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La casa de Sakura quedaba apartada del resto de pueblo; una pequeña vivienda en la que habían vividos sus padres, con un sembradío de vegetales y legumbres que no estaba en su mejor momento debido el clima gélido de la temporada. Delante de la entrada había un tronco cortado que ella solía usar como banco, cuando afilaba sus armas o hacía cualquier otro trabajo pequeño. Allí se encontraba, examinando la integridad de su escudo y la armadura de cuero que solía llevar al campo de batalla.

De vez en cuando un bufido de impotencia salía de sus labios, y su rostro era severo; tanto, que ninguno de sus hijos se atrevió a acercarse.

Volvió del edificio central junto a su familia, y se había odiado a sí misma por entregar a Hinata. Sabía que cualquier otra persona hubiese ocultado el hecho o huido, pero no ella, su fidelidad a Naruto estaba tan arraigada, que confiaba en él las soluciones a sus dudas con los ojos cerrados. Sí, porque a pesar del amor que le profesaba a su esposa, ahora estaba llena de incertidumbres, clavándose éstas y dañando lo que una vez creyó un sentimiento incondicional.

Se culpaba de estúpida, las señales eran más que obvias desde que la conoció. Hinata siempre fué demasiado delicada, demasiado ingenua en algunas cosas. Una esclava que sabía leer, escribir, con gestos fluidos y delicados en sus manos, con magnífico gusto para combinar los vestidos que le había regalado. Su piel no tenía marcas de trabajo forzado, y tuvo que enseñarle a realizar muchas labores del hogar.

Cuando ella dejó la casa, brindándole una jarra de agua, Sakura no la tomó.

—Lo siento...— repitió por décima vez, apretando la cerámica en sus manos.

—¿Qué sientes?— preguntó sarcástica —¿Haberme ocultado quién eres, o hacerme vivir una mentira por los últimos siente años?

—Sakura yo...

—Dime la verdad... Hyuga...— exigió en tono despectivo —¿Me usaste para huir de los Uchiha? ¿Planeabas escapar de mí también?— levantó la cabeza y clavó sus ojos verdes en ella, cuando la vió apretar sus labios y desviar la mirada, resopló con tristeza —Puedes estar orgullosa, eres la única persona que ha logrado engañarme.

—No es así— lloró, arrodillándose en el suelo de tierra y sujetándo las rodillas de la pelirrosa, en busca de su atención —No te niego que mi intención era dejar a los Uchiha, pero después ya no pude marcharme...

—Porque te preñaste— gruñó.

—¡Porque me enamoré de tí!— exclamó Hinata —Ya no pude dejarte, Sakura; tú y los niños son lo más importante que tengo.

—¿Qué ganas con decírmelo ahora?— se puso de pie, mirándola desde su gran altura —Si Naruto decide entregarte a tu padre, a cambio de su hija... yo no podría culparlo, y esa familia que dices amar, se romperá en pedazos— siseó, observando de reojo su vientre hinchado —Aren y Erik se quedarán conmigo.

—Son también mis hijos, Sakura— balbuceó ahogada.

—No puedo permitir que me quites eso también— escuchó decir a la berserker, ya en el interior de la vivienda.

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Aunque esperó gran parte de la noche, Sasuke no llegó en ningún momento. Ya frustrado y a pesar de la calidez y la comodidad de las pieles, Naruto dejó el lecho y después de ponerse una camisa de lino, salió al salón principal, viéndolo sentado en un banco delante de la larga hoguera aún encendida.

—Te creí más inteligente— dijo, pero el Uchiha no le prestó atención —¿Me dirás que siempre fuiste así de cruel?

—¡¿Cruel?!— gruñó colérico, poniéndose de pie —Probocaría el mismo Ragnarok con tal de salvar a mi hija.

—Nuestra hija— corrigió el rey.

—Tú no lo entiendes, siempre fué solo mía— murmuró, mirando sus manos abiertas y luego cerrándolas en puños bien apretados —Sus tristezas, sus alegrías... yo curé todos sus golpes, le enseñé todo lo que sabe— cubrió su rostro con las manos y ésta vez, no rechazó a Naruto cuando éste tocó su hombro —Tengo miedo... Quién sabe si la hayan violado o herido... Jamás me sentí tan aterrado en toda mi vida y ahora pretendes desechar la oportunidad de salvarla, y la pones en mayor peligro en medio de una guerra... ¡¿Cómo quieres que entienda?!

—Comparto tu tristeza— dijo en tono bajo y muy grave —¿Pero qué pensarías tú, si te exigieran entregar a tu familia por el beneficio de otros? Debo ser justo, Sasuke, es mi deber... pero la traeré de vuelta. Intentaré llegar a un convenio con los groelandeses; una tregua, evitar la batalla a toda costa... y si dañan de alguna manera a Sarada, juro por Thor que no quedarán ni las cenizas de ninguno de ellos.

—¡Ashh...!— bramó con impotencia el pelinegro y lo empujó con la intención de alejarse, pero Naruto tiró de su brazo y lo abrazó por la espalda, fortaleciendo el agarre debido a su resistencia.

—¿Cuándo te he fallado?— preguntó —Sabes que cumplo mi palabra.

—No hay comparación en decirle a los soldados que te dejas coger, a poner más en riesgo la vida de Sarada— reclamó, removiéndose para que lo dejara ir.

—Me están molestando tus insinuaciones— exclamó furioso en su cuello —Haría cualquier cosa por ella, y lo sabes.

—¡Entonces entrega a la maldita Hyuga!— exigió —¡Quiero a mi hija de vuelta!

Naruto gruñó sobre su piel y lo obligó a avanzar hasta acorralarlo contra una columna. Extrañamente lo ponía inquieto que Sasuke le llevara la contraria, su instinto dominante era difícil de controlar y lo impulsaba a buscar la manera de doblegarlo a su capricho; pero el Uchiha, siendo también un berserker y estando realmente molesto, luchaba por no ceder. Comenzó a empujarlo, haciendo que Naruto utilizara más fuerza para mantenerlo en su lugar.

—La traeré,— raspó severo —sin sacrificar a nadie, la traeré— mordió su hombro haciéndolo jadear de dolor y apretar la madera —Tendrás a tu hija de vuelta,— murmuró dolido con la frente apoyada en su espalda y luego se alejó —pero será a mi modo.

Sasuke, por alguna razón un poco más sumiso, asintió aún sin mirarlo, pero Naruto podía notar la tensión en su espalda.

—Vayamos a la cama— ordenó y lo vió negar levemente —Como gustes— raspó antes de irse y después escuchó un golpe fuerte en la columna.

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