Capítulo III El pasar de los días

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Dos ciclos, descanso, tres ciclos, descanso, cuatro ciclos, descanso, cinco ciclos, descanso y mágicamente nos encontrábamos en el receso escolar por el día de acción de gracias. Mientras para los Calle la festividad implicaba días ocupados siendo anfitriones para miembros de su familia y amigos o socios de Germán que por trabajo preferían no viajar, para los Garzón implicaba un momento de unión familiar, ellos generalmente viajaban a la Florida donde la madre de Martha vivía, los padres de Juan Carlos vivían en España y a ellos los visitaban principalmente para navidad ya que para las festividades de día de Reyes que era lo que en el viejo continente celebraban, Vale y Poché debían estar de vuelta a clases.

Sin embargo, este año era diferente. Este año no había viaje a la Florida, este año no había felicidad por la fecha venidera, este año pesaba celebrar acción de gracias cuando Martha, la matriarca de esta pequeña familia se encontraba bastante debilitada debido a la enfermedad y tratamiento por el que estaba pasando. Desde el primer instante en que comenzó a caérsele el cabello decidió cortarlo por lo que su oscura cabellera había desaparecido varias semanas atrás, su el médico le había mandado tres ciclos más de quimioterapias, estaban siendo agresivos porque el tumor también lo era, pero la señora Garzón tenía una familia por la cual luchar y estaba dando batalla por su vida, por su familia.

Esa familia que cada vez se encontraba con los ánimos más mermados. Valentina era la más positiva de los tres, tal vez era debido a que desconocía la gravedad de la enfermedad de su madre, ella solo sabía que su madre estaba enferma y que el tratamiento que llevaba era tan fuerte que la debilitaba, pero que una vez terminara el tratamiento volvería a estar como antes, y en su inocencia creía firmemente que eso ocurriría tarde o temprano. Juan Carlos apelaba a su lado racional, sabía que su esposa moriría y por lo tanto trataba de pasar el mayor tiempo a su lado, también era consciente de que el tratamiento les estaba comprando tiempo para compartirlo con sus hijas y para que, cuando llegara el tiempo de irse, lo hiciera sin dejar asuntos pendientes. Sin embargo para Poché todo estaba siendo demasiado difícil de procesar, si bien, el hecho de tener una madre enferma que posiblemente fallezca a consecuencia de esa enfermedad en un periodo corto de tiempo era difícil de asimilar por si solo, ahora intentemos asimilarlo siendo una adolescente con hormonas alterando aún más su inestable estado emocional, que la única red de apoyo que tiene se encuentra a cuatro mil cuatrocientos noventa kilómetros de distancia y a la cual no le ha dicho nada, al contrario se ha encargado de omitir todo lo relacionado a ella, se dedica a preguntarle sobre lo que ella hace, en ocasiones hasta corta la llamada para evitar hablar sobre ella, ya que si Daniela le pregunta sobre la escuela Poché tendría que decirle que ha bajado sus notas, si le pregunta sobre las actividades extras le tendría que decir que no ha tomado ninguna, si le pregunta por salidas con compañeros tendría que decirle que lo ha dejado todo con tal de pasar sus tardes pegada al regazo de su madre, si le pregunta ¿Por qué? Ella tendría que responderle que su madre tiene cáncer, que toma sus quimioterapias por las mañanas en el horario en el que ella y Valentina están en clases para lograr estar de vuelta en casa cuando ellas lo hacen de la escuela y así poder pasar tiempo juntas, y si le pregunta ¿Por qué no me lo dijiste antes? No sabría qué contestarle.

-María José- el tono serio en la voz de Daniela sobresaltó a Poché, era el fin de semana previo a día de acción de gracias y por cerca de una hora al teléfono su conversación giró en torno a la chica de mirada avellanada.

-Street tu no me dices María José, esto debe ser serio-menciona Poché al tiempo en que se incorpora en el sillón donde estaba prácticamente acostada- ¿estás bien?

-Eso es lo que yo quiero saber, ¿tu estas bien? - ahora un dejo de inseguridad se notó en la voz de Daniela- hace meses que no me cuentas nada sobre ti y cada vez que te pregunto algo me dices que tu madre te llama, que tienes que ir con tu padre por leche, que estas cuidando a Valentina y se te perdió de la vista, en fin, una innumerable cantidad de PRETEXTOS y eso solo me hace dudar de que quieras seguir siendo mi amiga.

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