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  Cuando se despertó sintió cómo se le encogía el estómago al recordar que los alumnos llegarían unas horas antes de la cena de bienvenida, para darles tiempo a instalarse.

  Se vistió con una de las túnicas que compró, negra con bordados azul claro con detalles plateados. Parecía una alumna de Ravenclaw y al mirarse en un espejo sonrió. Nadie diría que era una profesora de Hogwarts.

  El Gran Comedor estaba atestado de fantasmas que sobrevolaban las mesas vacías de las casas. En el techo se veían las nubes blancas y radiantes atravesando el cielo azul. Cecilia se acercó a la mesa de los profesores con una sonrisa. Dumbledore se puso en pie para saludarla.

  —Buenos días, profesora Eliseo —dijo con un tono orgulloso y melodioso.

  —Buenos días, director.

  —Me gusta tu túnica. Es un pequeño guiño a tu casa.

  —Bueno, espero que no esté mal visto. He tratado de comprar ropa imparcial. He escogido varios colores. —Se dirigieron al asiento de ella mientras iba saludando a sus compañeros a su paso, incluso Snape inclinó la cabeza en un amago de saludo cuando sus miradas se cruzaron.

  Saboreó el café en aquel ambiente tranquilo y amistoso. Sprout hablaba con Hagrid con interés de unos tipos de plantas que él desconocía, Mcgonagall intercambiaba palabras con Dumbledore mientras Flitwick y Snape desayunaban en silencio. Observó que la profesora Trelawney mantenía la vista clavada al frente, perdida. Recordaba haber visto esa expresión con anterioridad, sabía que estaba teniendo una visión. De repente giró la cabeza hacia ella con gesto de asombro y preocupación. Cecilia le hizo un gesto evidenciando que quería saber qué había visto. La profesora movió los labios y leyó <<después del desayuno>>. Cecilia asintió intrigada.

  Esperó a que todos fueran abandonando el comedor. Cecilia se detuvo junto a la mesa de Ravenclaw mientras Trelawney rodeó la mesa de los profesores con paso nervioso. Se paró frente a ella y barrió la sala con la mirada con sus enormes ojos agrandados por las gafas.

  —El ojo que todo lo ve me ha revelado algo sorprendente. —Hacía aspavientos con las manos y desplazaba rápidamente los ojos de un lado a otro—. Hay algo que te rodea, algo oscuro donde resalta tu luz.

  —¿Qué quiere decir eso? —Trelawney la miró como si le hubiera hecho una pregunta complicada.

  —Una oscuridad en la cual tu luz crea un sendero.

  —¿Pero la oscuridad es un peligro que me acecha? ¿La luz es mi posibilidad de salvarme?

  —Yo... —Trelawney dudó un instante—. Esa oscuridad es una persona y la luz... puede que sea... una posibilidad de... ayudar.

  —¿A quién?

  —El ojo que todo lo ve... actúa por flases.

  —¿Y cuánto tengo que esperar para ver el siguiente? —La vidente puso cara de evidente molestia.

  —Eso significa que todavía queda algún tiempo —replicó con dureza—. Ya te avisaré. Ten cuidado.

  Abandonó el comedor haciendo tintinear su collar al dar grandes zancadas, ofendida. Cecilia salió con las cejas alzadas, sin creerse la actitud de la profesora. Al traspasar el umbral una voz le hizo dar un pequeño sobresalto.

  —Parece mentira que confíes en las patrañas de Trelawney —Snape la observaba con indiferencia, apoyado en la pared—. ¿Qué te ha contado? ¿Una profecía oscura terriblemente peligrosa?

  —Algo parecido. ¿Sólo te has quedado para burlarte?

  —No soy tan desconsiderado con mis compañeros, Lia. Solo con los alumnos irremediablemente imbéciles.

 -Háblame en silencio- Severus Snape. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora