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Natalie


Janne y Morgan habían venido a mi casa a prepararse antes de la fiesta. Habían traído sus preciosos vestidos y se peleaban con las cremalleras para abrochárselos.

Morgan se aplicó una espuma en el pelo para que los rizos de su pelo quedaran más definidos y se puso algo de sombra azul que conjuntaba con su vestido.

Janne decidió hacerse una coleta, y me pidió ayuda para que esta quedara bien tirante, sin ningún pelo fuera de su sitio.

- Estira más, tiene que quedar perfecto. Me pidió

- Janne, como estire más te vas a arrepentir esta noche. Advertí

- Tú estira. Quiero una coleta perfecta.

Le hice caso y estiré tanto que sus cejas también lo hicieron y parecía que había pasado por quirófano.

Para que ningún pelo se moviera eché gomina y gala, y quedó una coleta perfecta, digna de una sesión fotográfica.

Se puso su vestido y unos tacones de aguja y se miró al espejo junto a Morgan.


Sólo faltaba yo por arreglarme, ya que las había estado ayudando a prepararse. Así que cuando tocó mi turno, ambas se pusieron cual dos estilistas a peinarme y maquillarme.

Janne se encargó de rizar las puntas de mi pelo, y Morgan se encargó de maquillarme, aunque no echó muchos productos, decidió ponerme algo de sombra marrón para rasgar mis ojos y me pidió que pintara mis labios de un labial rojo cereza.


Entre risas, terminaron de maquillarme y de peinarme, y me metí dentro de la habitación para cambiarme.

Me puse el vestido verde y me miré al espejo antes de salir.

Siempre había juzgado a mi madre por, desde bien pequeña, maquillarme y peinarme para sus estúpidos eventos, pero esta vez estaba contenta, me veía bien y me sentía bien.

Cuando salí de la habitación, ambas aplaudieron al ver su resultado final.


- ¿Qué os parece? Pregunté

- Estás preciosa Nat. Me dijo Janne

- Por cierto Nat. Tengo algo para ti. -Dijo Morgan, señalando una pared totalmente blanca- ¿Te acuerdas de esa pared?

Yo reí y asentí

- Aquí tienes tu regalo de cumpleaños. Dijo entregándome un lienzo.

Eran las ballenas que me había prometido, estaban preciosas, tenían una calidad excepcional, cómo la luz atravesaba las nubes, y lo tan bien detalladas que estaban las ballenas.

- Es precioso Morgan, muchísimas gracias. Dije con una amplia sonrisa.

- Podemos colgarlo juntas. Sugirió Janne

- ¡Sí! Respondimos Morgan y yo.


Colocamos una silla en frente de la pared y con ayuda de un martillo y un clavo, logramos hacer una agujero en la pared, en el que después iría enganchado el cuadro.

Era un cuadro algo grande, lo que le daba el toque perfecto a la pared, sin parecer muy pequeño. Los colores quedaban genial con la estética del salón, y era un cuadro precioso. Bajo la firma de Morgan Hastings, el mejor cuadro que me había regalado nadie nunca.

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