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  Enfiló la calle de la Hilandera en dirección al sucio río que se encontraba cerca de su casa. La estructura de un viejo molino se pudría a un lado del río. El día estaba nublado y pequeñas gotas de lluvia se adherían a su pelo a medida que avanzaba. Sabía que estaba cerca, que se escondía entre los árboles que rodeaban el cauce. Tal vez usar un hechizo que revelase la presencia de humanos le ahorraría tiempo, pero si la conocía tanto como creía hacerlo no tardaría en protagonizar una aparición dramática, exagerada y alocada.

  Se adentró en el diminuto bosque que se formaba en paralelo al río. Le bastó andar unos pocos metros para divisar su larga melena meciéndose con la escasa brisa. El odio que sentía por ella aumentó sólo de pensar que acechaba por su casa para vigilar a Cecilia. Ralentizó sus pasos mientras fruncía el ceño por tener que acercarse a ella.

  —Snape —susurró despacio. De repente se giró hacia él con una expresión desquiciada y una mezcla de prepotencia en sus rasgos. Por un momento se miraron sin hacer nada.

  —No me gusta verte merodeando por mi casa.

  —Oh, Snape, Snape. —Comenzó a andar a su alrededor y saltó frente a él con un movimiento exagerado. Severus puso los ojos en blanco ante ese gesto—. Ha llegado a mis oídos el rumor de que la mestiza estaba en tu casa. ¿Cómo no verlo por mí misma?

  —Colagusano espera tener tareas más relevantes, pero siendo un bocazas no va por buen camino.

  —Llegó a la mansión ansioso por contarlo. Deberías haber visto la sonrisa del Señor Tenebroso. —Se cruzó de brazos, arrogante—. A mí no me engañas, Snape. Conozco tus planes.

  —¿Y qué pretendes al venir aquí? ¿Espantarla y echar por tierra los progresos que he hecho?

  —Colagusano dice que la mestiza se ve muy cómoda a tu lado. —Severus se pellizcó el puente de la nariz empezando a perder la paciencia. Bellatrix estaba al corriente de sus supuestos planes y aun así parecía perdida.

  —Piensa más rápido, Bellatrix. —La mujer hizo una mueca de desprecio—. Si necesito que confíe en mí qué esperas que haga, ¿qué la maltrate?

  —Traerla a tu casa es demasiado. Pretendes que la primera varita sea tuya.

  —No necesito sus varitas.

  —¡Claro que sí! —Volvió a dar otra vuelta a su alrededor y él temió que Cecilia decidiera ir a echar un vistazo si tardaba demasiado en volver—. Estabas muy interesado en la de Dolyn. ¿Ya le has pedido una con las características que te gustan? —Comenzó a reírse a carcajadas.

  —Dile al Señor Tenebroso que todo va muy bien. —Bellatrix se le encaró alzando un dedo hacia su cara, tenerla a unos centímetros no le impresionó lo más mínimo.

  —Yo no soy tu sirviente, Snape. Solo le soy fiel a él.
 
  —Entonces, ¿te ha pedido él que vengas? —Ella pareció dudar un instante.

  —No, pero se la entregaré ahora mismo. —Sin ningún esfuerzo la sostuvo del brazo controlando las ganas que sentía de clavarle los dedos por querer ir a por Cecilia. Bellatrix le observó sorprendida por su agarre a la vez que asustada.

  —Como ya he dicho soy yo el que se ocupa de la mestiza. Ahora vete de aquí. —La soltó con desdén—. Si te vuelvo a ver por aquí tendrás problemas.

  Al entrar Cecilia se giró hacia la puerta velozmente desde el sofá, vio reflejado el alivio en sus ojos y él dibujó una pequeña sonrisa.

  —¿Ves? No ha pasado nada. Estoy bien.

  —¿De qué habéis hablado?

  —Lo único que importa es que te dejará tranquila durante un tiempo.

 -Háblame en silencio- Severus Snape. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora