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Mi corazón cayó al suelo en mil pedazos al ver a quien creí mi amigo durante todo este tiempo. Andy se veía desquiciado, llevaba un aspecto completamente distinto al que suele llevar. Su cabello está disparatado, su camisa va abierta y arrugada, luce como si un camión hubiese pasado por encima de él. Y su rostro... ni hablar, parece el de un demente a punto de cometer la mayor de sus locuras.

-Elián- pronuncié en voz muy baja, mirando hacia los ojos del pequeño- Todo este tiempo, utilizaste a Elián como tu muñeco. Por eso no hablaba...

-Muy obediente y funcional. Mucho mejor que cualquiera que pudieran confeccionar con tela y plástico.

-¡¿Por qué hiciste algo cómo eso?!- grité entonces sin poder evitarlo, con rabia en mi voz- ¡Es solo un niño!

-Lo necesitaba.- respondió con completa tranquilidad- Era el peón perfecto para terminar de ejecutar mi historia favorita.

-¿De qué rayos estás hablando?

-Andy- de repente, otra voz se unió a la conversación y entendí que se trataba de Austin. Se escuchaba destruido, con una respiración cortada- ¿Qué has hecho?- preguntó entonces, con ojos llorosos.

-Mientras tú te sumerges en el recuerdo, yo le contaré a Aubrey una historia- Carraspeó la garganta con exageración, cerró los ojos y comenzó a relatar con aire melancólico.

˃˃Hace mucho, mucho tiempo atrás, un grupo de niños fue llevado por su mentora a un parque de diversiones para agradecerles por el esfuerzo que estaban imponiendo en el circo, pues se trataban de pequeños jovencitos que pronto crecerían para formar parte de un gran espectáculo. Sin embargo, había un par de niños que eran bastante particulares. Tenían el cabello pelirrojo, algunas pecas en sus apuestos rostros, y eran muy unidos, como dos gotas de agua.

˃˃Ese día, estos dos últimos, por su parte, escogieron una atracción que, para su buena suerte, estaba vacía: El carrusel. Oh, un juego que muchos dirían es básico, pero encantador. Dar vueltas y vueltas montado a un caballo de mentira puede llegar a llevar tu imaginación hasta lugares en los que querrías estar. O al menos así pensaba la mente de un niño, el cual, quiso sumarse a los pelirrojos.

˃˃¡No, Austin y yo queremos subirnos solos!- exclamó la pequeña niña llamada Valerie, gritándole con enojo al pobre chico- ¡Bájate!

-Pero yo también quiero subir.- respondió el niño, Andy.

-Déjalo, Val. No pasa nada- intentó tranquilizar el niño pelirrojo a su hermana pequeña.

˃˃Entonces, Andy complacido y emocionado, subió a uno de los caballos y el Carrusel comenzó con su función. Las luces alrededor hicieron su magia. La música, a pesar del bullicio de la feria, lograba una armonía alegre y fuerte mientras el mundo giraba alrededor de los niños. Sin embargo, hubo una tragedia que cambió lo que se suponía solo era un momento de diversión.

˃˃De repente, el niño sintió un empujón. Uno bastante brusco, y no de los que se suelen hacer los pequeños cuando juegan. Fue tan duro que el niño se cayó de su caballo. Se mareó debido a que el Carrusel seguía girando, pero pudo alzar la mirada y ver a la responsable de dicho acto. Valerie tenía los puños cerrados y su pequeña nariz se fruncía como nunca. Cuando Andy logró levantarse, ella lo miró con asco.

-Te dije que bajaras- murmuró, antes de utilizar sus brazos para empujarlo con mucha fuerza, fuera del Carrusel. Y por supuesto que no fue una linda caída. Andy aterrizó con mucho dolor en su brazo izquierdo, y como la altura era demasiada, terminó lastimándole gravemente el brazo. Sollozó por largos minutos y no tuvo a nadie a su lado, porque los demás estaban ocupados con su propio entretenimiento, y los pelirrojos seguían disfrutando en el Carrusel.

Circus (+18) I COMPLETA IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora