Capítulo 8

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El camino hacia el aeropuerto privado fue cargado de silencio, ese que juzgaba, que daba tiempo para que Emilio pensara cualquier barbaridad para lograr descargar la ira que recorría su cuerpo

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El camino hacia el aeropuerto privado fue cargado de silencio, ese que juzgaba, que daba tiempo para que Emilio pensara cualquier barbaridad para lograr descargar la ira que recorría su cuerpo. Eleanor lo notó cuando aquellas fuertes manos se apretaron frente a ella, y él miraba el paisaje por la ventanilla sin importarle las plegarias que ella murmuraba.

Sin embargo, eso no era el peor escenario, por cada momento la situación empeoraba. Su operación que terminó arruinada por la presencia de los Markov, la decisión de su futuro que ya recaía en manos de su esposo, y la compañía que iba a su lado sobre el asiento de cuero; León y Sergei.

Los tres la intimidaban, pero en ese preciso instante no sabía a cuál de todos temerle más; si a Emilio que estaba a punto de romper su saco con la tensión en sus brazos, o a León que tarareaba una siniestra melodía entre silbidos y risas.

Estaba loco, algo no andaba bien con ese joven y no podía ser la única que se diera cuenta de ello. Bueno, Sergei al parecer si porque la cara de pocos amigos que llevaba era exclusivamente para su hermano.

—¿Quién se quedará a cargo de la empresa si todos nos vamos a ir? —preguntó de una vez luego de diez minutos de aturdirse con la voz de su cuñado. Emilio no respondió, ni movió un solo musculo de su rostro que le indicara algo —. Emilio, estoy haciendo una pregunta —insistió causando que León se callara.

Nada, ni su mirada en la ventanilla cambiaba, ni tampoco sus labios se abrían para hablarle. Estaba jugando su carta de ignorancia y por experiencia Eleanor era consciente lo bien que la empleaba.

—Esas preguntas no te convienen hacerlas —retrucó León abriendo las puertas completamente relajado a su costado.

Lo odiaba, más aún luego de lo que hizo.

—A ti no te las hice, así que cállate —dijo entre dientes —. Emilio, ¿Quién se hará cargo de la empresa y de mi trabajo este tiempo?

Su vista regresó a él, a la seriedad en sus facciones, a lo absurdamente imperioso que se veía ignorándola, pero también maquinando sobre la información que ahora tenía.

—¿Puedes responderle a esta pesada de una vez?

—Quiero hablar con Caroline y Lorenzo. Informarles qué esta pasando y por qué me voy a ausentar un tiempo —añadió la castaña agachando su torso para revolver en su cartera sobre sus pies en busca de su teléfono.

La mano en su brazo la detuvo de inmediato. El tan reconocido calor de aquel masculino tacto fue un antídoto directo a la tristeza que habitaba en ella. ¿Cómo pasó de estar sola dos meses a tener que convivir con esos sujetos?

—No vas a avisarle a nadie. Ya está todo arreglado —demandó con fiereza sintiendo que sus dientes se romperían de tanta fuerza ejercida.

Estaba furioso, con tantas emociones adueñándose de su mente y su ser que lo único que pedía era un momento de silencioso. Poder respirar.

Cruda redención © (Markov II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora