Natalie
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Revisaba por última vez la que había sido mi habitación durante veinte años. Aquella casa tenía tantos recuerdos que quizás me vendría bien desaparecer de allí por un tiempo.
Mi vida había sido la que cualquiera desearía tener, mi madre era la presidenta de la compañía cinematográfica "Harrison Studios", una de las más importantes del país, y del mundo, y mi padre fue un reconocido astrónomo, por lo que me había criado entre lujos, fajos de billetes y en una casa de 1.200 metros cuadrados. Aunque nunca me había sentido parte de ese mundo, yo siempre quise escapar de allí, y aún más desde que mi padre ya no estaba.
Aunque no estaba sola, tenía a mi hermana, Rebecca. La única persona con la que tenía una buena relación en mi familia, desde que murió mi padre. Tenía 15 años, y era un completo desastre para los ojos de mi madre, la oveja negra de la familia, en otras palabras. A los seis años ya quiso hacerse sus primeras mechas, aunque no fue hasta los 12, a escondidas de mi madre, cuando se pintó el pelo por primera vez. Desde entonces ha pasado por muchos colores, había llevado el pelo rosa, azul, rubio, gris,... y mechas de todos los colores que os podáis imaginar. Aunque ahora lo llevaba pintado de negro con unos mechones azules. Y al igual que el pelo, quiso tunearse el cuerpo, con 14 años se hizo su primer piercing, el nostril, ese que va en una de las aletas de la nariz. Pero mi madre lo vio y casi se desmaya del horror que le produjo, y tuvo que quitárselo. Mi hermana, con pocas ganas de desistir, se hizo el septum, y se lo escondió metiendo las bolitas por dentro de la nariz para que mi madre no pudiera saberlo. Aunque después de unos meses lo descubrió, y le obligó a quitárselo, pero ella no hizo mucho caso. Su siguiente reto era hacerse un tatuaje, pero desde que mi madre vio sus intenciones, contrató a un guardaespaldas solo para que la vigilara y la prohibiera entrar a cualquier sitio de esos. Ya que según ella, la apariencia de Becca, dañaba la imagen de la familia, y por consecuente, de la empresa.
Habíamos estado unidas siempre, pero desde la muerte de mi padre habíamos estrechado lazos. Ninguna se llevaba especialmente bien con nuestra madre, ya que era una persona muy prepotente y no sabía diferenciar la familia del trabajo.
Mi madre me consideraba la salvación de la familia, ya que mi hermana era la oveja negra, y sólo quedaba yo como única heredera de la multinacional. Y como heredera, debía centrarme en el trabajo, y no simplemente en el trabajo, era el peón de mi madre. Debía asistir a eventos, poner buena cara y aumentar las relaciones comerciales con los empresarios. Asimismo, mi matrimonio también era un apoyo comercial a la empresa de mi madre. Debía casarme con Tyler Kenner, el nieto de uno de los millonarios más importantes de Washington DC. Nos conocíamos desde los siete años, aunque no tuvimos nunca una muy buena relación. Ni siquiera me gustaba, pero mi madre me obligaba a tener citas con él, las cuales eran bastante recurrentes.
- Natalie querida, ¿Tienes todo recogido?
Me giré para encontrarme a mi madre con su característico recogido y su traje preferido color azul marino. Asentí y ella sonrió satisfecha.
- Bob te llevará al aeropuerto. Dijo
- Puedo ir sola mamá, no soy una niña.
- Ya lo sé. Pero es necesario que estés sana y salva, y yo siempre que pueda velaré por tu seguridad. Suficiente que te marchas a Carolina sin ninguna supervisión.
Puse los ojos en blanco y agarré mi bolso para poder salir por la puerta.
Bob era el chófer privado de mi madre, siempre la llevaba a los eventos y se quedaba horas esperando en la puerta ya que mi madre le prohibía marcharse.
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VEGA
Teen FictionNatalie lo tenía todo, hija de una de las empresarias más importantes del país y heredera de una importante fortuna, pero no era feliz. Y jamás creyó que lo único que necesitaba para volver a ser feliz tendría nombre y apellidos, y viviría en Caroli...