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Natalie


Era el día del partido. Todos estábamos nerviosos, y habíamos ido a apoyar a Marcus en el partido. 

Aún no había comenzado, aunque Marcus ya se había ido con su equipo a los vestuarios.

Los demás nos habíamos quedado cerca de las gradas esperando a que diera comienzo.


- Mirad, creo que es él. Dijo Dave señalando a un hombre trajeado con el pelo casi blanco y bastantes entradas.

Tenía toda la pinta de ser el ojeador. Llevaba consigo una libreta y un boli, y en ese momento charlaba con uno de los entrenadores.

Marcus jugaba contra un equipo cercano, el de una universidad no muy lejana. Aunque se había entrenado duro, había apuestas de que el ganador sería el equipo contrario. Se rumoreaba que eran muy buenos, y que los nuestros no tenían nada que hacer.


Los equipos en el baloncesto eran de cinco jugadores, entre los que estaba Marcus. Su entrenador no quería ponerle entre los cinco jugadores titulares, ya que llevaba bastante sin jugar y acumulaba una lesión. Y cuando me enteré supe que debía hacer algo. Quizás no era algo de lo que estuviera muy orgullosa, pero le soborné. Le soborné para que incluyera a Marcus entre los cinco jugadores. Le expliqué que había entrenado muy duro y que estaba preparado, entendí que no quisiera arriesgarse, pero no podíamos dejar pasar esa oportunidad.


La gente comenzó a llegar y decidimos empezar a sentarnos en nuestro sitio. Janne había conseguido coger unos asientos en la grada más alta. Desde allí arriba podríamos verlo todo con más claridad, según ella.

Nos sentamos y los asientos comenzaron a llenarse progresivamente hasta que no quedó ninguno libre. Era un partido importante, por lo que había asistido bastante gente.


El partido dio comienzo a las siete en punto. 

Los diez primeros minutos transcurrieron bien, había mucho más posesión por parte del equipo contrario, pero confiaba en una remontada. La cual no llegó en los primeros diez minutos.

El entrenador decidió cambiar a un par de jugadores, que, por suerte, entre ellos no estaba Marcus. Aunque más le valía no quitarle del partido, ya que no recibiría el segundo pago.

El segundo tiempo comenzó. Hubo varias faltas y nuestro equipo se quedó algo más rezagado en el marcador. Las cosas no pintaban como yo pensaba.

Me fijé en varias ocasiones en el ojeador, que negaba con la cabeza y apuntaba algo en la libreta.

Estaba nerviosa, el partido iba bastante mal, nuestro equipo iba perdiendo por innumerables puntos y no lográbamos una revancha.

Llegaron los quince minutos de descanso. El entrenador se acercó a ellos y comenzó a darles una charla. Se notaba que estaba enfadado. Llevábamos la mitad del partido y aún perdíamos, y parecía imposible darle la vuelta al partido.

Marcus parecía cansado, y no pude evitar sentirme mal al respecto. Sabía que quería hacer aquello y que llevaba mucho tiempo esperando esa oportunidad, pero no pude evitar pensar que si yo no hubiera llamado a Michael, él ahora mismo no estaría así.


El partido volvió a comenzar y todos los jugadores se colocaron en posición. 

El tercer tiempo fue algo mejor, y logramos remontar algunos puntos, pero aún así debíamos hacerlo aún mejor. Debíamos ganar costara lo que costara, o por lo menos, llegar al empate.

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