Las frías gotas de lluvia caían sobre su cuerpo empapándola por completo, sus pies desnudos golpeaban contra la tierra y su respiración se volvía cada vez más irregular mientras corría. Estaba cansada de correr, sentía su cuerpo débil y como la oscuridad de la noche dificultaba su visión en aquel bosque tan frondoso. No podía detenerse, no debía dejar que la atraparan.
Buscaba con desesperación a aquel hombre, quería gritar su nombre con esperanzas de que la encontrara pero sabía que era imposible, llegaba a su memoria el recuerdo de él en el suelo sobre un extenso charco de sangre y como su traje blanco yacía pintado de rojo.
Sintió como el dolor desgarraba su pecho, no quería aceptarlo, no podía pensar que estuviera muerto. Las lágrimas se hicieron presentes, estaba cansada, sí él ya no estaba ¿Tenía motivo alguno para continuar? su corazón le dolía, había perdido lo poco que le quedaba.
Se detuvo, no tenía sentido seguir corriendo, se dejó caer en la tierra mojada ensuciando aquel hermoso vestido blanco desgarrado por las ramas y raíces de los árboles. Escuchó que alguien se acercaba, el nudo en la garganta le llegó hasta el pecho, solo se quedó inerte en aquel lugar esperando que llegara el momento en que la asesinaran. Los pasos se hicieron más fuertes, podía sentir que estaba detrás de ella, la torturaba con su presencia.
Hasta que lo sintió, había sido atravesada por la espada de su ahora asesino, el ardor se extendía desde su esternón hasta sus extremidades, comenzaba a sentir más frío que nunca. Lo poco de su vestido blanco se volvía rojo por la sangre
Su cuerpo cayó por completo sobre la tierra, sus ojos se cerraron y por último, deseó poder encontrarse con ese hombre que había amado tanto en una próxima vida...
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Los ojos de Rouse se abrían con dificultad, las lágrimas los empapaban. Buscaba hundir sus sollozos entre su almohada y sábanas. Aquel sueño se había sentido tan real, la desesperación, el miedo, el dolor, el frío, pero el sentimiento que más permanecía era el de pérdida. Sentía el corazón partido, le dolía el pecho y las lágrimas no tenían mira de parar, la sensación perduró por horas, incluso después de levantarse e iniciar su día.
Blair, su dama de compañía, se había percatado de su estado, tenía los ojos rojos e hinchados. Le dolió el pecho al verla así, después de todo hacía largo tiempo que sabía que su señorita había dejado de llorar por las noches.
-Mi Señorita, ¿Le gustaría contarme por qué tiene el rostro así?- la anciana se acercó a su cama sentándose a su lado.
-No tienes de que preocuparte Blair, solo fue una pesadilla- negó con su cabeza y sonrió para tranquilizarla.
-De acuerdo- Sabiendo que Rouse no le contaría nada más se puso de pie para continuar con sus labores.
El día transcurrió con normalidad luego de ello, pero aún así su inquietud no desapareció. Desde hace unas cuantas semanas había comenzado a tener sueños que no entendía, los cuales eran estúpidamente realistas, tanto que incluso luego de despertar era difícil olvidar como se sintió durante ellos. Más importante, había algo que no lograba comprender, después de todo en cada sueño siempre estaba él a su encuentro. Un hombre, que a pesar de que siempre lucía diferente sabía que era la misma persona.
Joven o adulto, rubio, pelirrojo, moreno o con la piel más blanca que podría imaginarse, pero siempre lograba darse cuenta de que era él, ya sea gracias a un pequeño tatuaje situado en su pecho o incluso una extraña sensación en su interior que se lo aclaraba, pero aunque hubiera soñado repetidas veces con él jamás había podido recordar su rostro, su voz o su nombre. Ahora solo se sumaba el recuerdo de su cuerpo derrumbado sobre su propia sangre.
No había forma alguna de que lo conociera, siempre había permanecido encerrada en una torre desde que tenía uso de razón, y en todo ese tiempo solo había conocido a Blair.
Trató de convencerse a sí misma de que tal vez era solo su inconsciente jugándole una mala pasada. Tiempo atrás solía pasar las horas soñando despierta pensando que después de ser liberada de la torre podría tener una vida feliz al lado de una persona que la amara, pero había perdido las esperanzas hace mucho. Pasar más de dos décadas encerrada le habían hecho perder la esperanza de que todo lo que había soñado alguna vez llegara a hacerse realidad...
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La Dama Maldita
RandomSemanas, meses e incluso años transcurrían mientras ella permanecía confinada en la torre de la mansión del Conde Beckham, su padre. Los años pasaron sin que ella pudiese conocer lo que la rodeaba, lo que conocía se limitaba al conocimiento de los l...