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  Los días anteriores al primer partido de la temporada de quidditch los ánimos de los alumnos estaban por las nubes. Todos hablaban de los entrenamientos y del equipo que había formado Gryffindor con Ron como guardián.

  Algunos alumnos le contaron a Cecilia que los de Slytherin compusieron una canción llamada "A Weasley vamos a coronar". Y como si eso hubiera sido algo digno para celebrarlo y sentirse orgulloso, un alumno de Slytherin lo tomó como un halago y comenzó a entonar la canción en mitad de la clase. Cecilia frunció el ceño, disgustada por la letra de la misma, y mandó callar al chico que se había entregado por completo a la labor de la interpretación. Después de ese episodio la clase se dispersó comentando el partido del próximo sábado. Los de Gryffindor lanzaban comentarios contra las serpientes y estos no se molestaban en eludir las provocaciones y se enzarzaron en una animada disputa. Cansada, hizo estallar una bola de humo en el techo provocando un fuerte ruido que les obligó a cerrar la boca.

  —¿Acaso estamos en Historia del quidditch? —preguntó enfadada, los estudiantes se miraban unos a otros, preocupados, porque la profesora Eliseo nunca se enfadaba—. Cuando diga que os calléis os calláis, ¿entendido? Y ahora cinco puntos menos para Gryffindor. —Los contrarios empezaron a aplaudir—. Y cinco menos para Slytherin.

  —No es justo. —Se quejó el chico que había estado cantando.

  —Lo que no es justo es que yo esté perdiendo tiempo de la clase por disputas sin sentido.

  —Es porque sabe que Ravenclaw no ganará la copa —murmuró una Slytherin con descaro.

  —Cinco puntos menos para Slytherin. Y para la próxima clase quiero que me entreguéis una redacción con todo lo que no pueda dar del capítulo veintiuno. —Antes de escuchar la lluvia de quejas elevó una mano, amenazadora—. Por cada palabra que oiga restaré un punto a la casa de quien la pronuncie.

  Todos guardaron silencio y permitieron que Cecilia diera la lección con normalidad, lo que les dejó menos tarea para la próxima clase.

  En la hora de la comida Snape se deslizó por detrás de su silla con el rostro impasible.

  —Te agradecería que dejaras de restarle puntos a mi casa.

  —Y a mí me gustaría que fueran más respetuosos.

  —Ya te advertí de que eras muy blanda con ellos. —Ella le miró de soslayo.

  —Soy igual con todos y solo he tenido que sancionar a Slytherin por sus comentarios. Tienen la lengua muy afilada.

  —Un Slytherin que se precie sabe cómo responder a cualquier cosa.

  —A ver qué respondéis el sábado cuando Gryffindor se lleve la victoria. —Snape alzó las cejas, sorprendido.

  —Vaya, en realidad eres un león disfrazado de águila. No me esperaba que traicionaras a tu casa —comentó con una ácida sonrisa.

  —No, jamás lo haría. Es solo que no me gustan las serpientes. Se creen muy astutas cuando solo saben arrastrarse. —Sonrió fingiendo inocencia a la vez que se encogía de hombros.

  —Me parece que los partidos de quidditch van a tener una doble emoción. —Le vio sonreír sin sarcasmo, Cecilia pensaba que estaba siendo víctima de una alucinación, pero le apetecía tener una sana competencia con alguien para los próximos encuentros.

§§§

  El sábado, en la hora del desayuno, Cecilia entró al Gran Comedor con normalidad, pero había olvidado el ambiente que se creaba entre los alumnos que disputaban el partido. Slytherin, vestidos con los colores de su casa, abucheaban a cualquiera de Gryffindor. Y estos, le devolvían miradas envenenadas o movían los labios articulando algunos insultos. En la mesa donde se encontraban Harry y sus amigos comprobó los nervios de Ron mientras el muchacho de gafas le daba unas palmaditas de ánimo a su cabizbajo amigo. Luego, Harry miró hacia arriba y ella imitó su gesto viendo un cielo azul y limpio.

 -Háblame en silencio- Severus Snape. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora