Capítulo 10

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—¿Tres días?

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—¿Tres días?

—Tres días.

Eleanor asintió desde la cama. Llevaba durmiendo mas de diez horas de corrido los últimos dos días que llevaba de hospedaje en Rusia. Apenas bajaba para engullir algo y luego se la pasaba en su habitación sin intenciones de socializar. Aunque muriera de ganas de abrazar a los niños, sobre todo a Ethan, se aguantaba por Emilio y sus hermanos. Nadie le permitiría acercarse mucho a ellos, y para prevenir una catástrofe optó por encerrase en la habitación.

Por otro lado, descansar luego de tantas noches sin pegar un ojo, era un alivio.

—¿La harán en Moscú? —murmuró con temor.

Emilio de brazos cruzados contra la puerta, afirmó con su cabeza.

—Estamos en Moscú, en el lado norte, pero Moscú en fin —sentenció solemne.

Ella carraspeó sintiendo ya los nervios carcomerla viva.

—Bien, entonces prepararé mi bolso con la ropa cuanto antes.

Apartando las sábanas se puso de pie rápidamente, silenciando con sus gestos el dolor que nacía en su abdomen.

—Laisha lo hará por ti, puedes seguir descansando. Cuanto más lo hagas, mejor —sugirió con voz neutra, en ese límite que le impedía ser muy tajante o muy sentimental.

Eleanor regresó a la cama acomodando su camisón azul que llegaba poco antes de sus rodillas, y se cubrió con las mantas.

Existía una tensión en esa habitación que no le causaba mucha gracia, y que su esposo mirara su cuerpo con atención, buscando notar todo el tiempo el cambio en su abdomen, solo la inquietaban más.

—Son las nueve de la noche —anunció mirando el reloj en su brazo —. ¿Deseas la cena ahora o más tarde?

Por Dios, ¿Esa mirada tan firme no podía borrarla y o tan solo mirar la pared?

Apretando sus dedos contra su cuerpo, señaló la mesilla de luz.

Emilio llevó su atención hacia el mueble percatándose de tres envoltorios de barras de chocolate. Mordió su mejilla antes de que la estúpida parte débil que aun habitaba por esa mujer lo deschabara.

Esos chocolates significaban para él una nueva rutina que jamás presenció con Dasha, pero que ahora comenzaba a desplegarse frente a sus ojos, anticipándolo al cambio que habría en su vida. Duraría pocos meses, sí, pero ya saber que eran presentes lo emocionaba bobamente.

Las mejillas de Eleanor ardieron cuando él demoró en hablar.

—Laisha subirá en una hora con la cena —informó regresando del cuento fantasioso que creó en su cabeza.

Eleanor atisbó a preguntarle sobre los niños, pero Emilio ya se había marchado como si buscara estar cerca lo menos posible. Todo encuentro entre ambos terminaba en apenas un respiro. El mismo patrón se venía repitiendo esos dos días, los muchos periodos de pocos minutos a su lado únicamente para corroborar si precisaba algo o si se sentía mejor.

Cruda redención © (Markov II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora