Capítulo 26

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—Aquí tengo otro, este es de color

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—Aquí tengo otro, este es de color...violeta, y tiene una mariposa de color blanca. Primero tengo que medir tu mano.

—¿Te acuerdas cómo hacerlo?

—Si, primero uso una cinta, aprieto mi dedo en la medida y después lo paso a mi regla —admitió con orgullo.

—Muy bien —asintió extendiéndole su mano —. Ya no me darán las manos para tantas pulseras, eh.

—¿No te gustan? —inquirió afligido dejando por la mitad su manualidad.

—Me encanta el ruido que hacen, además sé que las estás dejando preciosas —sonrió cálidamente.

—Ja, ojalá mi tío Don dijera lo mismo —rechistó apretando su lengua enfocado en su labor.

—¿No le gustan?

—Solo le he visto tres y me ha dicho que ya no puede usar mas porque le aprietan, pero yo sé que lo dice porque no quiere que los guardias lo vean —dijo animadamente ganándose una risa sincera por parte de Amelia.

—Seguro sea por eso, si —admitió mordiendo su labio con las cientos de escenas que pasaban por su cabeza. Escenas que no...eran para este momento —. Gracias por venir a visitarme. Sé que ahora que Eleanor ha tenido a tus hermanas se marcharán a Houston.

No pudo evitar sentirse afligida de solo saber que ese niño se iría. Iba a visitarla casi todos los días cuando sus padres no estaban, y lo que empezó siendo un secreto culminó con toparse de frente a su tío y tener que dar explicaciones. Claramente su tío mantuvo la boca cerrada porque vaya que le convenía mas que a nadie, sin embargo, cuando Ethan le hizo una pulsera con la inicial de esa mujer, Donovan supo lo que era el chantaje infantil.

Aun así, ella sabía que la seguía usando, Ethan le dijo que los dijes iban grabados y podía sentir su textura cada noche...

—¡Si! Pero igual puedo conseguir un teléfono con mi hermano.

—No creo que eso sea bueno, te meterás en problemas.

—Mañana lo traeré. Enzo cree que es para mí.

—Ethan...no, a tu tío no le gustará saberlo.

Dios, ese niño parecía darse cuenta de su situación sin tener que decirle una palabra.

—¿Entonces cómo haré para hablar contigo? ¿Quién te ayudará a tomar café? —curioseó con inocencia, una que hacía de los días de esa mujer menos conflictivos.

—Tu tío desayuna conmigo, no te preocupes —arremetió acariciando su brazo.

Su mano era movida en todas direcciones por el trabajo exhausto de ese artesano.

—Pero mi tío no sabe qué taza te gusta, ni te dice los colores.

Amelia quiso llorar, porque era tanto lo que ese niño desconocía que no entendía cómo su inocencia le daba otro sentido a todo.

Cruda redención © (Markov II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora