Parte 8.- La noche de las mil lágrimas

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Cinco destellos blancos era todo lo que Charlie podía ver. Cinco destellos de un poderoso significado: Poder, sumisión, tiranía, crueldad, desesperación. Cinco destellos, que en conjunto con los otros miles indicaban la caída del gobierno mandaloriano.

Los destellos provenientes de los bombarderos TIE encendieron un infierno abrasador en los edificios restantes de la ciudad, en los edificios restantes de Mandalore.

Todo estaba cubierto de llamas. El cielo se había oscurecido y vuelto denso por la gran nube de ceniza que ascendía hacia él, y que consigo se llevaba el alma de todos los nobles guerreros revestidos por armaduras indestructibles.

--¿Qué se supone que haces Spring? ¿Sientes compasión por esta gente? —la Séptima Hermana de los Inquisidores intimidaba al muchacho con su sola presencia. Y con una mano, tiraba del cabello de Charlie si éste se atrevía a apartar la mirada de la escena.

El indefenso y desconcertado adolescente se frotaba las manos la una contra la otra. El poder del remordimiento había congelado su piel. Pero esa sensación, no se equiparaba a los músculos temblorosos de sus piernas, casi inmóviles por lo que tenían que presenciar.

Un sable rojo chocando contra los brazaletes de una armadura invencible, incapaz de ser cortada por el luminoso filo. Unas simples navajas, haciéndole frente al increíble poder del Lado Oscuro de La Fuerza. La pericia de un mandaloriano, contra la fuerza de Darth Vader.

El jet pack del soldado de armadura se encendió tratando de tomar una distancia segura de su adversario. De su brazalete salieron disparados varios proyectiles circulares de cuatro puntas cada uno. Pero todos ellos fueron simplemente detenidos en el aire, bajo una fuerza invisible emanada desde la palma de Vader.

Y posteriormente, el señor oscuro dejó escapar todo su odio cerrando el puño y estrujando el metal de las afiladas shurikens que habían osado atacarlo.

El sable rojo fue lanzado con la tenacidad con la que una daga se podría arrojar. Pero no dio un tiro directo; la espada siguió una engañosa trayectoria cuyo objetivo fue la retaguardia del cazador: su mochila propulsora.

Y tras dar sus últimos parpadeos, los impulsores de tan noble aditamento dejaron de funcionar, haciendo que el soldado cayera a los pies de sus enemigos.

El sable rojo retornó a las manos de su dueño. Obediencia, perfección, ferocidad. El mandaloriano se puso de pie una vez más, y de su brazalete brotaron varias cuchillas curveadas, dispuestas a ser usadas contra la cara de su oponente.

El aire fue cortado, los puñetazos y las brazadas fueron rápidos, incluso para el lord Sith.

Y justo en el momento en que las cuchillas habían encontrado su objetivo, justo cuando la máscara iba a ser destazada, el noble guerrero sintió un fuerte ardor, una gran quemadura.

Su noble brazalete ahora ya no estaba, se encontraba en el suelo, junto con algo aterrador... el resto de su brazo.

De la garganta del soldado solo pudieron salir gritos de dolor, gritos de una mujer que había luchado noblemente, pero ahora se encontraba a merced de su enemigo.

--Felicidades –exclamó Darth Vader, amenazando con la punta de su espada a la mujer mandaloriana--. Ojalá pudieras vivir para enfrentarme otro día. Ojalá pudieras vivir para servir al Emperador. Ojalá los mandalorianos hubieran sido lo bastante inteligentes para renunciar a su ridículo credo.

El poder de La Fuerza arrancó el casco de la combatiente, lanzándolo por los aires y haciendo que se perdiera entre los escombros.

Lo que esa armadura protegía era una mujer rubia, con unas cuantas arrugas en los ojos. Y de su respiración agitada no se exhalaba miedo ni derrota, sino una sola cosa: aceptación.

Heartstopper/Star WarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora