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Natalie


Estaba en clase, llevaba dos días sin saber nada sobre Austin, ni un simple mensaje, quizás se había enfadado por haberlo llevado al hospital, o quizás estuviera grave y no podía hablar.

De hecho, no había hablado con nadie en esos dos días. Era Martes y ese día me decían la nota de mi examen de matemáticas. Estaba nerviosa, por que esperaba que saliera bien, pero en el fondo ni siquiera me importaba la nota. Quería saber que Austin estaba bien y que había hecho bien en llamar a la ambulancia.


- ¿Natalie? Dijo alguien detrás mía.

Al girarme se iluminó mi mirada. Era Ander, el hermano de Austin. Necesitaba saber como estaba él.

- Ander. 

- Escucha... sé que fuiste tú quien llamó a la ambulancia...


Ya está...  La había cagado.


- Gracias. -Dijo dándome un fuerte abrazo, tan fuerte que la magulladura que me había dejado el agarre de Cameron aquel día, comenzó a dolerme- Le has salvado la vida.

- ¿Q-Qué? 

- Le echaron algo en la bebida. No sabemos aún qué fue, pero necesitó un lavado de estómago.

- Joder... ¿Qué tal está? 

- Ahora bien. Aunque no creo que venga en un par de días a clase. Sigue en revisión.

- Claro... lo entiendo. Dije con una sonrisa


Él se despidió y yo entré a mi clase de matemáticas, donde empezaron a repartir las notas. Una vez me había quedado más tranquila por Austin, si tenía ganas de saber mi calificación.

Entonces llegó la mía. Abrí mi correo y descargué el documento con todas las notas y busqué entre todos mi nombre. Y ahí estaba. Ocho con noventa y cinco. UN OCHO. CON NOVENTA Y CINCO.

Jamás había sacado tan buena nota en un examen de matemáticas. Y no pude reprimir mi felicidad. Sonreí pletórica sin poder parar de mirar la pantalla de mi ordenador con mi calificación.


Estaba tan entusiasmada que salí de clase. Recogí mis cosas y salí de la universidad. Veinte minutos después estaba llamando a su puerta.

Cuando abrió la puerta no pude contener las ganas de abrazarlo. Sabía que estaría en casa por que Janne me había mencionado que no solía ir mucho a clase.


- Un ocho con noventa y cinco. Dije con una amplia sonrisa

- Joder eso es genial. -Dijo él ahora con una sonrisa- Sabía que podías hacerlo.

Le abracé y él no tardó en devolverme el abrazo.

Estaba tan eufórica que en cuanto nos separamos, pegué mis labios a los suyos. Aunque esta vez él no reacciono y me separé al instante.


- Lo siento yo...


No me dejó terminar la frase cuando pegó sus labios a los míos.


Estaba pasando otra vez, y lo había echado tanto de menos.

Cerró la puerta y sin separarnos, caminamos hasta su habitación. No pude evitar sonreír, me sentía bien, estaba... feliz, o por lo menos así me sentí.

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