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  Había terminado de reunirse con todos los alumnos de quinto de su casa para hablar y guiarlos sobre las múltiples carreras de entre las que podían escoger una vez acabasen sus estudios en Hogwarts. No era uno de sus momentos favoritos del curso, pero al menos ahora no tenía a nadie del ministerio metiendo las narices a cada rato e interrumpiendo con esa tosecilla que le sacaba de quicio.

  Mientras recorría los pasillos aprovechando lo vacíos que se hallaban gracias a que los estudiantes estaban concentrados en los estudios, pensó en reunirse con Dumbledore. Habían llegado a un punto en las investigaciones en que no avanzaban nada. Sólo había logrado que Dolyn le dejara echarle un vistazo a la varita mientras que Bellatrix no le quitaba los ojos de encima. Sabía que pronto iba a tener una visita por parte de la mujer.

  El estruendo que estalló por todo el pasillo le hizo sacar a Bellatrix de su mente de inmediato. Por un momento se paró para ver de dónde provenía aquel sonido y condujo sus pasos hacia la sala de duelos que quedaba a unos metros de su ubicación.

  Empujó la puerta silenciosamente tratando de pillar a un alumno con las manos en la masa, pero lo que encontró en su lugar le dejó unos segundos sin saber qué hacer.

  Yacía de espaldas con la mano derecha enarbolando la varita, apuntando a una gran figura de cobre que permanecía en el suelo, como si hubiera sido derrumbada por un fuerte golpe. Su cuerpo estaba en tensión, en una postura de ataque. Había dejado de lado su túnica y la sustituyó por una camiseta blanca de manga corta y unos finos pantalones negros. Observó como poco a poco iba descendiendo el brazo, parecía realmente concentrada. Su melena estaba recogida en un moño alto e imaginó su cara despejada y sonriente, como aquella vez cuando llegó entre los copos de nieve. Severus sonrió ante aquel recuerdo.

  Cecilia apretó la varita y apuntó de nuevo a la figura, que usaban como oponente, claramente con la intención de ponerla en pie y volver a empezar la práctica. Severus elevó la suya y dijo:

  —Expelliarmus. —La varita abandonó la mano de la chica y voló en dirección al profesor que la cogió sin ningún problema. Ella se giró con una mezcla de duda y temor en sus ojos. Al verle puso los brazos en jarra.

  —Devuélvemela. —Severus la ignoró y estudió la varita que tenía en la mano.

  —¿No estarás pensando en usar ese maleficio contra alguien? —Señaló al proyecto de muñeco que seguía en el suelo.

  —No.

  —¿Y qué haces aquí?

  —Distraerme.

  —Empiezo a sospechar que realmente tienes una gran inclinación por las Artes Oscuras, sino ¿por qué las usarías para distraerte?

  —Porque es una manera de soltar los nervios que me carcomen. —Severus la contempló un instante, su cara estaba ligeramente colorada por la práctica y su semblante serio le daba a entender que decía la verdad.

  —¿Por qué estás nerviosa? —Dio un paso hacia ella, preocupado.

  —Por los resultados de los TIMOS. He intentado que los chicos se lo tomen en serio, pero no estoy segura de que lo estén haciendo.

  —¿Y?

  —¿Cómo que y? Tú llevas haciendo esto quince años, pero para mí es el primer año. Si fracasan también será un fracaso para mí como profesora.

  —Tú has hecho la parte de tu trabajo ahora les toca a ellos hacer el suyo. No puedes cargar con todo.

  —Lo sé —dijo moviendo las manos como si quisiera descargar la tensión que sentía—, pero no puedo evitarlo.

 -Háblame en silencio- Severus Snape. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora