Capítulo 22

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"Soñé contigo esta noche:

Te desfallecías de mil maneras

Y murmurabas tantas cosas...

Y yo, así como se saborea una fruta

Te besaba con toda la boca

Un poco por todas partes, monte, valle, llanura."

Paul Verlaine



POV Armando


Parqueo mi carro frente a la empresa, a mi lado puedo ver el auto de Beatriz y el de Marcela también.

Demoré apenas una hora desde que salí de la casa y pasé a la joyería, tenía una imagen muy clara en mi mente de lo que quería y Paula, la diseñadora en plata, tenía unas propuestas hermosas para completar mis ideas.

Sé que a mi Betty le va a gustar este detalle. Me lo entregan mañana y voy a preparar una cena muy especial con ella para poder dárselo.

-Muy bien –me digo a mi mismo bajando del carro y abotonándome el saco –hora del show Armando –tomo mi maletín, arreglo mi corbata y respiro profundamente.

-Muy buenos días don Armando –me saluda Wilson con su característica postura firme. –Veo que regresó de su viaje de amistad internacional algo magullado. –agrega con una sonrisa malintencionada.

-Buenos días Wilson y guárdese sus comentarios fuera de lugar –le digo entrando a la empresa.

-Muy buenos días don Armando –es turno de Marianna para saludarme.

-Buenos días Marianna, ¿Cómo está usted hoy?

-Perfectamente gracias a Dios, ¿Y cómo estuvo su viaje? –me pregunta mientras noto como me mira la cara.

-Muy bien Marianna, yo diría que fue muy exitoso –le respondo sonriendo al pensar en mi ángel y todo lo que me ha dado la vida en estos pocos días. Aprieto el botón del ascensor y este se abre.

-Me alegro mucho doctor, que a pesar de las dificultades obvias usted esté tan contento –se despide de mi la recepcionista.

Cuando la puerta del ascensor se cierra y me subo, recuerdo las palabras de Bertha contándome que Marianna nunca falla al leer las cartas y que le dijo a Betty que ese hombre del que ella estaba enamorada, le cambiaría la vida y que ella le cambiaría la vida a él.

-Bertha, tiene toda la razón –susurro para mí mismo –Marianna no falla en sus predicciones y esa mujer me cambió la vida.

La puerta se abre y salgo al piso administrativo.

-Buenos días –saludos yo a mi secretaria y a la mujer que sentada a su lado se lima las uñas.

Sandra y Patricia me saludan en seguida, ambas me miran con extrañeza, obviamente porque las cicatrices son muy notorias.

-Don Armando buenos días –me dice Sandra poniéndose de pie –bienvenido doctor, como estuvo su viaje.

-Muy bien Sandra, muchas gracias por preguntar y por toda su colaboración en estos días. ¿La doctora Pinzón ya llegó?

-Sí señor, la doctora está en Presidencia. ¿Quiere que se la comunique?

-No se moleste, yo pasaré a anunciarme y ponerla al tanto de algunos asuntos de la franquicia.

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