Capítulo 18

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La celebración era desmedida, la necesidad de querer interferir, salir de la última fila del evento y hacer acto de presencia también

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La celebración era desmedida, la necesidad de querer interferir, salir de la última fila del evento y hacer acto de presencia también.

Los aplausos de la gran cantidad de nuevos inversores resonaron en todo el salón provocando una sincera y brillante sonrisa en el rostro de esa mujer. Subida en un palco, teniendo a su lado a sus dos mejores amigos, se presentaba en el mundo de negocios con un pequeño emprendimiento de marketing que ya iba recolectando veinte clientes de un día para otro.

Ninguna cara conocida para Lawson.

Ninguno tenía que ver con el petróleo. Y eso bastó para que esa castaña apretara sus labios conteniéndose de haber logrado su objetivo por fuera de los contactos de su apellido.

Se veía reluciente, y aquel vestido de dos colores, festivo, de lentejuelas era absurdamente juvenil, increíblemente peligroso y tentador para un hombre que debía mantenerse en las sombras.

Tosiendo ya por decima vez, Lawson aplaudió a su hija en la apertura de su empresa. No le quedaba mucho, era cuestión de meses. Y a sus veinticuatro años ver que su única hija cumplió su sueño era algo que ningún padre quisiera perderse.

Apoyado en una de las columnas que adornaban aquel salón, Emilio bebió de aquel whisky siendo un simple espectador. Ese venía siendo su rol a lo largo de los años con esa mujer. Quedaba poco, menos de un año para así divorciarse y tomar lo que debía ser suyo.

—Emilio, que guapo te ves —la señora Lawson lo sorprendió en el momento que algunos sujetos saludaron a la nueva negociante.

—Gracias —respondió besando su mejilla con educación.

Suspirando, esa mujer giró su rostro observando a su hija con orgullo.

¿Quién no la miraría de esa forma? ¿Quién carajos no quisiera mirarla?

—Es increíble lo que ha logrado mi Ele. Apenas un día y ya tiene veinte clientes dispuestos a poner el marketing de sus empresas en sus manos.

Emilio asintió y volvió a dar otro trago, esta vez más profundo.

—Increíble, sí. No existe otra palabra que mejor lo describa —respondió sincero.

—Oh, ahí están Mary y Claudia —señaló a sus dos vecinas —. Permiso, hijo. Envíale saludos a tu esposa de mi parte —apretó su hombro con afecto y se marchó.

Pasando su lengua pro sus dientes descartó de inmediato el malestar en su humor de solo tener que cruzar palabra con Dasha.

Y al igual que Lawson contaba sus días de vida, él hacía lo mismo. No eran muy diferentes después de todo.

Era como vivir una maldita enfermedad que lo consumía, restaba años de vida imposibilitando de disfrutar lo que deseaba para él. Y eso estaba frente a él, sonriendo a diestra y siniestra a sus nuevos clientes, devolviéndole años de esa vida estancada, en apenas minutos, sin percatarse. Era como rejuvenecer su alma. Verla siempre tenía ese efecto.

Cruda redención © (Markov II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora