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  Con lentitud retiró el brazo y bajó de nuevo la manga. Era un gesto extraño, jamás se había sentido tentado a enseñar algo de lo que se sentía tan poco orgulloso, ya fuera por un arrebato de ira o por un momento de debilidad, esa era la primera vez que lo hacia y sabía que se debía a la condición de amiga que le asignó a la chica sentada delante de él. Cecilia, sin embargo, se veía tranquila y su sonrisa no perdía esa intensidad que se traspasaba a sus ojos. Snape bebió el té de un solo trago ya que se le secó la garganta por la preocupación de lo que Malfoy estaba llevando a cabo.

  —Gracias. Ha sido un detalle de tu parte.

  —Yo no lo llamaría detalle —dijo mientras se frotaba el antebrazo como si quisiera borrarla.

  —Ya sabes a lo que me refiero. Cuando eres justo es lógico decirlo.

  —¿Justo? —repitió con ironía—. Me han llamado de todo, pero creo que justo nunca. Ahora dime una cosa, ¿era así cómo pretendías que te ayudara? Sin decir ni hacer nada.

  —Bueno —Agachó la cabeza avergonzada—, sí. Quería saber tu opinión sobre Malfoy y qué posibilidades hay de que esté metido en las filas de quién-tú-sabes.

  —Conozco a Draco y sé que presume demasiado sobre cosas que no debería, pero los problemas que están teniendo en su familia es un gran peso para él y puede conducirle por el camino equivocado. A partir de ahora yo me ocupo de vigilarle.

  —No le vigilaba.

  —Si lo estuvieras haciendo se te hubiera escapado igualmente —soltó con su habitual sarcasmo pero esta vez la diversión quedaba plasmada en su voz. Cecilia asintió, irónica.

  —La vigilancia es cosa para los de Slytherin.

  —Has aprendido a replicar con los años, pero sigues siendo igual de mala al hacerlo. —Se puso en pie haciendo desaparecer las dos tazas al tiempo en que ella imitaba su gesto.

  —Tienes razón, intentaré aprender de mi antiguo profesor de pociones. Era, digamos, un poco ácido. —Sonrió, pero Snape le mantuvo la mirada sin sonreír ante la broma pero en su rostro y en la manera de girar la cabeza pudo apreciar que no se lo tomó mal—. Gracias por venir y por el té.

§§§

  Febrero hizo acto de presencia con tanto frío y tales cantidades de lluvia que las primera clase de aparición tuvo que suspenderse en los jardines y hacerse en el Gran Comedor. Cada jefe de las casas retiró su mesa a un golpe de varita. Los jefes de las casas se colocaron a lo largo de la parte destinada a la mesa de los profesores quedando de cara a la gran estancia esperando a que los alumnos y algunos profesores fueran entrando.

  Cecilia fue una de las que decidió pasar aquella mañana de sábado en la clase de aparición. Dumbledore les había dado permiso para ir y echar una mano en caso de que fuera necesario, pero siempre y cuando se mantuvieran unos pasos por detrás de los jefes y actuaran cuando estos pidieran su intervención.

  Cuando entró en el Gran Comedor los alumnos formaban pequeños grupos dando salida a los nervios que se acumulaban en sus estómagos, ella pasó al lado de ellos dándoles ánimos con gestos y sonriendo. McGonagall charlaba con el profesor de aparición que parecía darle las últimas pinceladas a la preparación de la clase. Cecilia avanzó hacia los pocos escalones que la separaban de los enormes ventanales arañados por la incesante lluvia, su idea era sentarse en el alféizar y observar la clase pero cuando fue a mirar hacia los ventanales vio a Snape de pie, serio y con aspecto enfurruñado. Ella sonrió al verle con el pelo mojado por la lluvia y por alguna extraña razón sus pasos se ralentizaron al mirarle. Había algo diferente en él, en su rostro y en su pelo pero no lograba adivinar el qué.

 -Háblame en silencio- Severus Snape. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora