-Dos.

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Barbara

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Barbara

Dia 2 en el pueblo. (miércoles)

Hoy es mi segundo día en Potrerillos, aun no puedo creerlo.

Anoche del cansancio que tenía del viaje no fui capaz de observar nada de mi habitación, pero ahora que despierto y la luz que entra desde mi ventana me hace ver todo lo que me rodea, no puedo creerlo. En mi mesa de luz hay una fotografía con Rita, mi mejor amiga a quien abandoné hace mucho tiempo, hay posters de mi banda favorita todavía y una estantería de colección de frascos de perfumes dulces importados, mis favoritos ¿Que hago aqui? Todavía me cuesta creer que regrese al pueblo donde me crié.

Salgo de la habitación, la casa está vacía, mi padre ocupándose de los caballos seguramente, mi madre ausente por las compras que hace por la mañana y mi hermana en el Hotel encargándose de su trabajo.

Me tomo un baño y luego me dedico a ordenar un poco mi ropa a la cual abro mi ropero y aun encuentro algunas de mis cosas antiguas y un corazón pegado desde del armario que dice "Barbara y Mateo juntos para siempre" ¿Por que debo volver a verte? Mi corazón lo recuerda y se angustia porque esa parte de mi que creyó olvidarlo aun sigue viva. Mientras sigo mirando no dejo de pensar ¿Que fue de él? ¿Estará casado? ¿tendrá hijos? pero luego miro mi anillo de compromiso y trato de volver a evitar el tema, cierro el armario.

Todavía es temprano, voy hacia el hotel que queda en la cuadra del frente de mi casa, que ocupa toda la manzana. Mi hermana esta alli, asi que ingresó a su oficina mirando las nuevas remodelaciones del hotel y la acompañó.

—¿Cómo despertó mi hermana? —Pregunta Macarena.

Me siento enfrente de ella.

—Bien, todavía no puedo creer que mamá no tirara los perfumes de mi habitación.

—No, de hecho casi te la ocupo yo, sabes que en casa la habitación de nuestros padres y la mía están arriba, y creeme que ya odio las escaleras, pero quedate tranquila que nadie durmió allí ¿Desayunaste?

—No.

—Bueno, ahora le pido a unas de las chicas que te traigan algo para que desayunes ¿Estas bien?

—Si.

—Te escucho Barbara.

Me río.

—No empieces Macarena ¿Puedo hacerte una pregunta?

—Aja.

—¿Sultan?

—Está en la estancia de papá, tu hijo vive aún.

—Lo sé.

—Igual su padre lo visita de vez en cuando.

—¡¿Qué?! —Expresó a gritos.

Macarena se ríe.

—Pediré tu desayuno —dice levantándose del asiento.

—Macarena no desvies el tema —la agarro— ¿Como que su padre?

Siempre he sido tuya.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora