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  Durante el resto de la semana no paró de darle vueltas a la confusa profecía de Sybill. Existía una persona a la que le rodeaba la oscuridad, una de esas dos personas era luz, la otra oscuridad y realmente peligrosa. Y ambas partes se verían enfrentadas por Cecilia y, aunque no le gustara admitirlo, le aterraba la idea.

  Iba a pedirle permiso a Dumbledore para salir a Hogsmeade, y también había pensado en comentarle sobre la profecía de la profesora para ver si él podía sacar algo en claro de todo ello,  pero el director no se encontraba en el colegio por lo que fue Minerva quien le dio el consentimiento de dejarla salir de Hogwarts.

  —Es tu tiempo libre, técnicamente nadie puede prohibirte salir o quedarte. —Le recordó la mujer.

  Cecilia se había sentido tentada a contarle a ella lo que Trelawney vio en sus posos del café, pero no estaba segura de cómo iba a reaccionar la mujer. Y tampoco contaba con un amigo dentro del castillo para comentarlo. Suspiró en las escaleras del castillo mientras observaba cómo el aire arrastraba las hojas por el suelo del patio. Se apretó la bufanda contra el cuello y se tapó la boca con la misma a la vez que emprendía el paso.

  Llegó a la calle principal de Hogsmeade, que contaba con poca gente paseando por ella, y se dirigió a Las tres escobas. Había unas cuantas mesas ocupadas por varios magos y brujas que mantenían una charla animada. En una situada junto a la pared más aislada se encontraba una chica con la cabeza agachada, Cecilia inspeccionó la sala sin dar con Tonks.

  —¡Cecilia! —Esta giró hacia un lado viendo a la chica de la mesa aislada alzando una mano en su dirección. El pelo castaño sin brillo y casi despeinado la había hecho pasar desapercibida pero se trataba de Tonks. Cecilia se aproximó a la bruja que le recibió con una escueta sonrisa. Recordó lo que Snape había comentado, no la vio tan alegre como la recordaba—. Me alegro tanto de verte.

  —Yo también —dijo miestras echaba la silla hacia atrás para sentarse. Notaba a su amiga alicaída—. ¿Cómo estás? Te veo bastante cambiada.

  —Desde que pasó lo del ministerio las cosas han sufrido algunos cambios. Creo que no nos hacemos a la idea de lo de Sirius.

  —Me imagino. Me enteré de su pérdida. Lo siento.

  —¿Has visto a Harry? ¿Cómo lo lleva?

  —¿Harry?

  —Sirius era su padrino.

  —Oh —comentó asimilando la noticia—. Le he visto bien. Claro, no le doy clases así que no coincido tanto con él. Pero ¿de qué conocías a Sirius Black?

  —Por Harry, claro. Digamos que trabajamos por la seguridad del chico durante unos meses.

  —¿Era auror? —La camarera se acercó a ellas con una sonrisa alegre en los labios. Antes de que la mujer hablara Tonks hizo su pedido.

  —Una cerveza de mantequilla. —Miró a Cecilia para que pidiera.

  —Un ron de grosella roja.

  —Enseguida, chicas.

  —Gracias —dijo Cecilia esperando a que se alejara para mirar de nuevo a Tonks que negó al recibir su mirada.

  —No. Quería ayudar a Harry porque era el mejor amigo de su padre al igual que Remus.

  —¿Remus Lupin, el hombre lobo? —cuestionó asombrada.

  —Remus es un buen hombre —replicó ofendida.

  —No he insinuado lo contrario. —Con la llegada de las bebidas hicieron otra pausa. Empezó a pensar que no era la conversión más indicada para tratar con alguien que llevaba años sin ver. Le tenía un cariño inmenso a Tonks y no pretendía hacerle sentir mal. La chica bebió un sorbo deslizando los ojos hacia un lado.

 -Háblame en silencio- Severus Snape. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora