Salió del despacho después de compartir, como hacía cada sábado, el desayuno con Severus. Ahora más que nunca esos momentos le alegraban el día y se pasaba todo el tiempo posible metida allí: leyendo los libros que Severus le daba, organizando las clases por temarios, charlando con él o simplemente viéndole trabajar en silencio.
Los últimos cuatro días habían sido casi una pesadilla. Los profesores la saludaban por cortesía, pero la miraban de medio lado y susurraban cuando ella pasaba de largo. Los alumnos de su casa, los pocos que quedaban por Navidad, se reían al verla, le decían que se avergonzaban de pertenecer a la misma casa que ella y que esperaban que el próximo año no diera clases en Hogwarts. Cuando se lo contó a Tonks se encogió de hombros y le dijo que pasaría tan pronto como había llegado, pero su amiga había dejado de visitar el colegio y solo le hablaba mediante cartas.
El supuesto villano de la historia, Severus Snape, era el único que le hacía respirar tranquila. Se preocupaba por sus problemas y por su bienestar, le dejaba acompañarlo en sus horas de trabajo, le hacia olvidar la cosas malas con sus abrazos y hasta le pidió que le acompañara en los turnos de vigilancia que hacía por las noches para poder pasar más tiempo juntos. Severus estaba siendo el aire puro en un ambiente corrompido.
Alcanzó el vestíbulo y se dirigió a la puerta de entrada. Nada más posar la mano en ella oyó un engorgio. Una luz celeste se reflejó sobre la brillante madera y una araña de tamaño considerable cayó a sus pies. Cecilia se echó hacia atrás lanzando un grito de horror. Las risas no se hicieron esperar y la profesora miró a su espalda donde tres alumnos de Ravenclaw la observaban riendo a carcajadas. La araña seguía avanzando hasta ella, moviendo los quelíceros de manera amenazante. Cecilia tomó su varita lanzando un reducio. El animal volvió a su tamaño habitual y se perdió por un orificio de la pared.
—¡Venid aquí!
Sobresaltados empezaron a correr por el lado opuesto, Cecilia sopesó si ir tras ellos o dejarlos marchar a pesar de todas las cosas que había soportado ya.
—¡Desmaius! —Uno de los alumnos cayó inconsciente al suelo mientras los otros dos lograban huir abandonando a su compañero. Cecilia llegó hasta el chico en el mismo momento que lo hizo el autor del encantamiento, un estudiante de sexto perteneciente a Slytherin—. Puedo encontrarlos a esos dos.
—Ya me encargaré de ellos más tarde, gracias. Aunque las formas han sido un poco drásticas.
—Esto es lo que faltaba, profesora Eliseo. —McGonagall llegó con pasos rápidos y una expresión de irritación profunda señalando la varita de Cecilia—. Aturdir a los alumnos, es el colmo. Debería ser expulsada ahora mismo pero claro, ¿quién va a hacerlo?
—Todo tiene una explicación...
—¿Lo has visto, Flitwick? —El profesor asintió con cara de pena—. Hay que hacer algo con ella.
—La profesora Eliseo... —comenzó el chico de Slytherin pero la mujer alzó una mano para callarle.
—¡Diez puntos menos para Slytherin!
—Estás siendo injusta, McGonagall. —Todos se giraron hacia aquella voz, Hagrid se aproximaba a ellos con pasos nerviosos—. ¿Ves un alumno aturdido y ya es culpa de Cecilia?
—¿Qué más pruebas necesitas? Está parada junto al chico con la varita en la mano.
—No ha sido ella, sino Markus. —Hagrid apuntó al estudiante quien comenzó a asentir varias veces—. Ella sólo pretendía hablar con los de Ravenclaw. Han usado un hechizo para agrandar una araña que debía caer sobre Cecilia, y menos mal que han fracasado.
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-Háblame en silencio- Severus Snape.
FanfictionLa vida de Cecilia era tan tranquila como la vida de una bruja podía ser, incluso más. Había terminado los estudios seis años atrás y las cosas no iban tan bien como había imaginado. Soñaba con ser una experta en varitas mágicas y vivir de las qu...