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Naruto se había ido y le dolió más de lo que imaginó. No tuvo oportunidad de agradecerle por lo que hizo; exponerse de esa manera por él... Ya no tenía dudas de que lo amaba, y resistir estar separados era la mayor prueba que podría enfrentar.

En la primera noche de bodas fué su primera discusión, al negarse a tomar a Karin. La pelirroja se sintió muy ofendida, pero no le podía importar menos.

—Puedes hacer lo que te de la gana, siempre y cuando mantengas la fachada. No me gustas, no te agrado, ésta unión fué por simple conveniencia— le dijo en tono serio.

—Que vida más triste la tuya, incapaz de tomar a otra persona y la que quieres jamás estará contigo— se mofó —Me importa poco que me ames, yo solo quiero estatus. A cambio de guardar el secreto dame la tarea de mantener el comercio de la villa— Sasuke suspiró para controlar su furia.

—De acuerdo, pero antes de tomar cualquier decisión debes consultar conmigo.

Ese fué el acuerdo, el primero más bien...

No pasó mucho hasta que el conde comenzó a sentirse diferente, débil; habiéndo sido un berserker toda su vida, esa sensación lo aterrorizó. Y una noche, mientras tomaba un baño, notó su vientre más hinchado de lo normal. Tal vez había comido o bebido mucho, así que no le dió importancia; pero esa inflamación aumentaba conforme el pasar de las semanas, hasta el punto de que ya usaba camisas anchas y capas para ocultarla. Muy en contra de lo racional, el temor desapareció después de un sueño...

Las sombras de una mujer ajena se dibujaban en las paredes de madera y junto a ella, un guerrero alto.

¿Por qué juegas con mis hijos?— le preguntó él, con una voz muy poderosa.

Su vida debe ser más que batallas y sangre. Esa bebé aliviará la traición y el odio que los persiguen— el tono suave y femenino era reconfortante.

Los mortales no entenderán— señaló y dentro de su visión, Sasuke encontró una sonrisa.

No te quedes ahí, berserker, márchate, pues en el equinoccio llegará tu regalo.

¿Acaso se estaba volviendo loco?

Ignoró la visión, siendo ésta indicación recurrente casi todas las noches. Una mañana llegó a su cabeza la comprensión de lo que ocurría, pues un moviendo en su vientre delató la existencia de la criatura que cargaba. No había otra cosa que hacer, aún con sus dudas dió indicaciones a Suigetsu de que se retiraría un tiempo a la montaña. No le gustaba dejar su condado todo el invierno, pero tampoco tenía opción.

Sabía que a unas millas había una cabaña deshabitada, conocía sus tierras como las líneas de su mano. Allí se instaló, teniendo que reparar gran parte del tejado para que el frío no fuera tanto. Y tal como imaginó que sería, en su cuerpo se hizo evidente un embarazo. Era un dolor dulce, los dioses lo habían bendecido con una criatura fruto de un amor imposible ¿Naruto le creería? Todo eran tan extraño y bizarro, que sabía que lo tacharían de demente con solo insinuar algo.

Su energía aminoró, sus articulaciones apenas le permitieron cazar para guardar provisiones, y despertó un día desorientado y acostado en el suelo. La ropa que llevaba le quedaba enorme a pesar de su hinchazón y llevando las manos a su pecho, encontró la evidencia de una transformación que solo podía ser divina.

El conde Uchiha había sido convertido en una mujer de cabellos muy negros y largos, que dió a luz en soledad, en medio de una fuerte tormenta. Y en ese estado se quedó durante todo un mes, pudiendo amamantar a su pequeña.

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Fué difícil verlo alejarse después de su formal conversación, había venido preparado para mantener sus sentimientos a raya, pero Sasuke mismo le demostró que también correspondía su sufrimiento, y eso rompió sus barreras. No podía repudiar a niños que no tenían la culpa de nada, y se encontró odiando a su hermana por la actitud fría con la que la vió tratar a la mayor de ellos, justo la que era demasiado parecida a Sasuke. Esa niña tenía unos ojos que lo hechizaron, al igual que los de su padre, y se alegró de su existencia, a pesar de lo que eso significaba para él.

Solo se quitó su capa y se sentó en el lecho, con sus manos cubrió su rostro y suspiró ¿Cuan egoísta podía ser, como para volver a desear pedirle a Sasuke que dejara todo? Ahora menos podía hacerlo. Lo sabía, regresar a ese condado había abierto heridas que nunca cerraron completamente.

En un impulso se levantó, el deseo de abrazarlo, de tener contacto con su piel, lo estaba quemando por dentro. Caminó hasta la puerta, pero se detuvo y apoyó su frente en la madera.

—¿Qué voy a hacer? ¿Sacarlo de su cama con Karin?— preguntó en voz alta y con un sarcasmo punzante.

Tras un suspiro ahogado, sintió golpes del otro lado. Cerró los ojos por un momento y se recompuso antes de abrir. Sasuke había regresado y en su rostro la expresión de desconsuelo le hizo maldecir, tirar de su mano y cerrar la puerta tras él.

Sus cuerpos chocaron en un abrazo tan desesperado, que sus ojos se desbordaron de lágrimas.

—Moría por hacer ésto— confesó el príncipe, apretando las pieles de su ropa. Sasuke asintió con el rostro escondido en su cuello y luego, muy lentamente, rozó su mandíbula y mejilla con los labios fríos, hasta que con la respiración retenida, hicieron contacto.

Solo con movimientos suaves y salados por lágrimas fué su beso, haciendo que esos siete años que habían pasado separados uno del otro, no existieran. Pero eran dos hombres diferentes a los jóvenes que una vez retaron lo permitido. Las vivencias los había convertido en dos seres que ya no valoraban lo que a su alrededor estaba, solo la conección que compartían con sus seres queridos.

—Ámame, berserker— murmuró sobre sus labios.

—Sasuke... ya no podré dejarte si hago eso— confesó con voz rota.

—No me dejes... no me dejes otra vez. No me importa lo que pase.

—Tienes una familia, hijos por los que velar. No quiero ser el que destruya todo eso— se separó con reticencia —Hay que hacer sacrificios por el bien de otros...

—¡Ya me he sacrificado suficiente!— gruñó.

—Estás olvidando las razones por las que nos separamos una vez. Tu gente confía en tí— le dió otro beso sentido y luego acarició su mejilla con la punta de la nariz —Yo también siento que me estoy volviendo loco, pero me dolería despojar a una niña como Sarada de su padre.

—Naruto...— murmuró quebrado y dubitativo —Sarada...— tragó duro mientras observaba sus ojos azules ¿Cómo le iba a explicar lo que había pasado? En alta voz sonaba como una mentira demasiado absurda —Quédate hasta que termine el invierno.

—No, Sasuke— dijo dolido y apoyó la frente en su hombro.

—Por favor— rogó y lo sintió suspirar profundamente.

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