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—¿Cuántos son?— preguntó Naruto a uno de los guerreros, nada más salir de la vivienda.

Los hombres estaban agrupados y a caballo, todos armados y listos para partir.

—Sesenta, majestad— respondió éste —Todo el que pudiera tomar un hacha en su mano.

Naruto se cruzó de brazos y los observó con detenimiento.

—Que se queden veinte, no podemos dejar el condado sin cuidado y menos en invierno. Hay hombres en el puesto de la costa— ordenó y luego giró cuando escuchó las pisadas de Sasuke.

Algunos de los guerreros fruncieron el ceño al ver al Uchiha; era de esperar, pues además de estar en guerra por muchos años, el rey Minato había dado como última orden eliminarlo. Pero Naruto no iba a lidiar con las "incomodidades" de sus súbditos, así que para evitar reclamos y poner las cosas sobre la mesa, se movió y le dió un beso brusco en los labios, que Sasuke no imitó.

—¿Estás listo?

—Sí— respondió con simpleza y luego subió con agilidad a su caballo, después de desatar la brida de un poste.

—Ese Uchiha no es buena mujer— se burló uno de los hombres en complicidad con un compañero, pero las risas fueron calladas cuando un puñal se clavó en silla del sujeto.

Todos miraron a Sasuke, quién tenía los ojos rojos y furiosos. El rey, en silencio, bajó del rellano de madera y se acercó al soldado impresionado, tiró de su brazo y lo tumbó al suelo.

—Piérdete— siseó y luego de verlo huir se trepó a su propio caballo —Yo soy el rey ahora, y muchas cosas van a cambiar— habló en tono alto y poderoso —Los Uchihas, especialmente Sasuke, no son nuestros enemigos. Él es mi esposo, y por lo tanto, exigiré respeto a su cargo de segundo, teniendo como pena la cabeza del que se atreva a cuestionarlo— recorrió la multitud con la vista —Ésta misión no es para acabar con los groenlandeses, es para salvar a nuestra hija, Sarada; vuestra princesa. Pues como mismo nos bendigeron con sangre de berserkers, nos dieron la oportunidad de ver en carne viva el fruto de nuestra unión. Una niña elegida por los dioses, una futura guerrera...— murmullos de aceptación comenzaron a escucharse —su seguridad es nuestra prioridad. Así serán las cosas a partir de ahora. Quién no esté de acuerdo, puede tomar sus pertenencias y salir de mis dominios— retó, notando como Sasuke lo miraba serio.

—¡Vamos a salvar a nuestra princesa!— se escuchó, y tras ésto los guerreros comenzaron a golpear los escudos con sus hachas de combate.

Naruto asintió y luego guió su montura hasta el inicio de la procesión, seguido por Sasuke y mirando a su alrededor con curiosidad.

—¿Dónde está Sakura?— preguntó, pero nadie le pudo responder.

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A galope recorría el sendero de nieve fangoza; buscaba a los lados del camino cualquier pista que pudiera indicarle la localización de su mujer. Se había despertado antes del amanecer con la intención de prepararse para el viaje, pero al mirar al lado en su lecho y buscar por toda la casa, se dió cuenta de que Hinata se había marchado.

Dejó a sus hijos a cargo de uno de los granjeros que vivía en el condado, ya otra veces el anciano había solicitado ayuda de los niños para cuidar a su animales, y Sakura sabía que allí estarían a salvo. Pero la preocupación que ahora apretaba su pecho no era por ellos; a pesar de estar resentida debido al descubrimiento de quién era Hinata en realidad, no negaba que la amaba. Se había dedicado siete años a su cuidado y protección, y los momentos hermosos que pasaron juntas, no se podían olvidar tan fácilmente. Ella también estaba a punto de dar a luz, caminar hacia la costa y encontrar la manera de llegar hasta los Hyuga, era algo imposible en su estado.

Maldijo a cada demonio que pudo, si no hubiese sido tan cruel... Hinata están decidida a salvar a Sarada, y aunque Sakura había dicho que no le importaba lo que Naruto eligiera, era mentira.

Por fin encontró unas huellas al borde el sendero y las siguió con cuidado. No pasó mucho para que la viera sentada sobre una roca, con la respiración agitada, agotada por la travesía. Hinata se asustó al verla y se puso de pie, con la intención de huir, pero no dió ni tres pasos antes de que Sakura saltara de su caballo y la sujetara de un brazo.

—¡¿Qué crees que haces?!— gruñó colérica.

—Estoy corrigiendo mis errores— respondió, tirando de su agarré, sin éxito —¡Suéltame!

—¿A dónde vas a ir así, en ese estado?— señaló su barriga —¿Quieres morir en el camino? ¡¿Y si te atacan los lobos?!

—No importa...— lloró —Estaría pagando lo que debo.

—No digas estupideces, te llevaré de vuelta— bramó y la tomó en brazos sin dificultad.

—¡Bájame, Sakura! ¡Déjame ir! ¡Si la princesa muere, no me lo voy a perdonar!

—¡¿Y cómo quieres que viva yo si te pierdo?!— gritó, mostrando sus colmillos —¡Por Odín, tienes a mi hijo en tu vientre! ¿Acaso Aren y Erik no importan? Puedo entender que te sientas culpable, pero no eres libre de hacer con tu vida lo que te plazca. Si lo que tuvimos fué una mentira o no, ninguno de ellos tiene que pagar por eso...

—No fué mentira— balbuceó, casi temblando ante el despliegue de poder de la berserker —Yo te amo, Sakura. Me quedé por eso...— la pelirrosa la miró y luego apretó los ojos antes de llorar y sintiendo su garganta cerrada.

—Entonces... hagamos ésto juntas. Si necesitas hablar con tu padre, yo voy a llevarte; pero debemos decirle al rey, cualquier acción sin pensar puede ponernos en peligro— Hinata limpió sus lágrimas y asintió —¡Ash, rayos...!— gruñó afectada y se inclinó para darle un beso sobre los labios húmedos —No llores más, es malo para el bebé.

—Sí...— murmuró y luego la observó con sus ojos grises, un poco temerosa —¿Me perdonas?

—Te robé, ¿recuerdas? Me perteneces, no puedes irte así sin más— dijo y después sonrió muy cerca de su boca.

GUERREROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora