Las constantes malas sensaciones de Severus no se hicieron realidad al menos durante el mes de enero, pero los presentimientos de Cecilia no eran tan buenos como en el pasado. Él le mantenía al tanto de las reuniones y conversaciones en la mansión y de los planes de los mortífagos. Incluso al pasar junto a los hermanos Carrow estos le regalaban sonrisas sórdidas y sarcásticas. Algo no iba bien y presentía que Severus estaba siendo apartado de esos nuevos planes.
El último domingo de febrero salió a pasear por los terrenos colindantes al bosque prohibido. No se atrevía a entrar en él pero le gustaba oír el graznar de las aves, el eco lejano de los cascos de los centauros, el ruido de las criaturas que habitaban entre sus árboles. Se detuvo a unos metros de estos para distinguir alguna figura o animal preguntándose si en algún momento tendría el valor para adentrarse allí. El ruido de unos pasos la hicieron girar sobre sus talones, Severus había quedado en reunirse con ella en diez minutos, pero no era él.
Extrajo la varita de roble rojo cuando vio a los Carrow andar en su dirección. Una sonrisa pedante y triunfante colgaba de sus labios. Amycus paró a unos metros de ella, su hermana se adelantó un poco más.
—Profesora Eliseo —pronunció con sorna—. ¿O debería llamarte mestiza?
—Me aburre tu juego, Alecto. —Amagó hacia la derecha para esquivar a los hermanos pero Amycus se movió con ella.
—Tic tac, tic tac. Tu tiempo se acaba, Cecilia.
Entonces la vio aparecer envuelta en un corsé negro y una larga falda de tela fina que se pegaba a sus largas piernas al andar. Su expresión parecía la de una chiflada. Cecilia se dio cuenta de que la mujer no llevaba la varita en la mano, pero sus secuaces sí. Su pulso empezó a acelerarse por el pánico, se sentía acorralada y no sabía si Severus llegaría a tiempo y si lo hacia no podía poner en peligro su tapadera.
—¿Esperas a Snape? —soltó Bellatrix andando con pasos cortos al estar más próxima a ella. Estaba claro que los Carrow le habían puesto al corriente de su relación con él—. El Señor Tenebroso está realmente orgulloso de su avance contigo, mestiza, pero si yo le pido algo no dudará en dármelo. Cambios de última hora —matizó como si no lo hubiera entendido.
—¿Snape está metido en esto?
Odiaba hacerse la estúpida pero tenía que mantenerlo a salvo. Entonces todo lo relacionado con la profecía hizo clic en su cabeza encajándose como un puzzle perfecto. <<Hay dos personas, la luz y la oscuridad>> <<La luz atraerá la oscuridad, y esa oscuridad te atacará debido a la luz>> <<Al final tendrás que decidir si combatir a la oscuridad para proteger a la luz o sacrificar la luz para erradicar parte de la oscuridad>>. Entendía quién era la luz y la oscuridad. Estaba claro que no pensaba sacrificar a la luz por salvarse, en todo caso se sacrificaría para salvar a la luz, su luz: Severus.
Empuñó la varita con decisión y resolución. La apretó contra su pierna sin dar señales de estar alerta y preparada para defenderse, lista para usar las imperdonables sin importar el resultado en sí misma.
Bellatrix no paraba de hablar, era de esas personas que creaban un monólogo antes de empezar una batalla. Pero aquello le resultó útil. Oyó cómo encontraron a Potter y sus amigos, los llevaron a la mansión y torturó a Hermione. Cecilia apretó la mandíbula para no lanzarle un Avada ahí mismo. Respiró aliviada al escuchar que los chicos consiguieron huir.
Mientras la mujer seguía largando sus hazañas Alecto se veía impaciente por empezar el juego con la mestiza.
—Siento ser yo la que te diga la verdad sobre Snape. Él no te quiere, mestiza —decía con su sonrisa demente—. Solo le interesa tu poder. Pero cuando hayas hecho las varitas para todos prometo acabar contigo rápidamente.
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-Háblame en silencio- Severus Snape.
ФанфикLa vida de Cecilia era tan tranquila como la vida de una bruja podía ser, incluso más. Había terminado los estudios seis años atrás y las cosas no iban tan bien como había imaginado. Soñaba con ser una experta en varitas mágicas y vivir de las qu...