no había retrocedido ni un metro por los invasores.

Durante ese tiempo su puesto de avanzada se convirtió en una pequeña villa, los hombres habían cambiado sus tiendas por construcciones simples de madera rodeadas por una muralla de púas filosas.

Al llegar, de inmediato le alcanzaron un cuerno con hidromiel, el cual se empinó hasta el fondo y arrojó a un lado.

—Me parece que con éste susto, demorarán en atacar de nuevo.

—¿Cuántos perdimos?— preguntó el príncipe a su segundo al mando.

—Diez hombre— Naruto jadeó al dejarse caer en una silla.

—Malditos Hyuga... Ocúpate del funeral, Shikamaru, y necesito un baño— ordenó y vió al guerrero de coleta y cabello negro, asentir.

Los cuerpos de los muertos fueron puestos en botes y éstos lanzados al mar, justo después de encender fuego en ellos. En periodo de guerra no se podían crear lazos duraderos, era impredecible a quién los dioses habían elegido para ir al Valhalla, y aunque se alegraban de su suerte, perder a un amigo siempre era doloroso.

Naruto dió un último recorrido por los alrededores y revisó la guardia antes de decidir ir a dormir, pero no tuvo oportunidad de entran a su cabaña, pues escuchó la alarma y caminó hasta la muralla. Sonrió al ver a Sakura acercarse a caballo y ella, después de saltar al suelo, le dió un sentido abrazo.

—Llegas tarde, ya terminó la batalla.

—Rayos, que mala suerte— se quejó la pelirrosa.

—¿Hinata?

—Está bien, embarazada— sonrió alegre.

—¡¿De nuevo?!— preguntó sorprendido —No pierden el tiempo— vió a Sakura encogerse de hombros —¿Por qué viniste, no te esperaba hasta dentro de un mes?— la guió hasta su cabaña y la berserker esperó a que le sirviera una bebida antes de contestar.

—El rey, me ha enviado por tí— respondió, buscando la reacción en el rostro de su amigo.

—¿Qué quiere Minato ahora?— inquirió algo molesto —Estoy cumpliendo con lo que me ordenó.

—No me dijo, solo me envió a buscarte urgente. Ha estado quejándose de que no te interesa lo que pase en el condado.

—Porque así es...

—Naruto... es tu familia. Éstos años te has aislado de todos, hasta de Kushina.

—Madre entiende— justificó.

—Sabes que Minato se enojará si vuelvo sin tí— advirtió, viéndolo suspirar.

÷•÷•÷•÷•÷

El condado Uzumaki seguía igual que como lo recordaba, grande, bullicioso. Las personas iban y venían con sus quehaceres, solo deteniéndose un momento para señalarlo al verlo atravesar las callejuelas y saludarlo.

Desmontó frente al edificio principal y sin anunciarse entró, con una mano sobre su hacha y la pesada capa de invierno casi arrastrándose sobre las tablas del suelo. La hoguera estaba encendida, y varios soldados conversaban animados. Recibió halagos y buenos deseos, correspondiendo con algo de frialdad hasta que el rey salió a recibirlo.

Minato llevaba un jubón de cuero negro que lo abrigaba y en su cabeza rubia y cana, una corona elaborada de oro macizo. Lo saludó con un formal abrazo y una sonrisa amplia.

—Al fin te dignas a venir— mencionó —, y voy a obviar que tuve que envíar por tí.

—He estado ocupado— recordó sarcástico.

—Y lo has hecho estupendamente, por eso confié en tí con ojos cerrados; pero también tienes familia. Hōrai está algo deprimida por no tener a ninguno de sus hijos— Naruto frunció el ceño.

—Esa mujer no es mi madre,— siseó —deja de pretender que somos una familia feliz; me da asco.

El rey lo miró estóico e hizo un gesto con la mano que le restaban importancia a sus palabras.

—Hablando de familia; Karin acaba de dar a luz a su tercer hijo y no conoces a ninguno, debería darte vergüenza.

Siempre ante las noticias que tenían que ver de alguna forma con Sasuke, ese peso en su pecho regresaba y tenía que poner todo de sí para no caer de nuevo en la tristeza. No lo había olvidado ¿Cómo iba a hacerlo? Si casi todas las noches esos ojos negros llegaban en sus sueños. Un tercer hijo...

—Envíale mis felicitaciones— dijo, tratando de mantener ocultó su tono de hipocresía.

—Mejor se las das en persona, te llamé justamente porque necesito que me representes para hacerle una petición al conde Uchiha— Naruto apretó el extremo de su hacha.

—No iré; envía a otro, o ve tu mismo— respondió.

—No te lo estoy pidiendo— advirtió —Sabes que me cuesta tratar con ese clan, aunque deba sobrellevarlos por el bien de mi reino, les sigo guardando rencor por la muerte de mis padres.

—Eso sucedió hace años ¿Acaso no quieres conocer a tus nietos?

—Karin trajo a una de ellas hace un año, y la verdad no me agrada mucho que sean vástagos de un Uchiha, pero hay que hacer sacrificios— explicó.

—No tengo interés en ir, esa supuesta muestra de cariño no va conmigo— gruñó, tratando de convencer a su padre.

—Entonces olvida eso, si conoces a tus sobrinos o no, en realidad no me interesa— confesó al fin, caminando hasta su trono y ocupando el lugar —Han pasado siete años de estar resistiendo el ataque de los groenlandeses, estoy cansado de escuchar que regresan y regresan como una maldita plaga. He decidido atacarlos y conquistar Groenlandia, acabar con el problema de raíz. Necesito a los hombres de Sasuke Uchiha para hacerlo.

—¿Quieres que le convenza de luchar en el frente?— preguntó enojado.

—Exactamente.

—Sería mejor si Sakura...

—Naruto,— gruñó en advertencia —saldrás mañana temprano— dijo sin dar cabida a reclamos y lo vió apretar la mandíbula antes de asentir —Quédate a cenar...

—Pefiero hacerlo con mi madre— dijo en voz baja antes de darse la vuelta.

—¿Cómo está ella?— escuchó la voz de Minato.

—Como si te importara— respondió sin voltearse y salió del salón.

GUERREROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora