26

12 2 0
                                    

Natalie


Desde que había vuelto de Washington, las cosas habían cambiado... demasiado. Había decidido hacer lo que me diera la gana y aprovechar todo el tiempo que pasara aquí viviendo como siempre me hubiera gustado hacer. 

A excepción del trabajo, que no podía evitar, había decidido hacer lo que yo quería, lo que sentía en cada momento. Y por primera vez en mucho tiempo había podido ser yo, había podido disfrutar.

Como si mi verdadera personalidad llevara años enterrada, y en Carolina, hubiera comenzado a florecer.


No tenía ni de lejos la vida que siempre había soñado. Desearía no tener que depender de mi madre, y desvincularme por completo de su empresa y de ella. Pero sabía que aquello no era posible.


Aquella mañana había acompañado a Marcus y a Duncan a su segunda sesión de quimioterapia. Tan solo habían pasado unas semanas desde la primera, pero según me dijo su médico, así era cómo debía ser.

Después había vuelto a la universidad donde me había tirado el resto de la mañana y parte de la tarde. Debía estudiar para un examen y fuera de la universidad era imposible. Veía prácticamente todos los días a Marcus, y era imposible concentrarme en aquella situación. 


Había vuelto a ver a Howland, pero tan solo una vez más, las demás veces había logrado escaquearme. Esa vez no había pasado nada, aunque quizás en parte hubiera sido por que ni siquiera estuve con él en la misma habitación.


Después de la universidad debía pasarme por la oficina, por que me había escrito un mensaje diciéndome que hoy era un día ajetreado y necesitaban algo de ayuda.

Solo había podido contárselo a Janne y a Morgan, a las cuales no les parecía bien que volviera a aquella oficina. Aún más sabiendo que Howland podía sobrepasarse en cualquier momento.


Tras pasar la puerta de su despacho, su mirada y las de dos hombres más se posaron sobre mi, haciéndome sentir algo incómoda.


- Natalie. -Respondió Howland con una sonrisa.- Espérame fuera, ahora termino.

Asentí e hice lo que me pedía.

Me senté en unos sofás que había a la salida y me quedé simplemente esperando.

- Jamás pensé que vería llegar a alguien tan lejos solo chupándosela al jefe. Dijo alguien y yo levanté la mirada

Era aquella chica de recepción

- ¿Perdona?

- Lo que has escuchado. Una cría de instituto que se la chupa al jefe y ya tiene trabajo de por vida.

Me levanté del sitio y la miré fijamente.

Estaba harta de que me pisoteara y yo no hacer nada al respecto.

- Sabes, tienes razón. Tendré trabajo de por vida. Pero... no creo que puedas decir lo mismo. Mi madre es Paulinne Harrison y me encargaré personalmente de que acaben con tu currículum de raíz, y... con suerte, encontrarás trabajo otra vez.

No me gustaba usar la carta de mi madre, pero no me quedaba otra opción.

La chica se quedó petrificada y durante unos segundos sentí el pánico en su mirada.

VEGADonde viven las historias. Descúbrelo ahora