Capítulo 12

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El día había llegado

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El día había llegado.

Emilio llevaba el bolso de Eleanor con las mudas de ropa que precisaría para su estadía, mientras aguardaba que ella terminara de hablar con Laisha, en esos momentos de distracción que buscaba para combatir y ocultar su temor. 

Él estaba igual, únicamente lograba enmascararlo para transmitirle tranquilidad. Uno de los dos debía llevar la balanza.

—Cincuenta hombres cubren el perímetro del hospital, diez de ellos estarán en la sala de espera —informó Sergei con disimulo, en esa destreza que tenía para no levantar sospechas frente a Eleanor —. ¿Me necesitas ahí? De lo contrario estaré con los niños.

Afianzando su gorra negra sobre su cabeza, Emilio asintió.

—Gracias, pero prefiero que estés aquí, junto a León.

—Bien —meció su cabeza dejando ante los ojos de su hermano el rodete a mitad de su cabeza. ¿Qué tan largo tenía ese cabello? —. Supongo que Donovan irá contigo.

Emilio frunció el ceño confundido.

—No he hablado con él desde ayer ¿Por qué?

Carraspeando, Sergei miró a Eleanor por encima de su hombro y regresó su atención a su hermano.

—Está encargándose de la seguridad en el hospital. La mitad de esos guardias son los que lidera él. Creí que lo sabías.

Con aquella información bastaba para confiar que nada podría salir mal ese día. Donovan era custodiado por hombres que no les bastaba una hoja de experiencia que tenían diez llenas de delitos, uso de armas peligrosas, y una frialdad para derribar a cualquier persona que atentara contra la familia.

—No, pero ahora sí. Gracias por la información —disertó llamando la atención de su esposa que cortó con la conversación enseguida —. Ni una palabra a Eleanor —murmuró severo.

Su hermano guiñó un ojo estando de acuerdo. De solo esa mujer saber que el mayor se estaría haciendo cargo de todo no habría quien la sacara de esa casa.

—Suerte —canturreó Sergei despidiéndose con los brazos a su espalda.

Sutilmente se alejó metiéndose en uno de los pasillos.

—Se hará cargo de los ni—

—Se hará cargo de los niños, si —irrumpió Emilio afianzando la tira del bolso en su hombro.

Eleanor se cubrió con aquel inmenso abrigo y salió a la par de su esposo de la mansión. Cinco camionetas aguardaban afuera, en cada una de ellas cuatro tipos uniformados, luciendo botas militares, vestimenta negra, y armas en sus manos. No puso objeciones, sabía que su seguridad era lo de menos cuando esas caras rusas parecían querer meterle un tiro en la frente a cualquiera solo por el simple hecho de poder hacerlo.

Cruda redención © (Markov II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora