Capítulo 34

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"Te quiero por las noches en las que faltas, te quiero como para escuchar tu risa toda la noche y dormir en tu pecho, sin sombras ni fantasmas, te quiero como para no soltarte jamás. Te quiero como se quiere a ciertos amores, a la antigua, con el alma y sin mirar atrás."

― Mario Benedetti



POV Beatriz

Yo se la dirección de su apartamento, siendo su mano derecha, su asistente, yo la conocía, pero entre el frío que tengo y los nervios que me causa ir a conocerlo por primera vez, no puedo ubicarme con solo mirar hacia afuera.

Mientras él conduce en silencio, extiende por momentos su mano y acaricia la mía, que ubicada en mi pierna no para de temblar.

Armando tenía toda la razón en insistir que regresáramos rápido, porque llevamos más de media hora de viaje.

A pesar de que tengo puesta encima su chaqueta, estoy totalmente congelada, la temperatura sigue bajando y tener la ropa totalmente mojada es una receta para el desastre. Estoy casi segura de que voy a resfriarme.

Sin embargo, a pesar de que tiemblo inevitablemente por el frío, en mi corazón hay una chispa de fuego que me mantiene caliente, que me da la calma que hace tantos días venía pidiéndole al cielo, la dicha de tener de nuevo a mi lado a este hombre que amo con locura y que tanto temía yo perder.

Mi activa imaginación me regala de nuevo los recuerdos de los instantes que acabamos de vivir, quizás como una manera de decirme que todo esto que estoy viviendo no es un sueño, que ya nunca más tendré la necesidad de inventarme escenarios en los que él me ama, porque ahora es una realidad, es nuestra realidad, ahora puedo estar segura de que Armando Mendoza me ama como yo siempre desee que lo hiciera.

Sus dedos acarician los míos mientras toma mi mano y mantiene la vista en la carretera. Estas vías son de alta circulación en especial de vehículos de carga y buses que salen de la ciudad, no puede distraerse más allá de eso, aunque estoy segura que quisiera.

Suspiro y miro hacia afuera, a los lados de la carretera las luces de las casas, los asentamientos residenciales, los restaurantes y otros sitios llenos de turistas y locales, indican que estamos a punto de ingresar a la ciudad.

Y entonces me pregunto... ¿Cómo será su apartamento?

Cuando empecé a trabajar en la empresa, mi jefe de ese entonces me dejó muy en claro que por ningún motivo debía darle la dirección de su residencia a nadie.

Ningún amigo, conocido y menos aún alguna mujer tenía autorización de conocerla. Si alguien no la sabía, era precisamente porque el propio Armando no se la había dicho.

Le escuché decir una vez a su amigo que ese era su espacio privado y allá no llevaba jamás a sus conquistas, que a la única que ahora le tocaba dejar entrar por obligación, era a Marcela Valencia.

Siempre habló de su apartamento como si fuese su refugio, un escondite al que lograba escabullirse cuando quería escapar... en especial de su novia.

Cuando empezamos... lo nuestro, siempre soñé con tener la oportunidad de conocer su apartamento, pero creo que al mismo tiempo siempre supe que no era lo suficientemente... digna, si se puede decir de cierta manera. Armando Mendoza no llevaría a una mujer fea como yo a un sitio que ni siquiera sus más hermosas conquistas visitaban, un lugar que la mayor parte de sus conocidos tenían vetado.

Solía fantasear con que tal vez algún día, en alguna de esas escapadas nocturnas que teníamos... antes, él podría llegar a llevarme a conocerlo, pero en el fondo yo sabía que lo que teníamos no era lo suficientemente serio y real para él, no como para romper abiertamente sus esquemas y desafiar a su sociedad, no por mí.

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