La tregua que las vacaciones de Navidad habían traído se fue tan rápido como llegaron. Los pasillos volvían a ser lugares de encuentros, de risas y de charlas mantenidas a viva voz. Aunque debía reconocer que añoraba el aula y las clases que se extendían entre explicaciones, y rara vez, en intercambios de ideas sobre las Artes Oscuras.
Para colmo el día de su cumpleaños, el cual le resultaba uno tan común como cualquier otro, sus compañeros le organizaron una pequeña reunión en la sala de profesores. Él agradeció cuanto pudo aquel detalle ya que se habían tomado la delicadeza de preparar su tarta favorita, chocolate negro con almendras. También había café y té para acompañar el pastel y cerveza de mantequilla. Estaba claro que la idea era comer la tarta y que cada uno se retirara a su despacho, pero Slughorn, como el alma de las fiestas, iba y venía ofreciendo de la botella que había sacado de debajo de su túnica.
Cecilia fue la que pasó más tiempo en su compañía, parecía contenta y a gusto entablando una conversación con él. Sin embargo, Snape quería hablarle de varitas, de magia negra, del poder que le pasaba a la hora de fabricarlas y de lo que había sentido al practicar magia con una de ellas. Pero una vez más hizo una promesa y tenía que mantener su palabra.
Los siguientes días de enero fue un caos entre los alumnos de sexto y séptimo. En todas las salas comunes y en algunos rincones del castillo se dejaron los anuncios sobre los exámenes de Aparición. La primera clase tendría lugar el primer sábado de febrero pero los estudiantes estaban como locos por pagar los doce galeones temerosos por quedarse sin una plaza.
Severus continuó investigando el tema de las varitas, una desaparecida y la otra en manos de un mortífago. No sabía qué inventar para robarle la varita ni cómo hacerlo para no levantar sospechas. De momento no obtenía ningún avance por ninguna parte. Descubrió que Dumbledore no se deshizo aún de la varita que guardó en su despacho porque pensaba que tal vez al ser elaboradas por la misma persona una podría dar con la otra y Snape tuvo una idea.
—Podría darle el cambiazo a ese mortífago si tuviera otra varita hecha de abeto negro y de 32 centímetros. Sin pelo de unicornio, su núcleo debería ser de un material menos poderoso.
—Se daría cuenta.
—Ya le digo que no. Ni siquiera notará si pesa un poco más o pesa menos.
—El abeto negro es muy difícil de encontrar —se lamentó el director.
—Hay una tienda en Hogsmeade, ¿no es así? Lia trabajó allí unos meses. Seguro que cuenta con algo de abeto negro.
—¿Piensas en ir a comprar una varita y dársela a ese mortífago? ¿Has pensado en lo qué hará si no le reconoce como su dueño?
—Borraré la otra varita de su memoria y creerá que siempre fue esa.
—Severus, es un plan bastante arriesgado —comentó Dumbledore estudiando los gestos del profesor.
—Creía que sería más arriesgado si el Señor Tenebroso pusiera sus manos en ella. Si lo hace cabe la posibilidad de que encuentre a Lia y desee llevarla a su bando para fabricar varitas únicamente para magos tenebrosos —replicó enfadado—. Creía que estábamos intentando salvarla y tratar de evitar la profecía.
—No podemos salvar a todos. Si te descubren te echará de sus filas y no sabremos cuál será su siguiente paso. —Snape se quedó lívido y mudo durante unos segundos.
—¿Ese es el problema? ¿Teme quedarse sin su espía? Me dijo que la ayudara, que me acercara a ella y averiguara si estaba en verdadero peligro. Y ahora me pide que abandone a una amiga. —Dumbledore abrió los ojos, impresionado.
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-Háblame en silencio- Severus Snape.
FanficLa vida de Cecilia era tan tranquila como la vida de una bruja podía ser, incluso más. Había terminado los estudios seis años atrás y las cosas no iban tan bien como había imaginado. Soñaba con ser una experta en varitas mágicas y vivir de las qu...