Extra 6: las aventuras de Baoshan Sanren y un nacimiento estrepitoso.

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Tres meses después de la boda entre Wen Ning y Nie Mingjue.

Baoshan Sanren no recordaba la última vez que había bajado de su montaña con la intención de viajar y conocer el mundo, antes solía ir para buscar a huérfanos que le recordaban a aquellos niños que sus hermanos habían salvado hace tanto años, pero ahora que tenía familia había una nueva razón para ver el mundo que la rodeaba. Adoraba ir por lo menos una vez al mes para ver el progreso del embarazo de su pequeño A-Ying y contarle los chismes que rondaban por su montaña. Un ejemplo es que después de un mes de la boda de su pequeño hubieron dos embarazos sorpresas. Shen Qingqiu había golpeado a su esposo por haberse entusiasmado de más esa noche mientras que Mobei-Jun estaba casi sonriendo a la espera de su heredero.

Obviamente Hua Cheng no podía quedarse atrás de Luo Binghe, quien vino a presumirle a la cara que él tendría un hijo antes, por lo que al mes siguiente se confirmó el primer embarazo de Xie Lian, quien estaba sonrojado hasta la raíz por la enorme fiesta que hubo por casi una semana en la Ciudad Fantasma ante la noticia de que habría un heredero para los fantasmas y los cielos.

La beta recuerda haberse reído junto con su nieto tan fuerte que había atraído a Lan Qiren, quien, por costumbre, les dijo que los sonidos fuertes estaban prohibidos en Recesos de las Nubes, lo cual provocó más risas por parte de los dos.

Pero después de la boda de su pequeño y adorable rollito de canela (como lo había apodado Shang Qinghua) quiso recorrer un poco el nuevo mundo. Su montaña podía sobrevivir sin ella por años, sobre todo en tiempos de paz. Todos sus discípulos y maestros eran capaces de defender la barrera y ocuparse de que perdurara el orden, por lo que después del banquete llenó su bolsa de viajes y salió por la puerta principal para ver cómo había cambiado todo desde la última vez.

Conoció nuevos pueblos y descubrió que algunos habían desaparecido. Vio algunos lagos con pequeñas canoas donde antes solo había visto algas y peces. Los árboles se mecían al compás del tiempo que se enroscaba en sus troncos y las flores parecían ser las únicas que la acompañaban en su inmortalidad.

Comió cosas que nunca había probado y pudo estirar sus viejos músculos con su espada en cacerías nocturnas. Pero ya debía de volver con su nieto pues estaban en el noveno mes y el parto ya estaba en sus narices. Lo bueno es que Lan Wangji había mejorado bastante en su cultivo con la energía yin y podría asistir a su esposo en caso de que pierda mucha energía. De hecho, entre voces, se les conocía como la reencarnación del sol y la luna, con los ojos dorados y grises brillando detrás de la ley del mundo.

Ya quería conocer a los nuevos bebés, estaba ansiosa por mancillar sus mejillas y comprarles todos los juguetes del mundo. Tendría competencia para malcriarlos, sobre todo del viejo Qiren y de Zixuan, quienes ya le habían mostrado sus bolsas llenas de oro con sonrisas llenas de sorna.

Pero, antes de regresar, iba a pasar por un poblado que había escuchado en una posada. Las chicas hablaban de la familia más influyente y como hace poco había sucedido algo dentro de esas paredes que los había hecho cerrar las puertas por una semana entera, ni siquiera los sirvientes tenían permitido salir. Las muchachas dijeron entre susurros que se había colado el nombre de Jin Guangshan y que tenía que ver con la desgracia que azotó el lugar.

Obviamente sabía quién era el tal Jin; si hubiera quedado algo de su alma le habría pedido a Hua Cheng que lo torturara por más tiempo por todo lo que le hizo a su pequeño y adorable A-Ying.

Pero ahora que estaba frente a la Mansión Mo no le pareció la gran cosa, sobre todo la Matriarca, quien no era nada sútil en hacer saber sus intenciones de colocarse en su buen lado. Su hijo era un niñato maleducado y mimado que hacía sonidos desagradables al tomar té y comía como un bárbaro.

No fui yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora