Capítulo 13

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—No se pueden llevar a mi esposa sin antes despedirse

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—No se pueden llevar a mi esposa sin antes despedirse.

—Señor, fueron sus condiciones —explicó una de las enfermeras a un descolocado Emilio que no paraba de revolver su cabello —. La paciente ya está en el quirófano, la operación comenzó. Es mejor que aguarde aquí.

—¿Cómo nadie vino a avisarme que se la estaban llevando? —inquirió indignado.

—La sacamos por la única puerta que ve —señaló la habitación que ocupó esa castaña —. Usted hablaba con otra persona y no se percató de ese detalle. Cuando quisimos avisarle su esposa nos pidió que no lo hiciéramos.

Cierto, con Donovan que no perdió momento para retomar el tema de Dasha.

Dejando caer sus hombros, cansado, Emilio gruñó. Eleanor no quiso despedirse porque bien sabían ambos lo que eso significaría; dejar a la luz esos miedos de lo que pudiera ocurrir en ese hospital.

—Quiero verla.

—Lamento informarle, pero las condiciones fueron impuestas por la paciente. Debemos respetarlas.

Emilio jadeó sarcástico.

—Soy el esposo y no puedo verla. Increíble —chasqueó su lengua.

—Lo hará cuando termine la intervención. No se preocupe —aseguró la enfermera regalándole una cálida sonrisa.

Con sus manos clavadas a cada lado de sus caderas, Emilio alzó su rostro sosteniéndole la mirada a esa mujer, queriendo asegurarse que aquello no eran simples palabras de consuelo.

—De solo pasarle algo, o que su situación empeore —restregó su rostro aturdido dándose cuenta que estaba amenazando a otro médico. Se mantuvo callado.

—No tiene que gastarse en advertencias. El cirujano ya nos ha dejado en claro qué pasará —dictaminó alzando su mentón —. Vendremos con noticias cuando sea necesario. Con permiso.

De pie ante la sala con unos cuantos guardias a su lado, Emilio asintió desganado. Llevaba el pecho partido en dos y únicamente se uniría cuando comprobara que todo saldría bien. Eleanor no quiso despedirse y eso no le hizo ninguna gracia. Esa mujer aun en el último momento buscaba la forma de enloquecerlo, de que quedara rabiando por su terquedad.

¿Iba a llorar al verla en esa camilla? Quién sabe, últimamente su fibra sensible iba ganándole al monstruo que Dasha sacó a la luz. ¿La razón eran sus dos futuras hijas? Si, no iba negar que sus manos no paraban de sudar secándolas en su pantalón, pero también lo era todo lo que atravesaban como familia. El saber que Eleanor dejaba su vida en manos de un grupo de médicos y él no podría hacer nada.

Se sentía impotente, por más que pusiera un revolver en la cabeza a cada enfermero, o cirujano, solo ellos sabrían hacer su trabajo.

Miró hacia el final del pasillo vacío. Tiró su cabeza hacia atrás hasta apoyarla en la pared y se preparó para aguardar el tiempo que sea necesario. Nadie lo sacaría de ahí, nadie iba a juzgarlo por el ardor en sus ojos que limpió rápidamente.


Cruda redención © (Markov II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora