Capítulo 47

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«Quien tenga un amor correspondido busque la manera de reinventar cada día ese sentimiento, no se quede en su comodidad, sea honesto y respete, brinde sonrisas y lloren juntos, siembre una o varias eternidades de felicidad, y no se canse de ser quien fue cuando la enamoró».

— Irwin Valera


CAPÍTULO 47


POV Beatriz


-¿No tienes frio mi princesa? ¿Quieres que traiga una cobija? – me dice Armando con la respiración aún agitada, mientras me sostiene entre sus brazos y me acaricia muy lento la espalda. Alcanzo a ver muy bien en la luz tenue de la pequeña lampara que está en mi mesa de noche como su pecho sube y baja con fuerza, tratando de recuperar el aliento.

La sensación de sus manos tibias rozando mi piel, la suavidad rítmica con que me da un lento masaje en la espalda al mismo tiempo en que logro escuchar claramente su corazón retumbando acelerado en su pecho, es deliciosa. Es difícil poner en palabras lo que significa para mi estar así recostada en él, rodeada de su tan característico olor, envuelta entre sus brazos... sin prisas, sin temores... sintiéndome el único foco de su atención.

Su cuerpo siempre está caliente, pero la verdad es que las sábanas suaves de algodón no protegen demasiado contra la fría temperatura capitalina, y hoy pinta como una noche bastante helada. Así que es apenas lógico que necesitaremos agregar una o dos cobijas a la cama, y por fortuna están dobladas sobre el sillón que tengo a un lado de la habitación.

-Mmmmm... la verdad es que si -le digo yo con los ojos medio cerrados mientras continúo disfrutando de su presencia y la calma que me brinda su toque -y espero que tu ego esté muy satisfecho con esta noticia que te tengo Armando Mendoza -agrego sonriendo -estoy totalmente agotada, aún me tiemblan las piernas y no tengo fuerzas ni para extender un brazo, menos para levantarme, necesito descansar un rato.

El recuerdo de la causa de tal cansancio llega a mi mente y no puedo evitar suspirar un poco mientras sigo sonriéndole.

Y es que casi no podía sostenerme en pie cuando, en un suave movimiento, me bajó de la barra de la cocina.

Después de terminar con lo que él denominó el "estreno de la cocina", y muy a su pesar, el frío nos hizo detenernos.

El solo poner de nuevo los pies en el suelo me había causado un gran escalofrío del que obviamente Armando se dio cuenta. Así fue como terminamos en mi habitación, que era justo el primer sitio que se suponía un sitio más caliente.

Me cargó en sus brazos acunándome contra su pecho y me llevó con cuidado hasta apoyarme muy suave en la cama.

Se suponía que nos esconderíamos del frío abrigándonos bajo las sábanas, y sí, en un principio eso intentamos, pero como si la temperatura de la habitación se hubiera elevado algunos grados en cuestión de minutos, las cosas tan solo se calentaron entre los dos.

Muy, muy calientes.

Por más exagerado o cliché que suene, cada uno de los intensos momentos de pasión que hemos tenido juntos ha terminado en un orgasmo diferente y cada vez es mucho más intenso. No sabría decir si es el tiempo de conocernos, la experiencia que he ido ganando o el cambio de la situación en nuestra relación, pero yo no puedo más que describirlo como lo siento y es algo increíble.

La fuerza de los choques eléctricos que recorren cada músculo de mi cuerpo cuando tocamos el punto más intenso es arrolladora. Es tan fuerte, tan profundo... tan hermoso, que jamás pensé por un instante que llegaría a sentir algo así en toda mi vida.

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